Crítica de 'El bar': El último agujero en la carrera de Álex de la Iglesia

  • Este viernes se estrena 'El bar', la última película de Álex de la Iglesia.
  • La película reúne todos los elementos característicos de su cine.
  • Por desgracia, peca de ser excesivamente predecible.
Secun de la Rosa, Mario Casas, Carmen Machi y Jaime Ordóñez forman parte del reparto coral de 'El bar'.
Secun de la Rosa, Mario Casas, Carmen Machi y Jaime Ordóñez forman parte del reparto coral de 'El bar'.
Sony Pictures
Secun de la Rosa, Mario Casas, Carmen Machi y Jaime Ordóñez forman parte del reparto coral de 'El bar'.

Cada vez que Álex de la Iglesia anuncia una nueva película, las expectativas se disparan. La idea es siempre genial, las imágenes tienen mucha fuerza y todos pensamos que, esta vez sí, el director vasco recuperará la brillantez que demostró en El día de la Bestia, La comunidad y Crimen Ferpecto. Sin embargo, todas sus producciones de la última década se han visto lastradas por el mismo error: tras un arranque ingenioso e impactante, la historia siempre se acaba embarrando en situaciones absurdas y giros incomprensibles o poco inspirados.

Con El bar es aún peor. Aunque muy manido, el tema central (un grupo de personajes muy diferentes encerrados en un habitáculo) prometía por lo pintoresco del escenario. Varias personas desayunan en una típica tasca madrileña; uno sale, cae abatido por un disparo y la calle queda desierta. Los que siguen en el interior del local deciden no salir por miedo a que los maten. ¿Quién ha disparado?, ¿por qué nadie va a rescatarles?, ¿por qué no dicen nada en las noticias?

A partir de ahí, uno espera que todo sea intriga, humor negro, tensión y diálogos afilados, y parece que esa era la intención pero se queda en eso, en mera tentativa. El problema es que la chispa inicial se agota de forma precoz, en la sinopsis o, como mucho, en el tráiler. Todo es muy predecible, se ve venir a cuartos de hora de distancia. Es más, no hace falta ser un maestro de la deducción para darse cuenta del gran spoiler que son los títulos de crédito iniciales. A poco avispado que uno sea, ya habrá adivinado la gran revelación de la película incluso antes de que esta empiece.

Pero tampoco importa demasiado, porque ese secreto se hace explícito mucho antes del final, de hecho, antes de la mitad del metraje. A partir de ahí todo son desvaríos que uno espera que vayan a alguna parte. Pero no. Las brujas de Zugarramurdi y Mi gran noche decaían mucho en su desenlace, con finales precipitados, locos, aparentemente improvisados...El bar no tiene ni eso. El final es intrascendente, una línea de meta casi arbitraria tras una huida hacia adelante que no tiene más sentido que la huida en sí misma.

No se busca otra cosa. Toda la historia no es más que una excusa para enseñar hasta qué punto es capaz de llegar el ser humano en situaciones límite, porque –¡oh, sorpresa!– todos tenemos un lado oscuro. Esto ya nos lo han contado muchas veces y, por desgracia para El bar, también mucho mejor.

Sí pervive el estilo del director: ambiente castizo, atmósfera sucia, violencia, personajes caricaturescos y un reparto coral que no falla, especialmente Carmen Machi, Secun de la Rosa y Terele Pávez (haciendo de Terele Pávez). Pero no es suficiente. Las secuencias no sorprenden, los chistes no calan (pocas risas escuché en la sala) y casi nunca se entienden las motivaciones de los personajes, que a menudo actúan de forma opuesta a como lo haría cualquiera con sentido común.

Ojalá pudiera decir lo contrario, pero El bar confirma el progresivo declive de un gran cineasta que tal vez debería tomarse más tiempo en gestar sus obras. Una película cada año o año y medio quizá es un ritmo demasiado insensato.

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