Ada Colau: "La élite política y económica que nos gobierna es una mafia organizada"

Ada Colau, durante su entrevista con 20minutos, en la sede de Guanyem Barcelona.
Ada Colau, durante su entrevista con 20minutos, en la sede de Guanyem Barcelona.
HUGO FERNÁNDEZ
Ada Colau, durante su entrevista con 20minutos, en la sede de Guanyem Barcelona.

Ada Colau (Barcelona, 1974), activista social, fundadora y principal impulsora durante 6 años de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), lidera ahora Guanyem Barcelona, una formación surgida de los movimientos sociales que se presentará a las elecciones municipales en Barcelona y en la que se han integrado Podemos, ICV, EUiA, Procès Constituent y Equo Catalunya. La fórmula está siendo replicada en otras ciudades.

¿Filósofa? ¿Activista social? ¿Política? ¿Cuál es su profesión?

Es sintomático del mundo en el que vivimos el hecho de que a la gente se la defina por su profesión…

¿Y por su dedicación?

Por mi dedicación me parecería más pertinente. Tengo varias caras y facetas como afortunadamente tiene cualquier ser humano. Pero desde luego mi actividad principal podríamos resumirla en una activista por los derechos humanos y la democracia. Es quizás lo que más ha caracterizado el curso de mi vida.

¿No se siente cómoda con el perfil de política?

La política constituye el ADN del ser humano, y en el mejor de los sentidos. La política para mí es ese impulso social que tenemos los humanos de juntarnos con los otros para intentar mejorar nuestras condiciones de vida. En ese sentido, me parece de lo más noble que puede caracterizar a un ser humano, junto con la cultura y el arte. Es algo de lo que estar orgullosos. Lamentablemente, la política profesional ha desvirtuado la política con mayúsculas. Creo que hay que recuperar esa política usurpada por la política profesional y por la política corrupta. Hay que recuperar la política con mayúsculas, porque nunca debería haber dejado de ser un patrimonio colectivo en el que cualquiera puede hacer política.

¿Por qué estudió Filosofía? ¿Barajó alguna otra posibilidad de estudios?

Estudié Filosofía por vocación. Lo tuve muy claro desde que cayó en mis manos una autobiografía de Simone de Beauvoir y a partir de ahí conocí el existencialismo francés. Toda esa curiosidad que había tenido desde muy pequeña, las inquietudes que había tenido, la crítica hacia mi entorno y muchas preguntas sin respuestas… Tuve claro que por vocación quería estudiar Filosofía.

Las movilizaciones contra la Guerra del Golfo, el movimiento okupa, las movilizaciones contra las reuniones del G8… ¿Qué pesó más en sus orígenes como activista social?

Ha habido diferentes fases. La universidad es un momento importante, ahí fue donde tuve mi primera práctica política. En las asambleas de la facultad, participando en los órganos de gobierno de la facultad. Pero la que me cambió más mi forma de ver el mundo y mi forma de actuar fue seguramente en las movilizaciones antiglobalización. En 2001, después de Seattle, de Praga, se organizan movilizaciones muy grandes aquí, en Barcelona, contra el Banco Mundial. Por conocidos, yo entré en contacto con esas movilizaciones, y muchas inquietudes y muchas cosas que no me cuadraban de repente empezaron a tener un relato global alternativo a la globalización neoliberal. Muchas cosas que ahora se están denunciando y que se han generalizado como crítica, por ejemplo la democracia secuestrada, arrancan ahí, se empiezan a denunciar ahí. El hecho de que hay un poder económico profundamente antidemocrático que está decidiendo, cuando deberíamos estar decidiendo los ciudadanos que vamos a votar en las elecciones

Los movimientos sociales, el origen del cambio

Los últimos años los ha dedicado fundamentalmente a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Haga un balance, ¿cuántos desahucios impidieron, cuántas personas rescataron…?

