La nostalgia comunista 'kitsch' de la fotógrafa Eugenia Maximova

  • La fotógrafa expone en Madrid 'Nostalgia asociada', una serie sobre la melancolía por los elementos más naíf del 'lujo modesto' en los países de la URSS.
  • Nacida en Bulgaria (1973) y licenciada en Periodismo en Viena empezó a hacer fotos de un modo catártico para superar la muerte, en 2005, de su madre.
  • La nueva serie, que también se edita en libro, está formada por naturalezas muertas donde dominan el plástico, el hule, los colores vivos y la nostalgia.
Uno de los bodegones de Eugenia Maximova
Uno de los bodegones de Eugenia Maximova
© Eugenia Maximova
Uno de los bodegones de Eugenia Maximova

Naturalezas muertas o tableaux donde las composiciones explotan en colores vivos hasta lo chillón: juguetes plásticos, floreros de dudoso gusto, lápices, tarros de compota casera, algunas frutas humildes —manzanas, una sandía...—, flores silvestres y, siempre, telas de hule de esas que eran la mantelería universal hasta hace no demasiado tiempo colocadas como foros para enmarcar el fondo de cada fotografía y dejar que la composición parezca mimetizarse. Las imágenes de Eugenia Maximova (1973) se dejan llevar por la nostalgia.

Tratándose de una mujer nacida en Ruse (Bulgaria) durante el dominio ideológico de la URSS, es natural que la melancolía de la fotógrafa esté marcada por el "lujo modesto" de una república-satélite del comunismo soviético. De ahí el tono kitsch de sus trabajos y la fabricación de un mundo que parece una extensión del que se mostraba en los escaparates de las tiendas o en las vitrinas de las casas búlgaras durante los años soviéticos.

'Luminosas y levemente jocosas'

"¿Cómo elogiar implícitamente el kitsch en imágenes elegantes, luminosas, levemente jocosas, brillantes y sin efectos?", se preguntan desde la editorial La Fábrica al hablar del libro que acaban de publicar con la última serie de Maximova, Associated Nostalgia —así, en inglés, Nostalgia asociada [84 páginas y un PVP de 35 euros]—. Señalan como respuesta la que propone Christian Caujolle en el prólogo del fotoensayo: con "vibrantes naturalezas muertas" montadas con "objetos decorativos del pasado con los que la artista convivió en las casas de su infancia en Bulgaria".

Las imágenes "hablan de un deseo de modernidad" compartido por los habitantes de la parte oriental del Telón de Acero durante una época "casi olvidada". En el viaje de retorno al paisaje sentimental de su infancia y adolescencia, Maxinova reconstruye las únicas vías de escape posibles, mundos simples pero de plástico con flores de todos los colores, sustitutos saturados para la escasez de bienes materiales y objetos, celestiales vías de escape de un rechamante subido.

Sin títulos ni textos

El libro reúne 40 fotografías que de "forma limpia, sin fichas técnicas, nombres, fechas o textos", recorren el pasado para materializarlo. "De eso se trata, finalmente. De esa nostalgia contenida en el título, que recuerda a la infancia de la autora, a su día a día, a su abuela, que fue quien cultivó la sensibilidad de Eugenia hacia todos esos objetos atesorados", añade Caujolle en el prólogo.

El espacio de exposiciones de La Fábrica mostrará, hasta el 18 de octubre, una selección de fotos de la última serie de una fotógrafa que iba para periodista científica —estudió en Viena—, pero terminó en la senda de la cámara y la imagen como una respuesta catártica a la muerte, en 2005, de su madre. Ha declarado que las fotos le ayudaron a "escapar de la realidad desgarradora" de la pérdida, a "superar el shock y disminuir la quemazón del dolor".

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