El triunfo de anoche del PSOE, que logra más escaños y más porcentaje de votos que en 2004, permitirá a Zapatero gobernar más cómodo en el que va a ser su segundo mandato como presidente del Gobierno: podrá pactar a su derecha, con CiU, o a su izquierda, con varias pequeñas formaciones. O incluso podrá intentar gobernar sólo con el PSOE y con apoyos puntuales en los grandes temas. También aumenta su liderazgo en el PSOE, que ha basado casi toda su campaña electoral en su figura. Entre los socialistas no hay sector crítico al liderazgo del leonés. Quienes le cuestionaban en voz baja hace dos años, cuando se tramitaba el Estatuto catalán, probablemente enmudezcan tras su triunfo de ayer.

Mariano Rajoy perdió anoche, por segunda vez, unas elecciones frente a José Luis Rodríguez Zapatero, pero probablemente tenga en 2012 una tercera oportunidad como cabeza de lista del PP, como tuvo su antecesor, José María Aznar. Su formación se va a pasar otros cuatro años en la oposición, pero ha conseguido más votos y más escaños que en la anterior cita electoral. Los dirigentes del partido que, como Esperanza Aguirre o Alberto Ruiz-Gallardón, cuestionaban su liderazgo y/o se postulaban para la sucesión si el 9-M se producía una derrota electoral, tendrán que esperar. Rajoy podrá hacer también una oposición a Zapatero tan dura como en la legislatura pasada: cuenta con un grupo parlamentario aún mayor.

La formación que hasta ayer lideraba Llamazares vivió ayer la noche más amarga de su historia al obtener una magra cosecha de votos y escaños que la sitúa al borde del precipicio. IU, que pretendía ser «decisiva» e incluso acariciaba la posibilidad de entrar en el Gobierno, vio cómo todas sus expectativas de desvanecían al perder dos escaños – en Madrid y en Valencia– como consecuencia de un descenso de casi un punto en su porcentaje de votos. Tan escaso resultado les impedirá, además, formar grupo parlamentario. Llamazares, en un gesto que le honra, hizo lo que debía: dimitir. Pero la gravedad de lo ocurrido tendrá más consecuencias. Parece imprescindible una renovación de ideas y mensajes. Y puede que ni siquiera eso sea suficiente.

En un panorama claramente bipartidista, con descensos generalizados de todos los partidos, Convergència i Unió ha conseguido mantener sus 10 diputados y puede ofrecer a Zapatero una mayoría alternativa –y estable– que no fue posible tras las elecciones de 2004. Pese a no mejorar sus resultados, la coalición nacionalista consigue el objetivo fundamental de su campaña: tener un peso suficiente en el Congreso para «ser decisivos» en la gobernación de España. Aunque las aspiraciones ministeriales de su cabeza de lista, Josep Antoni Duran i Lleida, se fueron diluyendo a medida que pasaban los días y tras el paréntesis a que se vio obligado tras ser intervenido quirúrgicamente de un cáncer de pulmón.

Los republicanos son los grandes derrotados de estos comicios, ya que sus ocho escaños de 2004 se han quedado en sólo tres. Los dirigentes de ERC atribuyen este varapalo a la abstención y al hecho de que los socialistas catalanes han concentrado el voto útil progresista que hace cuatro años confió en ellos. Pero lo cierto es que los dirigentes del partido deberán hacer algo más de autocrítica para salir de este embrollo y tener un mejor futuro. Las trifulcas internas, un mensaje electoral algo confuso y su papel en el tripartito catalán han acabado pasando factura a ERC. Eran decisivos y han dejado de serlo, por mucha guerra que estén dispuestos a dar en Madrid los tres mosqueteros, encabezados por Joan Ridao.

El nacionalismo vasco sufrió ayer un revés que no por temido dejó de sorprender a un partido acostumbrado a ganar. El PNV pierde un escaño en Vizcaya, donde baja de 4 a 3, y ello permite a los socialistas vizcaínos por vez primera en la historia ganarle en votos. Con la superioridad del PSE-EE también en Guipúzcoa y en Álava, los nacionalistas inician una etapa de reflexión. Así lo anunció ayer Iñigo Urkullu, presidente de la ejecutiva nacionalista, tras conocer los resultados que le despojaban de su feudo vizcaíno y le daban un 30,9% de los votos vascos, frente al 36, 9% de los socialistas. El PNV tendrá que revisar lo que la sociedad vasca demanda e ir pensando que nada es para siempre.