Para mí la Plataforma ha sido de los procesos de transformación más profundos e importantes que yo haya vivido en toda mi vida política. Desata los conflictos de forma descarnada. Las acciones en los bancos, los escraches, las recogidas de firmas… Pero más allá de todas las acciones, se han conseguido muchas pequeñas grandes victorias. Paralizar miles de desahucios, cuando era impensable al principio de la crisis. Forzar a los bancos a negociar miles de daciones en pago. Alquileres sociales. Movilizar a los jueces, que es un colectivo que habitualmente no se moviliza y no se posiciona. Conseguir el apoyo de instituciones nada antisistema como el Parlamento Europeo. Se han conseguido muchas pequeñas grandes victorias, pero la gran victoria de la Plataforma en realidad ha sido demostrar el poder de la gente. Demostrar que la gente más excluida, la más ninguneada, la más culpabilizada y criminalizada, la gente expulsada del sistema, sin trabajo, sin vivienda y encima criminalizada, tienen un poder absolutamente desconocido y casi sin límites.

¿Cree que todo eso cambió la percepción de la sociedad española sobre ese problema, hacia una mayor sensibilización?

Totalmente. Cuando empieza la crisis, es dramático el hecho de que los propios responsables de la crisis —de forma muy hábil, hay que reconocerlo—, rápidamente ponen en marcha un discurso oficial que se retransmite por los principales medios de comunicación 24 horas, donde igual que durante la burbuja escuchábamos 24 horas que la vivienda era la mejor y más segura de las inversiones, en cuanto estalla la crisis empezamos a escuchar por todas partes que es que ya está bien, que los españoles siempre han querido vivir por encima de sus posibilidades, que todos quieren ser propietarios. Es la estigmatización de las víctimas de la crisis por parte de los propios responsables, que son evidentemente las entidades financieras y las grandes empresas inmobiliarias. Pero sobre todo los responsables públicos, que son los que deberían haber intervenido para corregir esa situación y empiezan a hacer una versión oficial de la crisis donde básicamente la población es la gran culpable. Ahora, después de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, después del 15M, se ha cambiado ese imaginario social y esa versión oficial, pero costó muchísimo. Cuando empezó la crisis, lo más difícil de todo fue que las víctimas no se percibieron como víctimas, porque realmente vivían culpabilizadas y, en lugar de pensar en protestar frente a la entidad financiera o frente al responsable gubernamental, estaban pensando en tirarse por el balcón o irse del país. Ese era nuestro mayor problema, que la gente no pensaba en movilizarse y en reivindicar derechos, sino que se culpabilizaban….

¿Ese era el mayor problema, y eso es la mayor transformación?

Exacto, por eso decía que lo más grande que ha conseguido la PAH es cambiar la confianza, la autoestima, el estado de ánimo de la población...

Pero el problema sigue, los desahucios siguen.

Los desahucios siguen a un ritmo muy parecido. Es muy escandaloso que todavía estemos hablando de un problema de 80.000, 100.000 ejecuciones hipotecarias anuales después de todo lo que se ha denunciado, después de todas las movilizaciones. Sin embargo, los desahucios que llegan a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca se paran todos. Todos. Todavía hay mucha gente que por vergüenza, por miedo, por desconocimiento, no va a una plataforma, pero los que van a las plataformas se paralizan prácticamente todos. El problema no se está resolviendo, pero está mutando. Por ejemplo: ahora aumentan muchísimo más los desahucios por impago de alquiler. Los bancos además están en el punto de mira de las críticas sociales, con lo cual a la mínima que hay un poco de movilización es mucho más fácil parar un desahucio. Los desahucios por impago de alquiler, son muchísimos más rápidos que los hipotecarios y estos son los que están aumentando ahora.

Hace tres o cuatro años, usted tuvo ofertas de dos formaciones políticas convencionales para pasar a la política…

Sí, en las anteriores catalanas, Iniciativa per Catalunya y la CUP me propusieron ir a las listas.

¿Y por qué no lo hizo?

Pues porque mi campo de intervención era la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y el campo social, y no me había planteado la política profesional y dije que no creía en los fichajes individuales. Me parece muy legítimo que se hagan quien los quiera hacer, pero yo no quería, creía que iba a aportar más estando en el activismo social que no haciendo un fichaje individual.

¿Y por qué ahora sí?

