El presidente de la CEOE, Juan Rosell, ha dicho este lunes que Europa "hará todos los esfuerzos" para acoger al mayor número posible de inmigrantes, si bien considera que no podrá absorber a todos los que querría y que deberá ser un número "razonable".

Durante una rueda de prensa sobre el proceso soberanista catalán, Rosell ha explicado que Europa "no tiene capacidad infinita de acoger a una cantidad infinita de inmigrantes" que quieren venir atraídos por su bienestar. "No se trata de un problema europeo, sino mundial", ya que los emigrantes se dirigen hacia Estados Unidos y Europa procedentes de países en los que "hay dificultades, guerra y pobreza", ha explicado Rosell.

Resulta destacable que el presidente de la patronal se refiera exclusivamente como emigrantes, y no como refugiados, a las miles de personas que están pidiendo asilo en lo que ya se considera la mayor crisis de desplazados desde la Segunda Guerra Mundial. Cabe recordar que la mayoría de las casi 350.000 personas que han atravesado el Mediterráneo en lo que va de año son refugiados que huyen de la guerra en Siria, Irak y Afganistán y que están amparados por los tratados internacionales que rigen en la Unión Europea.

Rosell ha recordado que España ya hizo "un gran esfuerzo" desde el año 2000 y hasta 2008, cuando acogió a más de 5 millones de inmigrantes", y no ha dudado en echarles la culpa de las dimensiones del paro en España.  Es el motivo por el que "el paro ha adquirido en esta crisis mayores dimensiones", ha dicho.

En la línea de lo afirmado por Rosell se ha expresado también, durante el mismo acto, el presidente de la Cámara de Comercio de España, Jose Luis Bonet, quien ha asegurado que en Europa "la actitud es de acogida y solidaridad" de estos inmigrantes, aunque "de la manera más ordenada y sin perjudicar a quienes ya viven aquí".

Las declaraciones de Rosell se producen poco después de que Francia anunciara que va a acoger a 24.000 refugiados en dos años. Berlín y París quieren que el mecanismo de reparto sea permanente y obligatorio, al que se oponen los países del este, entre ellos Hungría, cuyo primer ministro, el ultraderechista Víktor Orbán, insiste en aquello de "Hungría para los húngaros".