Habían pasado unas horas desde que la noticia de su separación de Jaime de Marichalar había corrido como la pólvora, y la infanta Elena hizo ayer por la mañana su primera aparición.

Aparentemente tranquila, la primogénita del Rey Juan Carlos y la Reina Sofía llevó a sus hijos, Felipe Juan Froilán y Victoria Federica, al colegio San Patricio de Madrid, en el que estudian. Iban de la mano, charlando distendidamente. Y ante una de las ocurrencias de los pequeños, la duquesa de Lugo, vestida de sport, esbozó una sonrisa.

Doña Elena no dio muestras de nerviosismo ni cuando vio a la nube de fotógrafos que la aguardaban en la puerta del colegio de sus hijos. Sólo un número más amplio de guardaespaldas daban muestra de su nueva situación personal.

Por su parte, Jaime de Marichalar, del que no se sabe dónde está, se encuentra muy afectado por la separación. Según su círculo de amistades, se refiere a este momento como «el más difícil de su vida». Especialmente, por cómo pueda repercutir a sus hijos.

El resto de la Familia Real seguía ayer con su agenda. Los Reyes, con el semblante serio, acudieron a la inauguración de la nueva sede de las Cortes de Castilla y León y el Centro Cultural Miguel Delibes en Valladolid. No dijeron nada acerca de la separación de su hija. Tampoco hablaron los Príncipes, de viaje oficial en China.

Cristina: «Son cosas que pasan»

La infanta Cristina, felizmente casada con Iñaki Urdangarín, fue el único miembro de la Familia Real que ayer hizo mención a la separación de su hermana. Al ser preguntada por los reporteros, que aguardaban su llegada en la puerta del colegio de sus hijos, la duquesa de Palma fue escueta. «Son cosas que pasan en los matrimonios», dijo. Por la tarde,  doña Cristina se desplazó a Zaragoza, donde presidió el acto de presentación del programa Alimentación, vida y cultura, destinado a las personas mayores.