La filosofía comunitaria en el día a día de los patios de Córdoba

Un hombre trabaja en su patio trasplantando una maceta.
Un hombre trabaja en su patio trasplantando una maceta.
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Un hombre trabaja en su patio trasplantando una maceta.

A principios del siglo XX la demografía de Córdoba se incrementó con la llegada de población rural, de modo que aumentó la demanda de la vivienda de bajo precio en toda la ciudad.

Para poder satisfacerla surgieron las casas de vecinos. Se trataba de edificaciones de nueva construcción o remodelaciones de palacios desocupados al trasladarse sus antiguos dueños a Madrid por diversos motivos. En ellas vivían varias familias en pequeñas habitaciones que carecían de aseos, lavaderos o cocinas propias, pues se ubicaban en el patio al ser de uso común.

De este modo, los patios no solo servían de acceso a las distintas viviendas, sino que además eran el lugar donde sus habitantes pasaban la mayor parte del día. Allí las mujeres se relacionaban entre sí mientras realizaban labores domésticas o cuidaban las flores y plantas que habían sembrado con fines estéticos, medicinales o gastronómicos. Incluso, en algunas ocasiones, los inquilinos ejercían sus oficios al aire libre, como era el caso de zapateros, carpinteros o modistas.

En los patios de vecinos los niños solían pasar la mayor parte de su tiempo; jugaban al trompo, a la gallinita ciega, al diábolo, a policías y ladrones, a las estampas o a las chapas. Por todo ello, los vecinos se preocupaban por mantener los servicios e instalaciones en buenas condiciones, realizaban tareas como el encalado de las paredes, la reparación de cubiertas o la instalación de cañerías.

Relaciones solidarias

En conjunto, en estas casas se creaban microsociedades en las que primaba el contacto colectivo sobre las necesidades particulares. Los asuntos de los individuos eran cuestión de todos y cada uno procuraba también estar en continuo contacto con el resto de la vecindad, por lo que comúnmente se establecían relaciones solidarias entre ellos. Por ejemplo, cuando un vecino enfermaba, sus vecinos lo visitaban y ayudaban en cuanto les era posible. Asimismo, celebraban juntos algunas festividades.

En el Jueves Santo los inquilinos instalaban altares en los patios para velar al Cristo durante toda la noche. En Carnaval los jóvenes que no se disfrazaban con máscara se dedicaban a hacer figuras de papel para arrojarlos a los transeúntes desde lo alto de los balcones o a elaborar almendras o peladillas de yeso.

Ante las precarias condiciones de vida que ofrecían las casas de vecinos a sus inquilinos, la mayoría de ellos se trasladaron a finales del siglo XX a vivir a los bloques de pisos construidos en la periferia de la ciudad. Sin embargo, aún pervive este tipo de convivencia en algunas de las viviendas ya reformadas del Casco Histórico de Córdoba.

Se trata de las casas que participan en el concurso de patios municipal, cuyos propietarios aún se encargan de mantenerlos en buen estado y adornarlos con una multitud de flores durante todo el año, como es el caso de los espacios de Marroquíes, 6, o Chaparro, 3. Esta labor conlleva mucho esfuerzo por su parte, pero todos ellos sienten una gran satisfacción al percibir cómo los turistas disfrutan contemplando sus patios en mayo.

Huellas arquitectónicas

El origen de estos espacios se remonta a la Antigüedad. Fue durante el siglo XIX cuando surgió un nuevo gusto por lo clásico. Los palacios abandonaron el tradicional empedrado por solerías de piedra o mármol, mientras que en las casas más modestas se usaron baldosas hidráulicas. La racionalización propia del Neoclasicismo se aplicó también a la vegetación, pues las flores abandonaron los arriates para recogerse en macetas.

En los patios se extendió además el gusto por la decoración de elementos arqueológicos y, con el Romanticismo, llegó el uso de cancelas que sustituyeron a los antiguos portones fabricados de madera al estilo barroco. Se trata de un siglo en el que se fusionó lo clásico con lo oriental, dando lugar a una arquitectura ecléctica muy característica de la Córdoba de ese tiempo.

Aquel eclecticismo arquitectónico perduró a lo largo de todo el siglo XX, época en la que surgieron las casas de vecinos. Estos inmuebles eran palacios desocupados o edificios de nueva planta que fueron remodelados para poder ser habitados por la población sin recursos, procedentes en su gran mayoría de municipios rurales de la provincia andaluza.

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