Porque no se ha hecho ningún fichaje individual. Ahora estamos en un contexto de oportunidad que no existía hace cuatro años. La crisis también ha traído cosas buenas, ha habido una repolitización de la sociedad después de años de consumismo, de individualismo y de despolitización. La gente se ha dado cuenta de que, efectivamente, solo hay democracia si la ejercemos en el día a día y no solo votando cada cuatro años. En ese proceso de repolitización de la sociedad y de empoderamiento ciudadano, ahora hay un contexto de oportunidad para hacer una democracia real.

Me está contando su paso a la política, digamos convencional, como un paso colectivo, no como un paso de una persona concreta.

Exacto, exacto.

Es curioso. Hace unos días un dirigente político emergente, de perfil parecido al suyo, me decía "a Ada Colau le falta un afán de liderazgo. Viene de asociaciones y colectivos, y no quiere asumir que tiene un tirón personal muy superior al de sus propios colectivos". ¿Es así?

Yo creo que no, creo que hay muchas maneras diferentes de ejercer el liderazgo. Apuesto por una forma de liderazgo distribuida y con gestión colectiva. Creo que tiene mucha más potencialidad transformadora y democratizadora el hecho de asumir que hay liderazgos, porque hay múltiples liderazgos, más allá de los más visibles y los más mediáticos. En el conjunto de la sociedad hay múltiples liderazgos.

Otras maneras de ejercerlos…

Hay muchas maneras de ejercer el liderazgo. Hay una forma digamos más clásica, vertical, incluso diría masculina; y hay otra forma más cooperativa, más democrática, más horizontal, más femenina también podríamos decir. Creo que hace falta una feminización de la política. La política ha sido básicamente masculina, muy competitiva, muy vertical, muy poco participativa. Y hay unos valores que se han defendido en una sociedad patriarcal mucho más desde las mujeres que defiende una política más cooperativa, menos competitiva, más colectiva, menos individualista. Yo me reconozco en esos valores.

En Podemos ¿usted hubiera celebrado que hubiera al frente más mujeres?

Sí, pero no creo que sea responsabilidad de Podemos. Estamos en una sociedad que claramente es todavía hoy machista y en la política hay muy pocas mujeres en general. No es una anécdota, ni una excepción. Desgraciadamente es la norma y efectivamente algo pasa si cuando somos la mitad de la población y ya llevamos décadas de democracia y de educación en paridad, en cambio esa paridad no llega a la participación en la política.

¿A qué aspira Guanyem?

Guanyem aspira a ganar las elecciones municipales en Barcelona.

¿Por eso es una utopía, un sueño o una realidad?

Guanyem no es una utopía, es una realidad. Si no, mucha gente no estaríamos dando este paso.

¿De dónde viene esa convicción?

Viene del momento en el que estamos, de una crisis de régimen profunda, donde quienes han gobernado las instituciones a todos los niveles (municipal, autonómico y estatal) han gobernado beneficiando los intereses de la minoría a costa de empobrecer a la mayoría en convivencia con los poderes económicos, que son corruptos. Y ahí están múltiples casos que hoy están deslegitimando nuestras instituciones y que están alejando la política institucional de la ciudadanía. Frente a eso había un gran peligro de crisis democrática y que podía generar fenómenos muy preocupantes, como está pasando en Francia con el auge de partidos neofascistas, como el de Marine Le Pen, o como fue el berlusconismo en Italia, cuando también hubo una crisis de corrupción generalizada. Yo creo que afortunadamente tenemos que estar muy orgullosos porque en el Estado español ha habido una reacción ciudadana, yo creo que muy madura, muy valiente y muy ilusionante.

¿Con movimientos como el suyo y otros?

Como el mío, como el que participo yo, pero como fue el 15M. Creo que ha habido muchas fases y diferentes expresiones y Guanyem participa de esa revolución democrática en curso. Frente a esta crisis —que no es solo económica sino sobre todo política— en lugar de inhibirnos vamos a asumir la corresponsabilidad como ciudadanía de salir de esta crisis mejor de cómo entramos a ella y ver en esta crisis una oportunidad para democratizar el país. Y eso es muy difícil, es un gran reto pero también es apasionante.

¿Guanyem tiene alguna relación con Ganemos Madrid?

