Siete fotógrafos experimentales defienden la vitalidad del cuarto oscuro y los procesos químicos

  • La exposición 'Luz, papel, proceso: reinventando la fotografía' presenta las obras de siete artistas contemporáneos que siguen trabajando con materiales químicos.
  • La materialidad de las imágenes tomadas con película y reveladas de modo tradicional sigue siendo un campo abierto para el arte.
  • A diferencia de lo que sucede con la impalpable fotografía digital, el proceso de revelado interviene como elemento artístico y amplia la paleta creativa.
Foto de John Chiara realizada sobre papel fotográfico metálico caducado y revelada en una tubería de PVC
Foto de John Chiara realizada sobre papel fotográfico metálico caducado y revelada en una tubería de PVC
The J. Paul Getty Museum, Los Angeles © John Chiara 2014
Foto de John Chiara realizada sobre papel fotográfico metálico caducado y revelada en una tubería de PVC

Si algo se puede achacar a la fotografía digital es la suficiencia con que ha borrado de un plumazo y a velocidad supersónica los procesos tangibles que desde el siglo XIX definían el arte de convertir una parte de la realidad en una imagen en dos dimensiones. Como si de habilidades anacrónicas se tratase, los trabajos de revelado y positivado en el cuarto oscuro han quedado aparcados en un limbo al que sólo parecen dedicarse algunos artesanos, a menudo acusados de nostálgicos, y ciertas tribus de jóvenes hipster dispuestos a pagar precios irracionales por materiales —películas, líquidos, papel, material de laboratorio...— que hasta hace nada eran asequibles.

La exposición Light, Paper, Process: Reinventing Photography (Luz, papel, proceso: reinventando la fotografía) no tiene espíritu reivindicativo, pero sí funciona como un recordatorio de que quizá estén en peligro la experimentación y el juego con los soportes y los procedimientos, valores tradicionales de las fotos que permitieron su desarrollo como forma expresiva artística. La muestra colectiva, en el museo Getty de Los Ángeles (EE UU hasta el seis de septiembre, demuestra que aún está vivo, aunque quizá no le quede demasiado por delante, el "espíritu de invención y descubrimiento" de la fotografía química.

Afán de experimentación artesana

Lo digital, barato sólo en apariencia —los dispositivos de cierta calidad tienen precios estrafalarios al compararlas con sus costes de fabricación—, pero ciertamente fácil, ha convertido las cámaras de fotografía en "metralletas" y provocado, como consecuencia de la generalización de las fotos líquidas del silicio, la desaparacición de la industria de las películas químicas y los pequeños laboratorios que poblaban el mundo. Lo que no ha conseguido es derrotar el afán de experimentación artesana que se desarrolla en los cuartos oscuros, sostienen los organizadores de la muestra.

Los siete artistas actuales, nacidos entre 1951 y 1982, reunidos en el museo californiano formulan un desafío y son paradójicamente rebeldes al echar mano de los procesos históricos, minoritarios y en trámite de aniquilación por la poderosísima industria digital —la marca que fue líder durante décadas de la foto tradicional, Kodak, tenía 40.000 empleados antes de cerrar por quiebra, mientras Instagram, paradigma de la nueva manera de hacer imágenes, rápidas, divertidas e insustanciales, tiene poco más de una docena de empleados—.

Creadores indóciles

A contracorriente, los artistas de Light, Paper, Process vuelven a lo básico: la sensibilidad a la luz y los tratamientos químicos de películas y papeles fotográficos. El elenco de creadores indóciles está formado por Alison Rossiter (1953), Marco Breuer (1956), James Welling (1961), Lisa Oppenheim (1975), Chris McCaw (1971), John Chiara (1971) y Matthew Brandt (1982). Todos son estadounidenses excepto Bauer, que nació en Alemania.

Tienen en común que desplazan la fotografía del estatus de medio que registra el mundo con precisión a una forma de deleitarse con la materialidad del proceso y el soporte. Ya sea porque utilizan cámaras construidas a mano o modificadas, porque no usan ningún tipo de mecanismo de mediación y dejan que la luz sea la que construya la imagen o porque trabajan con películas, líquidos o papeles caducados para que intervenga el azar accidental, consiguen imágenes que parecen ser latentes o estar en permanente transformación.

'Deconstruir el proceso'

Cada uno de los fotógrafos es un ardiente creyente en que el proceso no debe ser "perfeccionado", explica el director del Getty, Timothy Potts. "Estos artistas explotan la capacidad para manipular y deconstruir el proceso fotográfico, colapsándolo y no dejando que se limite a ser un modo de reproducción de la realidad".

El enfoque de Rossiter y Breuer es minimalista: no usan cámara ni película, sino hojas de papel no procesado y caducado. Mientras la primera consigue imágenes que evocan paisajes o abstracciones casi pictóricas, Breuer desgasta, quema o raspa las emulsiones para obtener texturas fotográficas con apariencia de metales, depósitos minerales o derrames de líquidos.

Polaroid y archivos digitales

Welling, que empezó como artista plástico conceptual, ha dedicado las últimas cuatro décadas a la experimentación con fotos documentales. Usa película Polaroid, que combina con archivos digitales y copias impresas de materiales de medios de comunicación. McCaw establece una relación inmediata y visceral entre su objeto, la luz del sol, y el proceso, la impresión de movimiento y destellos de luz creados por el astro sobre el papel fotográfico.

Trabajando con grandes cámaras construidas por él mismo, Chiara contrapone paisajes deshabitados y entorno edificados. Procesa los papeles fotosensibles mediante el vertido de los químicos dentro de una tubería de alcantarillado de PVC que usa como cuarto oscuro portátil y que deja rodar por el suelo para que cada copia se empape al azar de los componentes.

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