Reúnen las fotos que hizo Paul Strand en 1954 en las lejanas islas Hébridas Exteriores gaélicas

  • El fotógrafo visitó el aislado archipiélago escocés porque se planteaba la construcción de una base de misiles atómicos por la escalada de la Guerra Fría.
  • La colección acaba de ser adquirida por el Museo Victoria y Alberto de Londres y se expone por primera vez como parte de una antología de Strand.
  • Marxista convencido y defensor de la fotografía como herramienta de dignidad, había dejado los EE UU en 1949  por la intolernacia de la época de la 'caza de brujas'.
Uno de los retratos de Paul Strand en las Hébridas Occidentales
Uno de los retratos de Paul Strand en las Hébridas Occidentales
© Paul Strand Archive, Aperture Foundation
Uno de los retratos de Paul Strand en las Hébridas Occidentales

Cuando el fotógrafo Paul Strand (1890-1976) decidió en 1952 hacer una autopsia fotográfica de Luzzara, un pueblo italiano de la provincia de Reggio Emilia, un lugar sin nada llamativo: árido, pobre, escasamente habitado, carente de monumentalidad o un paisaje llamativo, buscaba precisamente la ausencia del más mínimo pintoresquismo. Quería que la cámara actuase como narradora de la vida comunitaria y la gente de un lugar cualquiera en un momento complicado, los años posteriores a la II Guerra Mundial.

"En Luzzara mi planteamiento no era qué es lo que me resultaba interesante de aquel lugar, sino cuál era su realidad propia. Debía buscar los elementos que resumiesen la vida en esa comunidad, con estos vecinos; mostrar quiénes son, qué aspecto tienen, a qué se dedican", explicaría más tarde Strand, uno de los artistas capitales del humanismo fotográfico y un marxista convencido para quien la cámara era una herramienta de búsqueda de dignidad social.

'Islas de los Extranjeros'

Dos años más tarde, en 1954, el fotógrafo emprendió un proyecto similar de las Hébridas Exteriores, el archipiélago escocés que en gaélico es conocido como Innse Gall (Islas de los Extranjeros). A Strand le preocupaba que se consumara el proyecto de construcción en el lejano y aislado conjunto de islas de una base de misiles atómicos de los EE UU, una iniciativa que respondía a la tensión entre los bloques capitalista y comunista durante los años de tensión de la Guerra Fría.

Las copias originales de algunas muy poco conocidas imágenes del reportaje de las Hébridas acaban de ser adquiridas por el Museo Victoria y Alberto de Londres (V&A) y se exhiben, hasta el 3 de julio, como parte de la maravillosa retrospectiva Paul Strand: Photography and Film for the 20th Century (Paul Strand: fotografía y cine para el siglo XX). La exposición —que, con leves cambios de contenido, pasó por la Fundación Mapfre de Madrid en 2015— presenta al autor, sin un ápice de exageración, como "uno de los más grandes e influyentes fotógrafos del siglo XX" y el autor cuyas imágenes "han definido el arte de la fotografía documental de la manera en que se entiende y practica hoy en día".

Poder transformador

La exposición explora desde los primeros intentos de Strand de establecer la fotografía como una importante forma de arte independiente hasta sus trabajos documentales en México, Europa y África. Convencido del poder transformador del medio y exigente artesano de la técnica fotográfica, quizá lo que coloca a este hijo de una familia bohemia de Nueva York en un lugar central es la coherencia artística y personal al pensar que la función perdurable de la fotografía debe revelar la naturaleza esencial de la experiencia humana.

La serie que hizo en las Hébridas condensa todos los valores de Strand como observador empático de los seres humanos. Los pescadores aparecen retratados con sobria dignidad y mirando a cámara, casi siempre en sus lugares de trabajo o cerca de ellos; los niños tras una ventana podrían ser los mismos que habitaban el lugar en el siglo XIX, componiendo una imagen donde la belleza es etnografía cargada de mensaje. Las fotos capturan las vistas, sonidos y texturas de un lugar cargado de tradiciones y amenazado. Es, como dicen los organizadores, un canto al "final del modo particular de vida de los isleños".

Fuerza y dignidad

Como en Un Paese: Portrait of an Italian Village (Un Paese: retrato de un pueblo italiano), donde mostraba la miseria y lenta recuperación de los efectos del fascismo y la II Guerra Mundial en Luzzara, las imágenes de las Hébridas exudan fuerza y dignidad y cada protagonista, con una calidez heroica, es presentado ante marcos de puertas y ventanas y paredes erosionadas. Los retratos se consuman con paisajes abiertos de terrenos adustos que detallan la dependencia de las islas con el mar y la tierra, la pesca y la agricultura de subsistencia.

Las fotos de las Hébridas, señala Martin Barnes, responsable de fotografía del museo, son un "punto álgido" de la "larga y distinguida carrera" de Strand y muestran como componía "lenta pero deliberadamente y con gran aplomo" cada toma. El conjunto "evita el sentimentalismo" y opta por acercarse con enorme respeto a la vida de los seres humanos, concluye.

La presencia humana, decisiva

Alumno en la adolescencia del fotógrafo social Lewis Hine, Strand comenzó a manejar la cámara a muy temprana edad, pero sólo a mitad de la década de los años veinte entendió que la presencia humana debía ser decisiva. Aunque nunca abandonó el interés por los nuevos movimientos estéticos del arte, sobre todo la abstracción cubista, la hipnotizante belleza del mundo mecánico que tocaba a la puerta de la vida cotidiana por entonces y la sensualidad —hizo centenares de fotos íntimas a su esposa, Rebecca Strand—, lo social penetró en su trabajo con fuerza cuando, en 1932, fue invitado a viajar a México por el Ministerio de Educación.

Escribió entonces que creía que se desplazaba a un lugar "misterioso, oscuro, peligroso e inhóspito", pero se quedó durante dos años, hasta diciembre de 1934. Gracias al padrinazgo político del Gobierno —Strand era socialista y en México estaba a punto de ser presidente Lázaro Cárdenas, que nacionalizó el petroleo y abordó las reformas agraria y educativa—, el fotógrafo logró exponer en la capital del país en 1933 y obtener fondos para viajar durante semanas por el interior.

Le gustó especialmente el estado de Michoacán y la vida de los indígenas, que retrató con intensidad. Sus Fotografías de México, un portfolio de 250 imágenes editado en 1940, muestra por primera vez de forma inequívoca que a Strand ya solamente le interesan los seres humanos.

Docudrama sobre una rebelión de pescadores

Nombrado director de actividades fotográficas y cinematográficas del Ministerio de Educación mexicano, que le confió la realización de una serie de películas sobre el país, trabajó en el guión de su primer largometraje, Redes, un docudrama sobre una rebelión de pescadores que sería estrenado en 1936 y en la cual  la crítica adivinó influencias del cine soviético. Aunque el proyecto de realizar nuevas películas fue anulado por el gobierno de Cárdenas, Strand abrazó el nuevo medio y al regresar a los EE UU se convirtió en presidente de la compañía Frontier Films, dedicada a los documentales de carácter social. 

En 1949, cuando la caza de brujas hacía la vida imposible en los EE UU para los simpatizantes comunistas —y Strand lo era, aunque nunca llegó a militar en el partido—, el fotógrafo decidió cortar con la "intolerancia" de su país e instalarse en Orgeval, un pequeño pueblo del norte de Francia. Se mantuvo exiliado durante 27 años, hasta su muerte, pero nunca aprendió a hablar francés.

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