Tiene relaciones cordiales, porque Guanyem ya dijo que somos un proyecto municipal para la ciudad de Barcelona que no pretende crear una marca ni catalana ni estatal, que no pretende tutorizar o aprobar otros proyectos. Además la razón de ser del municipalismo es precisamente que sea la propia realidad local la que articule y valide, porque hay realidades muy distintas entre ciudades. No hay una única fórmula que se extrapole. Esa naturalidad política de la ciudad de Barcelona no es la misma que la de otras ciudades. No creo que haya una fórmula única que se pueda aplicar, pero también por otro lado es evidente que somos expresiones de una misma revolución democrática, en ese proceso de empoderamiento y participación ciudadana.

¿Ve posibilidades de hacer una vía madrileña?

Nosotros mantenemos relaciones con varios Ganemos que han surgido: el de Madrid; Marea Atlántica en A Coruña, en Málaga, Zaragoza... Vamos a reconocer como afines aquellos procesos, que compartan objetivos y método. Por ejemplo Ganemos Madrid ha hecho lo más importante, que es validarse con la propia ciudadanía y ha recogido 30.000 firmas, que también fue la meta que nos pusimos nosotros y a partir de ahí a nosotros nos conviene mantener esas relaciones también para poder aprender mutuamente de aciertos y errores y compartir, que seguro que tenemos muchísimo para compartir.

El proceso soberanista en Cataluña

¿El 9N usted votó?

Voté "sí, sí". Lo dije públicamente: sin ser nacionalista ni independentista, voté "sí, sí".

¿Cuál es su posición personal con el proceso soberanista?

Para mí las fronteras nacionales es un horizonte a superar, no a reforzar. Estamos en un mundo globalizado donde las fronteras hoy solo existen para los pobres, literalmente. La valla de Melilla es una gran demostración de eso. Los ricos y las mercancías, el dinero, no tienen fronteras y se mueve de paraíso fiscal en paraíso fiscal, sin ningún límite. Quienes tienen problemas con las fronteras son los pobres. Para mí, mi horizonte político es superar las fronteras en general, en Cataluña, en España y en Europa. Ahora bien, como evidentemente una cosa es tener un horizonte ideal y otra cosa la realidad actual, está claro que hay un problema con el modelo de Estado español que heredamos de una dictadura y de una transición hecha de una determinada manera. Ese modelo se ha agotado a muchos niveles, en su nivel centralista y en su relación con las periferias y con los diferentes pueblos que componen el Estado.

¿Todo eso hay que revisarlo?

Todo eso hay que revisarlo, es evidente que eso ha caducado, y yo creo que la movilización catalana lo demuestra. Aquí hay un deseo legítimo de más y mejor autogobierno y de más y mayor democracia, por tanto también de descentralización y ese principio democrático es irrenunciable. Entonces, si hay un 80% de la ciudadanía que quiere ser consultada y quiere decidir sobre su relación con el Estado, me parece que eso es de mínimos democráticos. Eso debería ser la norma y no la excepción. Por eso he defendido la consulta y hasta si hacía falta la desobediencia civil. Creo que la consulta, insisto, debería ser la norma y no la excepción democrática. Ahora bien el posicionarme por el "sí, sí", sin ser independentista lo hice en un momento en el que yo, como creo que mucha otra gente no nacionalista veíamos una oportunidad democratizadora. En ese "sí, sí", veíamos una oportunidad de potenciar un proceso constituyente, más allá de la cuestión independentista catalana. Yo me plantearía volver a votar "sí, sí", siempre y cuando vea esa oportunidad democratizadora. Creo que estamos en un momento crítico, donde habiendo una mayoría social que quiere más y mejor democracia y que está por el derecho a decidir de forma legítima, ahora hay un secuestro partidista de esa movilización. Clarísimamente. Se simplifica en Mas. Un partido como CiU que jamás ha creído en el derecho a decidir, que está en crisis absoluta por los casos de corrupción estructurales que tiene, por unas políticas de recortes absolutamente criminales que han puesto en peligro la vida de la gente, de miles de catalanes… ese partido en crisis total está intentando disfrazarse de partido soberanista, que nunca ha sido. Ha sido de los principales aliados del Partido Popular, contra el que ahora tanto se pelea. Claramente está habiendo un intento de uso partidista, un secuestro partidista de ese proceso. Lo mejor del proceso del derecho a decidir es rescatable si la ciudadanía vuelve a recuperar el protagonismo de ese proceso.

