Van Dyck, el maestro flamenco para el que todos querían posar

  • Estilizaba los cuerpos alargando las proporciones y a la vez captaba con realismo el gesto y el lenguaje corporal del modelo.
  • Niño prodigio de la pintura, Anton van Dyck (1599-1641) llegó a ser el retratista más reputado entre las cortes europeas.
  • Una muestra en Nueva York ilustra la versatilidad y elegancia del maestro flamenco y la pone en contexto con obras de Rubens, Jordaens y Lely.
'Margaret Lemon', óleo de Van Dyck fechado en torno a 1638
'Margaret Lemon', óleo de Van Dyck fechado en torno a 1638
Anthony van Dyck - Private collection, New York
'Margaret Lemon', óleo de Van Dyck fechado en torno a 1638

En la Europa del siglo XVII, aristócratas, notables y poderosos suspiraban por tener a Anton van Dyck (1599-1641) como retratista. El pintor flamenco solía representar a sus modelos en cuidados marcos arquitectónicos y añadía elegancia a la figura alargando las proporciones.

Llama la atención la singular perspectiva que empleaba, como si él estuviera ligeramente por debajo y ellos en una especie de pedestal. La viveza del lenguaje corporal y de los sutiles gestos faciales convierten el retrato en un reflejo fiel y al mismo tiempo mejorado de la realidad.

'Anatomía del retrato'

Van Dyck: The Anatomy of Portraiture (Van Dyck: anatomía del retrato) ilustra el talento del autor para plasmar la esencia de sus modelos. La Frick Collection de Nueva York —una pinacoteca fundada a partir de la colección personal de arte del magnate estadounidense Henry Clay Frick (1849-1919), que poseía ocho cuadros del artista— organiza con esta exposición la mayor sobre el maestro organizada en más de 20 años en los EE UU.

Niño prodigio, aprendiz de Hendrick van Balen y, ya en la adolescencia, asistente de Pedro Pablo Rubens en encargos de gran formato, fundó su propio taller a los 16 años. Pasó seis años en Italia, donde se le consideraba heredero natural de Rubens, pero fue precisamente en ese periodo cuando encontró su estilo propio, más refinado y psicológico. Pintor en las cortes más sofisticadas de Europa, Carlos I de Inglaterra lo convirtió en su retratista oficial.

Hasta el 5 de junio, el museo reúne cerca de un centenar de obras en orden cronológico que ilustran la versatilidad y la inventiva del que comenzó como un ambicioso aprendiz y alcanzó la fama como uno de los pintores más reputados de su época. Una pequeña selección de piezas de Rubens, Jacob Jordaens y Peter Lely —estos dos últimos claramente influidos por él— ponen en contexto la producción del autor.

La cortesana Margaret Lemon

Con préstamos procedentes de instituciones como el Palazzo Pitti de Florencia, el Museo del Prado de Madrid o el British Museum de Londres, así como de colecciones privadas británicas y estadounidenses, entre la lista de óleos exclusivos destaca el retrato del cardenal Guido Bentivoglio. La obra, tras la muerte de Van Dyck un referente que emularon los pintores barrocos en los retratos a cardenales, ha abandonado Italia, con motivo de la muestra, por segunda vez en la historia desde su creación en 1623.

Otra de las obras reunidas y que también fascinarían a generaciones posteriores de artistas es el retrato que el artista hizo en 1638 de la cortesana Margaret Lemon, posiblemente también su amante. La mujer joven aparece en tres cuartos de perfil, tocando con delicadeza la tela que cubre su hombro, un gesto que imitarían muchos en retratos del siglo XVII.

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