Enrique Metinides, fotógrafo desde los 12 años de la sangre, la muerte y el desastre en México

  • Exponen la obra del mejor reportero de sucesos del siglo XX coincidiendo con la difusión del documental biográfico 'El hombre que vio demasiado'.
  • Retirado desde 1997, Metinides vive rodeado de fotos trágicas, colecciona ambulancias y patrullas de juguete y todavía intercepta la radio de la Policía.
  • Se echó a la calle para mostrar tragedias con una cámara 'pinhole' que le regaló su padre y a los 12 años ganó un premio: desde entonces le llamaron 'El Niño'.
  • Hizo del oficio de cronista del destino amargo de otros una manera de conectarse con el mundo. Nunca abusó del artificio ni del morbo, pero tampoco ocultó nada.
Una chica llora al lado del cadáver de su novio, acuchillado en un atraco
Una chica llora al lado del cadáver de su novio, acuchillado en un atraco
© Enrique Metinides. Courtesy of Michael Hoppen Gallery
Una chica llora al lado del cadáver de su novio, acuchillado en un atraco

Cuando cumplió diez años, al niño Enrique Metinides Tsironides, nacido de padres griegos en febrero de 1934 en un municipio de la infinita área metropolitana de México DF, le regalaron una cámara Kodak Brownie Junior, una pinhole, la forma más simple de aparato para capturar imágenes: una caja negra sin más añadidos que la lente y el botón de disparo. Los padres no sospechaban que estaban entregando al muchacho una maquina existencial.

Desde el mismo momento en que recibió el regalo, Metinides concibió una forma de vida: mostrar la fragilidad humana con obsesiva constancia, registrar la violencia, la muerte y la sangre porque, pensaba, el destino de otros es una forma de conectarse con la vida.

Ojo público de la tremendista prensa de sucesos mexicana durante décadas —vendió y publicó la primera foto a los 11 y a los 12 ganó un premio a la mejor imagen de actualidad— y ninguneado hasta hace pocos años por sus colegas de gremio, los reporteros de moral presuntamente inquebrantable que venden la misma sangre, Metinides es ahora un fotógrafo de culto.

El Niño, como le llamaban con un deje de paternalismo y admiración, explica con simplicidad sardónica la facilidad de su trabajo y la atracción del morbo: "Si me preguntan porque miran [los mirones de un suceso], es porque sienten alivio de que son los testigos y agradecen que no son la víctima, o su curiosidad es simple fascinación por la muerte. Pienso que es mucho más simple que todas esas teorías. No importa de donde venga la gente, les gusta entretenerse y les gusta el espectáculo y el chisme (...) Un buen accidente, atrae a la gente...y siempre es un gran negocio para los vendedores de helados".

Antología de 150 fotos en Londres

Para coincidir con la difusión del documental sobre Metinides El hombre que vio demasiado, de la inglesa Trisha Ziff, la galería Michael Hoppen de Londres presenta, hasta el 24 de marzo, una antología retrospectiva de 150 fotos que confirman la condición del reportero como fotógrafo de los desastres y cronista de las tragedias.

Las imágenes, tomadas siempre en primera fila y en muchas ocasiones antes de la llegada a los escenarios de los agentes de policía, paramédicos o forenses, van desde accidentes de coches, descarrilamientos de trenes, derrumbes, avionetas estrelladas, explosiones de gasolineras y terremotos, hasta todas las formas de violencia personal, homicidios y asesinatos: apuñalamientos, tiroteos, peleas, suicidios, atracos en curso...

La danza de la muerte y la poesía

Superando con creces en dones como fotógrafo al estadounidense Weegee —tan de moda desde hace décadas como modelo del reportero entendido como ojo público—, Metinides logró ser reconocido por el gremio con bastante tardanza. A los reporteros al uso les costó reconocer que un hijo de emigrantes griegos, loco y valiente, había consumado una obra donde la muerte danza con la poesía de una manera que, más allá de lo macabro, mueve a la turbación y exhala humanidad. Las primeras exposiciones de Metinides fuera de México fueron en 2002, cuando ya se había retirado de la práctica de la fotografía de sucesos.

"He visto de todo: choques de autobuses, choques de aviones, de carros, carros con autobuses, carros y trenes, accidentes de bicicleta... He estado en la escena del crimen, de asesinatos, a veces de asesinatos por cosas muy tontas, crímenes pasionales, donde familias enteras fueron impactadas por un momento donde se perdió el control. He visto tiroteos, ahogamientos y apuñalamientos. Una persona moría y su familia se quedaba sin ingresos o un hombre terminaba en prisión y su familia sufría. He visto fuegos y explosiones y todo tipo de desastres, pero lo que siempre me fascinaba era la gente que venía a ver. Los metiches, mirones, curiosos, chismosos", afirma con su infinito sentido del humor el fotógrafo en el documental.

El cadáver maquillado de la presentadora de TV

El reportero colaboró con el diario La Prensa y los tabloides dedicados a sucesos Alarma y Crimen, en los que insertó varios miles de fotografías durante más de 50 años de ejercicio profesional. De enorme intuición y gran sentido estético pese a las condiciones extremas en que desarrollaba su trabajo, Metinides era casi un escenógrafo de la tragedia. Sus encuadres parecen fotogramas de películas y la luz —siempre usaba flash, incluso de día— es dramática y matizada: el retrato del cadáver de una presentadora de televisión, maquillada para ir al trabajo y víctima de un accidente de tráfico es uno de los mejores ejemplos de la mirada turbadora y dulce de El Niño.

El fotógrafo vive retirado, pero no es capaz de desengancharse de la pasión por la tragedia, sus víctimas y mirones. En su apartamento, donde sigue constantemente encendido un interceptador de las frecuencias de comunicaciones de la Policía, colecciona revistas de sucesos —todavía vigentes en México— y miniaturas de juguete de coches patrulla, camiones de bomberos y ambulancias. Tiene dos pasiones más: imágenes de la Virgen de Guadalupe y figuritas de rana. Siempre llevaba alguna encima y está convencido de que fueron amuletos de protección contra los peligros.

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