Para que un huracán sea considerado como tal se deben dar tres condiciones: un disturbio atmosférico preexistente (onda tropical) con tormentas embebidas en el mismo; temperaturas oceánicas cálidas, al menos 26 °C, desde la superficie del mar hasta 15 metros por debajo de ésta, y vientos débiles en los niveles altos de la atmósfera que no cambien mucho en dirección y velocidad.
El ojo es un área de relativa calma en el centro de un huracán que se extiende desde el nivel del mar hasta la parte superior y está rodeado por una pared de nubes espesas cargadas de lluvia. En el interior del ojo, sin embargo, debido a la alta temperatura y la presencia de viento caliente, el agua evaporada es arrastrada rápidamente hacia arriba, originándose un aire seco, incapaz de condensarse y por ende sin nubes. Esto es lo que más llama la atención al observar el huracán desde un satélite.
La pared del ojo es una zona donde se encuentran dos fuerzas opuestas: la fuerza del aire que se mueve hacia el centro y la fuerza centrífuga que es hacia afuera. En esta parte se encuentran los vientos más intensos y es donde se originan los tornados.
La presencia de ojo y pared diferencian al huracán de una tormenta tropical (que no tiene ojo y que además sus vientos son de menor velocidad).
EL HURACÁN MATTHEW DÍA A DÍA
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