EE UU contrata a un magnate como presidente del país  y despide a una política profesional

  • La clase media americana se ha decantado por Donald Trump, del que espera un giro en Washington que vuelva a hacer de EE UU "un gran país".
  • El electorado no ha confiado en Hillary Clinton, que ni siquiera moviliza a las mujeres.
  • El escenario de país que queda tras las elecciones de 2016 es uno de los más fracturados de la historia. Será difícil que los que no han votado a Trump le acepten.
  • Las encuestas han vuelto a fallar y la estrategia republicana ha dado en la diana al centrarse en estados clave por sorpresa como Wisconsin.
  • En directo: EE UU elige presidente al candidato republicano Donald Trump.
Donald Trump, votando en las presidenciales de EE UU.
Donald Trump, votando en las presidenciales de EE UU.
EFE
Donald Trump, votando en las presidenciales de EE UU.

La clase trabajadora blanca americana votando en masa un cambio de rumbo en Washington, con la economía como prioridad, el insuficiente avance en el voto de las minorías y una errática campaña electoral demócrata, que infravaloró estados clave por sorpresa como Wisconsin, auparon este martes 8 de noviembre al republicano Donald Trump a la presidencia de EE UU, desacreditando una vez más a todas las encuestas.

Estados Unidos ha 'contratado' para el puesto de 45 presidente a un hombre de negocios, un multimillonario, Donald Trump, que después de batirse con 16 candidatos dentro de su propio partido y salir victorioso se ha impuesto para sorpresa del mundo entero a Hillary Clinton, una política profesional con treinta años de experiencia en cargos públicos.

Los cálculos de los principales medios de comunicación estadounidenses le otorgaron al polémico empresario neoyorquino 276 votos electorales (siendo 270 necesarios para ganar), frente a los 218 conseguidos por su rival, la demócrata Hillary Clinton*. Una vez conocidos los resultados, pasadas las seis de la madrugada, hora española, la candidata llamaba a Trump para felicitarle por su victoria, sin querer salir en público a admitir su derrota.

La papeleta que acaban de introducir en las urnas los votantes estadounidenses representa un palpable enfado con la élite capitolina, con el establishment, y lleva implícito el reclamo de que Donald Trump, un 'outsider' de la política, haga que EE UU "vuelva a ser una gran nación", tal y como rezaba su lema de campaña ("Make America Great Again"), tal y como ha hecho con sus negocios particulares. Aunque para eso se asuman su ideología racista, sexista y su inexperiencia en la gestión de lo público.

A los demócratas este martes no les ha ido bien con su candidata, Hillary Clinton. En teoría era el candidato mejor preparado para el cargo de presidente, según dijo Barack Obama. Sin embargo, las urnas han demostrado que no era la persona más adecuada en este momento sociopolítico que vive el país, donde una mayoría que se siente expulsada de la celebrada recuperación macroeconómica exigía cambios. El partido, en primarias, la eligió a ella, era la carta continuista, y no, no representaba lo que buscaban tantos desencantados de la "mayoría silenciosa" que hicieron largas colas para introducir votos en las urnas a lo largo y ancho del país.

Parecer lista y ser experimentada no ha sido suficiente curriculum para convencer a los que claman contra las élites de Washington, a las que perciben como inmovilistas y de las que sospechan actúan buscando su propio beneficio. Clinton resultaba más bien el máximo exponente de lo que se quería cambiar, como exsecretaria de Estado y ex primera dama.

Las encuestas se equivocaron

Pero es que, además, Hillary Clinton tampoco gustaba a los que no querían que Donald Trump resultara elegido presidente y  no consiguió ni siquiera movilizar el voto femenino que en un principio se pensó que iba a ser principal valedor en la carrera a la Casa Blanca.

Una primera mirada estado por estado permite a los analistas políticos reconocer un acierto de la campaña republicana, que advirtió el cambio de tendencia que se avecinaba en Wisconsin y Michigan, dos estados que este 8 de noviembre han cambiado de color, del azul al rojo, y han dejado de ser demócratas para seguir a Donald Trump. El magnate visitó la zona en varias ocasiones en los últimos meses, mientras que era ninguneada por la caravana demócrata.

Los estados que se consideraban bisagras por tradición, y estaban en la campaña muy reñidos, como Carolina del Norte y Florida, también le dieron alegrías a Trump. En Florida parece que volvió a imponerse ese voto del bastión de la clase obrera y de los jubilados que quieren cambios contundentes en el modo de hacer política y confían en que si alguien será capaz de cambiar Washington ese será Trump. El incremento del voto de las minorías latinas, que se cifra aproximadamente en dos millones más, fue solo la mitad de lo esperado y por tanto insuficiente para combatir el desencanto de la clase media blanca. Solo en Florida, los votantes blancos son el 64% del censo electoral.

Y otra vez ocurrió lo mismo que con el Brexit, en Reino Unido, o con el referendum de paz, en Colombia, que las encuestas se equivocaron. Gráfico resultaba observar como el diario The New York Times a primera hora de la jornada electoral otorgaba un 81% de posibilidades de ganar a Hillary Clinton y unas pocas horas después Trump le daba la vuelta a la tortilla y se erigía como el favorito absoluto.

Pese a lo que pueda parecer, las elecciones presidenciales de 2016 han sido de las más reñidas de la historia, comparable a las que protagonizaron Al Gore y George Bush en el año 2000. Por este motivo, dejan el país con la mayor fractura social que se recuerda.

Difícil le resultará a Donald Trump convencer a los que no le han votado de que será un buen presidente también para ellos. El fervor de sus partidarios es proporcional al odio de sus detractores. Por eso tal vez sus primeras palabras han sido para pedir unidad al país para afrontar los retos que tiene por delante, que para el próximo presidente de EE UU pasan por una reconstrucción que genere millones de puestos de trabajo y un liderazgo en el mundo en el que primen los intereses de EE UU.

* El recuento final de votos electorales quedó así: Donald Trump 279 - Hillary Clinton 228

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