Cuando la fotógrafa estadounidense Sofía Valiente, de 24 años, anunció a su madre que durante un año iba a dedicarse a retratar la vida del centenar de vecinos de Miracle Village (Villa Milagro) la mujer se puso muy nerviosa y no dejaba de preguntar a la hija por qué precisamente había elegido a "aquella gente". Esa respuesta emocional y ajena al razonamiento explica en buena medida el impulso que perseguía la fotógrafa: intentar mostrar la existencia diaria de quienes conviven con una durísima etiqueta social y judicial porque todo el censo de la pequeña población está integrado por personas con antecedentes por delitos sexuales.

El reportaje fotográfico, Miracle Village, que se expone en Londres —galería Daniel Blau, hasta el 13 de febrero— y también ha sido publicado en libro por la editorial italiana Fabrica [130 páginas, 29 euros], muestra sin prejuicios cómo pasan el tiempo los cien vecinos (99 hombres y una mujer) que fueron en su día condenados por los tribunales como delincuentes sexuales. Entre los vecinos que ocupan las 52 casas de dos alturas del pueblo, situado en el sur del estado de Florida, no son admitidos, aseguran los gestores de la comunidad, los diagnosticados como pedófilos ni los secuestradores violentos.

Ganándose poco a poco la confianza de los pobladores de la villa, aislada entre campos de caña de azúcar del condado de Palm Beach y a ocho kilómetros del pueblo más cercano, Pahokee (casi 8.000 habitantes), Valiente logró culminar un documento sincero y sin prejuicios donde no sólo hay retratos directos y a cara descubierta, sino también cartas, paisajes, bodegones y otra documentación —la web de la fotógrafa incluye una muy amplia selección del material—. También habló con los vecinos y les interrogó sobre las razones que les llevaron a Villa Milagro.

La fotoperiodista inicia el proyecto con una cita bíblica del Evangelio según Pablo que condensa sus intenciones: "No hay juicios previos, aquí todos tenemos el mismo nombre". Durante su estancia en el pueblo exploró cómo las personas con antecedentes por delitos sexuales —hay desde acusados de mantener relaciones sexuales consentidas con menores hasta poseedores de material pornográfico— han asumido que el estigma permanecerá con ellos para siempre, aunque les sorprende, dado el carácter de algunos delitos (un chico de 19 años que mantuvo relaciones con su novia de 16), se les considere "monstruos".

Miracle Village fue fundada hace cuatro años por el pastor religioso Richard Witherow, con tres décadas de experiencia en trabajo social en prisiones, como respuesta a las leyes restrictivas contra la libertad de movimiento y residencia de los acusados de infracciones o delitos sexuales. Las del estado de Florida son uno de los marcos legales más duros del mundo: muchos de los vecinos del "santuario" tienen orden de toque de queda a las 19 horas, no pueden ser usar ordenadores o dispositivos móviles ni acercarse a menos de 300 metros de cualquier lugar donde haya niños.

La comunidad, que mantiene un estilo de vida basado en el cristianismo, pretende que el colectivo no se vea abocado a vivir en la calle o en la alienación y pueda convivir en condiciones más humanas e integradoras. La fotógrafa asegura que intentó ser lo más sincera posible al abordar un trabajo documental con un grupo de personas marcadas de por vida de quien casi nadie quiere saber nada una vez que han cumplido las condenas de prisión.

Desde la fundación del poblado —un antiguo asentamiento de temporeros dedicados a la zafra de la caña de azúcar—, Miracle Village ha sido objeto de polémica en la zona. El alcalde de Pahokee declaró en 2011 que reunir a cien delincuentes sexuales es algo "muy pero muy peligroso" y organizó concentraciones de protesta contra la comunidad.