La mayoría de los presos que cumplen condena en Castilla y León son hombres (9 de cada 10) y reincidentes (6 de cada 10).

Es una de las conclusiones del informe presentado por el sindicato de funcionarios Acaip. En el lado contrario, sólo 2 de cada 10 presos están en la cárcel de forma preventiva a la espera de sentencia. Una cifra que, en el caso de las mujeres, sube hasta 3 de cada 10.

La edad es uno de los aspectos que mejor radiografía las cárceles en la comunidad. La mayoría de los presos tiene entre 31 y 40 años y sólo 14 de cada 100 tiene menos de 25 años.

El tiempo que pasan en la cárcel, otro de los principales asuntos a debate en nuestra sociedad, ronda entre los 3 y los 8 años en la mayoría de los casos.

Son datos globales que varían según las siete prisiones que hay actualmente en funcionamiento en Castilla y León. Así, por ejemplo, en la prisión de Burgos, todos los internos son hombres a excepción de una mujer. En Segovia y Soria, las cárceles no tienen a ninguna mujer.

Presos extranjeros

La baja tasa de criminalidad que registra la comunidad la ha convertido en principal destino nacional de ciudadanos extranjeros que hayan cometido algún delito.

Concretamente, 6 de cada 10 internos no son ciudadanos españoles, es decir, 4.040 de los 7.148 presos que hay en Castilla y León.

La cárcel de La Moraleja (Palencia) es la prisión de toda España en la que hay más extranjeros (1.230 de 1.606).

El sindicato ha advertido de que los funcionarios «no están preparados para trabajar con 30 nacionalidades diferentes» y han pedido formación física y psicológica para ello.

Finalmente, el hacinamiento en las cárceles de Castilla y León llega al 170% y es especialmente evidente en las prisiones de Soria (226%) y Burgos (210%).

Por su parte, las prisiones de Valladolid (140%), Ávila (145%) y Segovia (165%) son las que menos acusan el problema.

Módulos de convivencia, el futuro

La cárcel de Mansilla de las Mulas (León) fue la experiencia piloto de un sistema estructurado en módulos de convivencia que pretende la verdadera reinserción del condenado en la sociedad y desde la cárcel.

Para poder vivir en ellos, en otra parte de la prisión, los condenados tienen que firmar un contrato en el que se comprometen a cumplir normas de higiene, respeto (fumar sólo en algunas zonas) y comportamiento.

A cambio tienen las celdas abiertas hasta la noche y gozan de más autonomía. El sindicato explica que «funcionan» y son terapéuticos.

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