'El tornillo', un osado espectáculo de ballet censurado por la URSS

  • El ballet, del compositor ruso Dmitri Shostakóvich, tenía coreografías inspiradas en máquinas, acrobacias y vestuarios geométricos y vanguardistas.
  • Estrenada en 1931 y acusada de ser una burla encubierta, cuenta la historia de un obrero vago que quiere sabotear la maquinaria de una fábrica.
  • Una muestra recopila en Londres ilustraciones, fotos, diseños y objeto de la época del montaje original.
'El infante de marina japonés', diseño de vestuario de Tatiana Bruni para el ballet 'El tornillo'
'El infante de marina japonés', diseño de vestuario de Tatiana Bruni para el ballet 'El tornillo'
Tatiana Bruni - Courtesy GRAD and St Petersburg Museum of Theatre and Music
'El infante de marina japonés', diseño de vestuario de Tatiana Bruni para el ballet 'El tornillo'

Aunque el Partido Comunista de la Unión Soviética tenía oficialmente a Dmitri Shostakóvich (1906-1975) entre sus artistas leales, también solía despertar suspicacias en la URSS y fue siempre objeto de discusiones sobre si era o no en realidad un opositor en la clandestinidad.

Uno de los más importantes compositores del siglo XX, estaba interesado en la política sólo como mundo perverso e ideal para la sátira. El régimen soviético se dedicó a ensalzarlo y a denostarlo a partes iguales, encumbrándolo a veces como gran talento de la "Nueva Rusia" y hundiéndolo cuando el crítico o el político más paranoide interpretaba sus piezas musicales como demasiado elitistas o como posibles burlas al sistema.

El ballet El tornillo (1931) ha quedado en la historia como uno de los proyectos más audaces y brillantes de Shostakóvich. El experimento musical y visual supuso un arriesgado escándalo para el autor, que no se cortó al escribir la historia, una sátira llena de tejemanejes y conspiraciones protagonizada por personajes cómicos. El diseño del vestuario acompañaba a las coreografías y la música con modelos de la más genuina vanguardia rusa y que realzaban la estrechez de mente de "burócrata pomposo", la despreocupación del borracho o la timidez cuadriculada de la taquígrafa.

Un montaje industrial

La galería GRAD de Londres —centrada en arte y diseño rusos de todas las épocas— rescata del olvido el ballet de Shostakóvich e inaugura el 6 de diciembre Bolt, una exposición con llamativas ilustraciones de los trajes, fotografías de la época y la música del compositor con la intención de trasladar al espectador al ambiente fantástico y mordaz de la obra.

Basada en una historia real, la trama cuenta las hazañas de Lyonka Gulba, el trabajador indolente de una fábrica. Tras ser despedido, Gulba (que en ruso significa vago), en busca de venganza, persuade a una chica para tirar un tornillo en el interior de la maquinaria y colapsarla. El montaje industrial contaba con acrobacias y movimientos aeróbicos, martillos reales y coreografías basadas en máquinas.

Le llovieron las críticas, las voces oficiales la consideraron una burla encubierta. El espectáculo fue estrictamente prohibido al poco tiempo de su estreno en el Teatro Académico de la Ópera de Leningrado y las piezas de la muestra son los únicos documentos visuales del proyecto original. Tuvieron que pasar 74 años para se representada de nuevo, reconstruida por el ballet Bolshoi en 2005 con Alexei Ratmansky como director.

Bloques geométricos de colores vivos

Hasta el 28 de febrero, la exposición despliega las ilustraciones de los trajes inteligentes y grotescos de la artista y diseñadora Tatiana Bruni (1902-2001) que vistieron al elenco de actores. Los bloques geométricos de colores vivos de los dibujos de Bruni representan el apogeo de la escenografía experimental en la Rusia posrevolucionaria y tienen ecos de la mejor cartelería propagandística soviética. Con libreto de Vladimir Smirnov, la música de Shostakovitch era una mezcla de géneros populares rusos y música clásica en la misma línea que las coreografías de Fedor Lopukhov.

No es una casualidad que un espectáculo así se creara en 1931. La literatura y las artes visuales vivían un momento de cambios bullentes en la URSS, las vanguardias más estimulantes habían aprovechado la revolución política.

Pero el rechazo de la crítica era un indicativo de que la prosperidad creativa llegaba a su fin: el régimen estaba interesado en avanzar hacia un realismo social y no había lugar para la imaginación ni la diversidad de estilos. Fue justo en 1932 cuando se aprobó el Decreto sobre la Recostrucción de las Organizaciones Literarias y Artísticas, una medida diseñada para coartar la independecia artística.

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