De Guichen: Es "injusto" cerrar Altamira y creer que "la única solución es una réplica"

Propone repartir el tiempo de acceso entre prehistoriadores, público y físicos, químicos, restauradores y encargados del PCP

El director científico del Programa de Investigación para la Conservación Preventiva y Régimen de Acceso a la Cueva de Altamira, Gäel de Guichen, cree "injusto" decir que hay que cerrar Altamira al público "porque es una cueva prehistórica" y que "la única solución pasa por realizar una réplica". "Es muy fácil cerrar un monumento basándose en razones de conservación, dejar el patrimonio en la oscuridad o cerrado", apostilla.

Esta es una de la conclusiones del discurso escrito por De Guichen y leído este viernes por la restauradora del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) Concha Cirujano, en la V Escuela de Arte y Patrimonio Cultural 'Marcelino Sanz de Santuola', que se ha centrado en 'La conservación preventiva. El caso de Altamira' y que se ha clausurado este viernes en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander.

En este discurso, el también consejero del director general del Centro Internacional de Estudios para la Conservación y la Restauración de Bienes Culturales (ICCROM) defiende que el Plan de Conservación Preventiva (PCP) de la cueva de Altamira "no sólo no pone en peligro la conservación de las pinturas", sino que mantiene una carga "por debajo" de su capacidad de "absorber las perturbaciones".

Así, este reconocido investigador y experto en conservación preventiva señala que "la conservación no es un objetivo en sí mismo", ya que, en su opinión, es "sólo una herramienta que permite proteger el bien y, a la vez, transmitir al público los mensajes que encierra el bien cultural".

Según De Guichen, las mediciones en la cueva se han realizado y comprobado "más de 60 veces e indican que hoy la cueva absorbe cierta carga humana y que recobra las condiciones iniciales después de transcurrido cierto tiempo". "Paralelamente, las observaciones visuales y las imágenes de las pinturas no muestran ninguna alteración que pueda ser achacada a esta presencia humana", añade.

De este modo, aunque asegura que "es a los responsables a los que toca decidir qué personas están autorizadas a acceder a la cueva", propone repartir el tiempo de entrada "en tres partes iguales" entre los prehistoriadores, "que con su trabajo contribuirán a ampliar el conocimiento sobre este lugar excepcional"; el público, "a quien tenemos el deber de mostrar el trabajo que hacemos y que el derecho de disfrutar del patrimonio cultural"; y los científicos, químicos, restauradores y responsables encargados de aplicar el PCP.

Comparación con otras cuevas

En el discurso, De Guichen afirma que, "efectivamente, la conservación de las pinturas prehistóricas va a depender de las condiciones del entorno —temperatura, humedad relativa, condensación o los microorganismos de las rocas, entre otras—", pero añade que "ningún" físico, químico, geólogo o biólogo "podrá decir si una variación mínima de estos factores tendrá un efecto sobre la pared o sobre las pinturas". Esto es así, precisa, porque "en el caso de la temperatura podríamos estar hablando de una décima de grado".

También realiza una comparación entre Altamira y otras cuevas prehistóricas que reciben visitas, como Font de Gaume, Lascaux o Rouffignac, que tienen las pinturas y dibujos a distintas profundidades y distancias con respecto a su entrada, con una temperatura que mantiene "una gran estabilidad" y una humedad relativa "constante" y por encima del 99,5%.

En cuanto a las pinturas que contienen, detalla que la similitud entre ellas es "alta" porque están sobre el mismo soporte de carbonato cálcico "bajo diferentes formas", están realizadas con la "misma técnica, aunque adaptada al soporte" e "incluso" tienen "los mismos pigmentos".

"Además, en todos los casos, las pinturas se mantuvieron en la oscuridad total durante miles de años y los depósitos de calcita que recubren las pinturas son escasos. En estas condiciones, las cuevas se abrieron al público y aún hoy se permite una presencia humana limitada y controlada", relata.

En este sentido, precisa que sobre el año 2001 la cueva de Lascaux recibía una media de 1.500 visitantes al año y "durante 32 años no había surgido ningún problema", mientras que, en el caso de Altamira, añade, recibía aproximadamente 12.000 visitantes al año en 2002 "sin que aparentemente se hubiera planteado ningún problema en los 20 años anteriores".

"Todo lo expuesto anteriormente nos indica claramente que cada cueva es diferente y que cada una de ellas tiene una manera distinta de absorber las perturbaciones que origina la ocupación humana", apostilla.

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