El mero hecho de limpiar las ventanas por fuera es un calvario, además de un gasto considerable (unos 3.000 euros por inmueble cada vez), para los vecinos de varios de edificios con las fachadas recubiertas de vidrio.
Es el caso, por ejemplo, de Aida Pando, que vive en un piso del número 7 de la calle Manso, en el barrio de La Arena, una casa «muy guapa para verla desde fuera, pero difícil para vivir dentro», comenta.
Desde que tiene la nueva fachada, hace ya unos seis meses, aún no ha podido limpiar sus ventanas, ya que «estas sólo se abren en un ángulo con el que es imposible pasarles un paño», comenta. La empresa que instaló el recubrimiento se comprometió a encargarse del lavado exterior los primeros cinco años, «pero más de dos veces al año seguro que no viene», indica.
Otra vecina de este inmuble opina que la obra no se hizo bien pues «no pusieron unos enganches para que pufieran colgarse los limpiadores». De lo mismo se queja Amelia, que vive en el 46 de la calle Ezcurdia. «El Ayuntamiento nos impuso el aspecto de la fachada pero no obligaron al constructor a instalar unos ganchos donde colgar un andamio».
Vestir de uniforme al Muro
El Plan del Muro, que comenzó a principios de 2005, es un proyecto municipal con el que se pretende uniformizar el aspecto exterior de decenas de edificios del Paseo de San Lorenzo, popularmente conocido como el Muro.
A pesar de que luego han ido variando los proyectos, en un principio se planteó que todas las fachadas estuvieran cubiertas de vidrio oscuro. Hasta el momento han sido 16 los inmuebles que se han acogido a este plan de subvenciones (el Ayuntamiento lleva ya desembolsados 12 millones de euros en total) y 4 fachadas ya han sido remozadas.
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