¿Pero dónde cree que acaba el proceso, dónde estaremos en medio año, en un año?

Depende de muchas cosas. Podemos es una muy buena noticia para el proceso del derecho a decidir. Antes, en el contexto estatal no había ninguna formación con vocación y posibilidad de gobierno que estuviera a favor de la consulta y del derecho a decidir en Cataluña. Por lo tanto, creo que eso es una ventana de oportunidad, hay una posibilidad de que efectivamente haya un proceso constituyente, tanto en Cataluña como en España, que vayan de la mano y que creo que sería la mejor de las salidas en este caso.

Podemos, una "buena noticia", con matices

¿Cómo ve a Podemos, qué es lo que le gusta o lo que no le gusta de Podemos?

Podemos es una muy buena noticia. Creo, de todas maneras, que no hay que caer en el error del fetichismo de las siglas. Aquí el protagonismo es el ciudadano, aquí quien ha pegado un golpe sobre la mesa es la ciudadanía, que hasta ahora no estaba participando políticamente y que frente a los casos generalizados de corrupción, etcétera ha dicho "hasta aquí hemos llegado".

¿El acelerador de ese proceso es la corrupción?

Es uno de ellos, pero también el rescate bancario, que ha sido otro de los casos clarísimos que ha ejemplificado esa pérdida de soberanía y de acaparamiento de los recursos públicos para una elite a quien le da igual la vida de la gente. Más allá de los casos estrictamente de corrupción, hay un secuestro de la democracia. Quienes se están moviendo por intereses privados o particulares jamás van a pensar en el interés general. Frente a eso, ha habido una reacción ciudadana que creo, que ha tenido muchas caras. Ha tenido las Plataformas de Afectados por las Hipotecas, ha tenido el 15M, ha tenido las mareas y ahora también en un ciclo electoral está Podemos, está Guanyem. Pero claramente Podemos ha sabido articular en el momento adecuado ese ansia por una democracia real ciudadana y se ha convertido en una herramienta de esa revolución democrática. Y bienvenida sea.

¿Qué piensa del viaje de Podemos al centro, a la centralidad que dice Pablo Iglesias?

Bueno, yo en realidad creo que no se ha movido tanto.

Pero de sus propuestas en vísperas de las elecciones europeas a las actuales sí han recorrido caminos.

Han ido matizando en el tema de la reestructuración de la deuda, pero yo creo que en el fondo no ha habido grandes matices y además me parece importante destacar que tanto los principales partidos, que se ven amenazados por la presencia de Podemos, como sus medios, han intentado desacreditar a Podemos. Pero también al 15M, o a otras formaciones, como nos pasa a Guanyem. Yo ya lo he conocido eso en primera persona. Sin haber matado a una mosca, me han llamado terrorista, o sea que, ya conozco ese trato. Ha habido un intento de criminalización, de demonización, de situarnos como revolucionarios y radicales, cuando en realidad se están defendiendo el Estado de derecho, se está defendiendo la democracia, se está defendiendo que no haya corrupción…

¿Cree que esa imagen de radicalidad que se está dando de fenómenos como Podemos es falsa?

Es falsa. Se están defendiendo mínimos del Estado de derecho que hoy no están funcionando. Y por lo tanto situar como radical a quien defiende los mínimos democráticos, me parece muy sintomático de la crisis política que está viviendo el país.

Me decía antes de que está convencida que Guanyem puede ganar. ¿Cree también que Podemos puede ganar las elecciones estatales, como dicen algunas encuestas?

Yo creo que sí, no lo van a tener fácil desde luego, les van a poner todos los obstáculos del mundo y el sistema electoral está pensado para que gane el bipartidismo. O sea que, tanto por el sistema electoral como por los medios que puedan controlar los principales partidos como por los ataques que van a recibir, no lo van a tener fácil. Pero yo creo que hay un despertar ciudadano que ya es imparable, afortunadamente. Tardaremos más o menos, pero yo creo que hay un proceso de reconquista de las instituciones democráticas por parte de la ciudadanía. Será con Podemos, o será con Guanyem, o será con otro nombre. Pero ese proceso yo creo que afortunadamente es imparable.

