El poblado de El Ventorro se desmantela entre alegría, lamentos e incertidumbre

  • El desmantelamiento de las últimas viviendas que quedan en el poblado chabolista de la capital se ha llevado a cabo este miércoles.
  • Alrededor de 12 familias se quedan en la calle, aunque la administración les ha prometido estudiar su caso para ofrecerles una solución habitacional.
  • Omar: "Llevo aquí desde 2002 y me dicen que no tengo derecho. No tengo trabajo, hace tres meses que no tengo ingresos, dime: ¿adónde voy?".
Silvia, su marido y sus tres hijos están pendientes aún de que les comuniquen si serán realojados.
Silvia, su marido y sus tres hijos están pendientes aún de que les comuniquen si serán realojados.
JORGE PARÍS
Silvia, su marido y sus tres hijos están pendientes aún de que les comuniquen si serán realojados.

Escombros, botellas de plástico, neumáticos viejos... Tan solo el ladrido de algún perro y los maullidos de un grupo de gatos rompen el silencio en El Ventorro. El último núcleo chabolista de Madrid ya ha dejado de existir. Este miércoles se ha llevado a cabo su desmantelamiento definitivo. "Mucha gente ya se había ido", cuenta Silvia, que lleva aquí viviendo poco más de dos años con su marido y sus tres hijos pequeños: "Hemos vivido en Los Olivos y en El Salobral. De ambos sitios nos echaron sin realojarnos. Ahora estoy pendiente de que nos concedan o no la casa". La familia de Silvia es una de las que aún están a la espera de la decisión de la administración. Otras 65, sin embargo, sí serán realojadas.

"Estoy muy contento pero me da mucha pena dejar la que ha sido mi casa de toda la vida", dice Juan, un vecino que lleva allí desde hace más de 26 años y que se irá a un piso en el que pagará un pequeño alquiler junto a su mujer Pilar y su nieta. Otro vecino, en cambio, al que han concedido una vivienda dice que no se mueve de allí: "Yo no quiero una casa. Si quieren que me tiren la mía, pero yo me voy a quedar con el terreno que me pertenece legalmente".

Pero no todos los vecinos han corrido la misma suerte. Alrededor de 12 familias se quedan en la calle, aunque la administración les ha prometido estudiar su caso para ofrecerles una solución habitacional. En principio solo podían ser realojadas las personas que lleven viviendo allí desde el 31 de diciembre de 2004, que además no tengan propiedades y también que cuenten con ingresos inferiores a 3,5 veces el Iprem. Es el caso de la familia de Hasan y Omar, que vive solo. Algunos miembros de sus familias ya ha sido realojados en pisos de Vallecas y Coslada. Ellos no han tenido esa suerte: "Hemos tenido problemas con el empadronamiento y por eso no nos han dado la casa", señala Hasan, originario de Marruecos, que vive en el asentamiento con su mujer y su hija de apenas un año.

El caso de Omar es más complicado porque cumple todos los requisitos. Sin embargo, los trabajadores sociales del Instituto de Realojamiento e Integración Social (IRIS), dependiente de la Comunidad, dieron un informe desfavorable suyo por no encontrarse viviendo en el poblado. ¿La razón? Omar ha estado trabajando en las obras del metro de Valencia. "Trabajaba de lunes a viernes en Valencia y volvía los fines de semana. Como el personal del IRIS no acude los fines de semana al poblado no ha podido constatar su residencia. Es injusto y por eso hemos recurrido la decisión y estamos a la espera de lo que diga el juez", explica su abogado, Javier Rubio, que asegura que el Ayuntamiento no cuenta con el permiso judicial para derribar la chabola de Omar y la de otras tres personas que también se han quedado sin realojar. "No tienen ninguna autorización judicial", insiste. De hecho, sus chabolas son las únicas que quedan en pie.

"Llevo aquí viviendo desde el año 2002 y me dicen que no tengo derecho. No tengo trabajo, hace tres meses que no tengo ningún tipo de ingreso, dime: ¿adónde voy?", sostiene Omar, que desde su llegada a España en 2001 ha estado trabajando de forma esporádica en la construcción.

Una década de espera

El Ventorro, en el distrito de Villaverde, junto al río Manzanares, empezó como un asentamiento minoritario en los años 50 fruto de la emigración de la gente del campo a la ciudad y fue extendiéndose poco a poco hasta alcanzar el centenar de chabolas. Su desmantelamiento se empezó a planificar en 2005. En 2008, la Comunidad firmó un convenio con el Ayuntamiento para erradicar este poblado, cuyo inicio estaba previsto para 2011, pero el proceso ha sufrido varios retrasos. De esta forma, El Ventorro, último núcleo chabolista en Madrid, ya que El Gallinero no cumple los requisitos para el realojo y la Cañada Real no es un poblado chabolista, se suma a la lista de asentamientos erradicados en la capital junto a El Cañaveral, donde se realojaron 79 familias; el núcleo de las Mimbreras, que supuso el realojo de 66 familias; y Santa Catalina, que afectó a 99 familias.

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