Si un día usted no es alcaldesa y Pablo Iglesias, si es presidente del Gobierno, la llama al Gobierno, ¿se ve de ministra?

No me lo he planteado, en absoluto. Realmente yo he apostado por el proceso municipal en la ciudad de Barcelona y me voy a dedicar en cuerpo y alma a ese proyecto municipalista en la ciudad de Barcelona. Barcelona se puede ganar y hay que ganarla para la ciudadanía, por tanto no me planteo ningún otro escenario.

Otros partidos: PP, PSOE, Ciudadanos, UPyD...

Balances muy rápidos. ¿Qué opinión tiene de tres años de gobierno de Rajoy?

Resumidamente: una involución democrática catastrófica. Una de las cosas que más me preocupan del último gobierno del Partido Popular es que ya no intentan ni siquiera disimular, ya les da igual parecer democráticos. Les da igual rescatar a la banca, desahuciar a miles de personas, que haya corrupción generalizada con una impunidad absoluta. Realmente yo creo que es ya un poco el cuento del rey desnudo, donde efectivamente ya se ve que quien está hoy en el Gobierno está para mantener unos intereses particulares, muy determinados. Y el bienestar de la gente, la democracia, la justicia, la igualdad les traen sin cuidado y ni siquiera se ven en la necesidad de justificarse. Es un peligro atroz, porque estamos frente a una crisis democrática sin precedentes y la única esperanza es la reacción ciudadana que se está dando.

¿Al nuevo PSOE de Pedro Sánchez le da usted más credibilidad que el anterior PSOE de Zapatero o de Rubalcaba?

La verdad es que no. Es tan evidente la operación de maquillaje, creo que no depende de un cambio de caras. La ciudadanía está pidiendo un cambio en las maneras de hacer.

¿Cree que lo ha hecho el PSOE es simplemente un maquillaje?

Pues diría que sí, porque no hemos visto cambios importantes ni reconocimientos importantes de todo lo que se ha hecho mal. No quiero hacer el discurso fácil de que todos los políticos sean iguales, ni que todo el mundo que está en política sea malo. Hay muchísima gente honesta que ha dado toda su vida desde dentro del Partido Socialista para hacerlo lo mejor posible y se han hecho cosas bien y se han conseguido conquistas sociales en este país. No se trata de demonizar y de decir que todo es malo, pero está claro que la forma de hacer política del Partido Socialista, en esa alianza fáctica con el Partido Popular de alternancia en el bipartidismo, hoy forma parte del problema y no de la solución. Son partidos opacos, salpicados estructuralmente por la corrupción, donde la corrupción, insisto, no son manzanas aisladas, sino que son la regla. Y el mantener esas estructuras y esos intereses partidistas se ha antepuesto demasiado al interés general, y ahí están los grandes pactos y las grandes alianzas, como el cambio de la Constitución o el rescate a la banca. Ahí han demostrado de qué lado estaban. Ahora eso hace que no tenga credibilidad, que por mucho que digan, los hechos y las prácticas que acumulan hacen que no tengan credibilidad para formar parte de ese proceso de democratización del país que tanto necesitamos.

¿Cómo ve el fenómeno Ciudadanos? Hay algunas encuestas recientes que dicen que tendrá un papel superior a lo que hasta ahora se apuntaba.

Veo a Ciudadanos como un intento de modernizar la derecha. Si no existe una extrema derecha más fuerte en este país, es porque esta reconoce al Partido Popular. Lo hemos visto con la ley Gallardón, la ley mordaza... Estamos ante el Partido Popular y de la extrema derecha. Ha habido procesos de modernización de la derecha en toda Europa que ha España no han llegado, y creo que Ciudadanos es básicamente eso. Es poner a gente joven con otro lenguaje más fresco, con un discurso anticorrupción, pero que en realidad, si rascas un poco, ves que el discurso económico es exactamente el mismo. Es derecha pura y dura neoliberal. Critica la corrupción, pero aprovecha la crítica a la corrupción para decir que hay que reducir el Estado.

¿A UPyD también lo ve parecido?

Sí, totalmente.

¿Qué opinión tiene del término "la casta"? ¿Es trasladable también a Cataluña, a Barcelona?

Sí, yo creo que sí. Yo creo que es un término que se ha popularizado mucho por el uso de Podemos. Yo habitualmente utilizaba más la palabra "élite". Élites políticas y económicas, que me parece también muy descriptivo de lo que estamos hablando, de esa minoría que está gobernando contra la mayoría. Bueno, yo normalmente he utilizado élite, pero me parece que casta también, porque hace referencia a ese pequeño mundo cerrado, corporativo, donde más allá de ninguna diferencia ideológica ni de valores ni de nada, lo que hay es una mafia organizada que tiene unos intereses económicos muy concretos.

¿Una mafia organizada?

Una mafia organizada. O sea, yo creo que el crimen organizado se ha apoderado de nuestras instituciones en general. ¡Hay tantas pruebas ya! Los casos de corrupción no son manzanas aisladas. Son estructurales. Y más allá de lo que es la corrupción, están las puertas giratorias, la especulación inmobiliaria, toda la corrupción que salpica a nuestros ayuntamientos... Es evidente que hay un problema estructural que forma parte de una forma de hacer sistemática, donde hay una minoría que utiliza los recursos públicos y la capacidad de intervención pública para un beneficio privado. Pues a eso creo yo que se le puede llamar crimen organizado.

Modelo de Estado

¿Necesitamos banca pública?

Yo creo que sí. Claramente, necesitamos una banca pública, pero igualmente también un control de las finanzas privadas. Que haya banca pública no quiere decir que no haya finanzas privadas, pero que tengan un control democrático. Hace falta en general un control democrático de la economía; si no, quien tiene el dinero decide qué política económica se hace. Eso ya lo hemos comprobado. Si solo hay banca privada y no hay ningún control democrático de esa banca privada, es la banca la que decide si se invierte en el ladrillo y que el negocio es el hipotecario y nos hunden la economía del país. Si queremos tener un control sobre en qué se invierte y cuál debe ser el modelo productivo del país, hay que tener un control de la banca privada. Que no quiere decir que solo haya banca pública, no se me confunda aquí con el estalinismo, por favor.

¿Cree que también en algún momento hay que plantear el tema de la forma de Estado, monarquía o república?

Creo que sí, que cualquier democracia normal y saludable sería absolutamente lógico y no sería algo excepcional. El principal síntoma de lo atrasados que estamos democráticamente es que debates de mínimos de sentido común sean tabú, estén vetados. Que en el siglo XXI se dé como un tema tabú que el Jefe del Estado lo tiene que ser por condición hereditaria a mí me parece increíble. Me parece inverosímil que no se pueda hacer un debate democrático. Si el rey Felipe se presenta y gana las elecciones, pues ningún problema, pero que sea democrático.

En un referéndum monarquía-república, ¿qué votaría usted?

República, por supuesto; sin ninguna duda.

¿Cree que también en algún momento la sociedad española, tiene que plantearse o replantearse sus relaciones con la Iglesia?

Sí. Un Estado democrático es un Estado laico y aconfesional, donde no haya privilegios a ninguna confesión religiosa. Con todo el respeto por las creencias religiosas, no se trata de atacar a las creencias, pero que haya instituciones que tengan un trato de privilegio y que no paguen impuestos, que reciban un montón de dinero público sin un control democrático sobre cómo se utiliza ese dinero… eso también es un déficit democrático y por tanto habría que democratizar las relaciones con la Iglesia Católica.

En encuestas como el barómetro del CIS hay una escala ideológica en la que el 1 es extrema izquierda y 10 es extrema derecha, luego el centro es 5,5. ¿Dónde se coloca usted?

Depende. Hay una crisis clarísima de la izquierda ahora mismo, y el fenómeno de Podemos creo que lo ha demostrado. Pero la crisis de la izquierda no es una crisis de valores ni de tradición de la izquierda. Es evidente que hoy la palabra izquierda no es útil para defender muchos de los valores que ha defendido tradicionalmente la izquierda.

Olvidémonos por un momento la crisis de la izquierda. ¿Si el 1 es extrema izquierda y el 10 extrema derecha, dónde se colocaría usted?

Me definiría con valores y con políticas concretas, pero si me obligas a elegir un número, intuyo que podría estar en el 3 o algo así.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento