Nicolás Muller, el fotógrafo húngaro que retrató palmo a palmo la España franquista

  • Huyendo de los nazis terminó en 1947 en España vinculado a la 'Revista de Occidente', recorrió el país haciendo fotos y murió en una aldea de Asturias.
  • El Jeu de Paume de París exhibe 'Trazos de un exilio', una muestra comisariada por Chema Conesa que resume la inmensa obra como reportero del fotógrafo.
  • Consideraba que la cámara era 'un arma para documentar la realidad'.
Foto de Nicolás Muller en la Casa de Campo de Madrid en 1950
Foto de Nicolás Muller en la Casa de Campo de Madrid en 1950
© Nicolás Muller
Foto de Nicolás Muller en la Casa de Campo de Madrid en 1950

El fotógrafo Nicolás Muller, uno de los pocos reporteros a los que se puede aplicar con propiedad la característica de nato, llegó al mundo y lo abandonó en pueblos rurales. Nació en 1913 en Orosháza, que entonces formaba parte del Imperio Austrohúngaro y ahora está en la zona suroriental de Hungría, y murió a los 87 años, en 2000, en Andrín (Asturias).

Entre uno y otro momento, huyó de la persecución nazi, vivió exiliado en Francia, Marruecos y Portugal, se estableció en España en 1947 —adquirió la nacionalidad española a finales de la década siguiente— y, sobre todo, en cualquier punto de esa agitada vida, no dejó de hacer fotos que consideraba "comprometidas", según el mismo decía, porque la cámara es "un arma para documentar la realidad".

Pasmosos reporteros húngaros

La exposición Nicolás Muller (1913-2000). Traces d'un exil (Trazos de un exilio) lleva a París la obra de uno de los pasmosos reporteros húngaros del siglo XX, aquella estirpe de cronistas geniales (Robert Capa, Kati Horna, Eva Besnyö...) de la valentía del ser humano en unos tiempos especialmente convulsos. Del 22 de noviembre al 31 de mayo de 2015, la antología, comisariada por el fotoperiodista español Chema Conesa, está en cartel en el museo de la capital francesa consagrado a la fotografía, el Jeu de Paume.

De Muller se puede afirmar sin un ápice de exageración que fue un olvidado por la historia y que su obra magnífica —dejó 14.000 negativo— y novedosa —introdujo en España el documentalismo en una época especialmente peligrosa para ejercerlo, la posguerra— sólo ha comenzado a ser alabada y colocada en el lugar que merece gracias al redescubrimiento que promovió Conesa cuando montó en Madrid, en 2013,  la exposición que ahora llega a París.

Campesinos, estibadores, vendedores callejeros...

Nacido en una familia burguesa de origen judío, Muller hizo lasprimeras fotos a los 13 años y, pese a que estudió Dereceho y Ciencias Políticas, le cautivó el registro con una cámara de las actividades humanas de las capas más desfavorecidas de la sociedad. Antes de escapar de Hungría retrató a campesinos en faena, estibadores portuarios, vendedores callejeros y niños sin destino.

Mantuvo esta línea social —"el artista que tiene en su mano una cámara fotográfica tiene un instrumento único para poder expresar con ella su pensamiento, sus ideas y creo que esto significa una cierta obligación", decía— en su peregrinaje por Francia, Portugal y Tánger, entonces protectorado español en Marruecos. En esta ciudad, donde vivió siete años ("los más felices de mi vida", recordaría más tarde), conoció y trabó amistad con Fernando Vela, secretario de José Ortega y Gasset, quien le abrió las puertas para colaborar en la Revista de Occidente, la única publicación cultural consentida por el franquismo.

'Construir la realidad'

En colaboración con notables escritores de la España de la dictadura (entre ellos Azorín, Dionisio RidruejoJulio Caro Baroja), Muller publicó una amplia  serie de libros ilustrados con fotografías. Se trataba de volúmenes que, bajo la apariencia de estudios descriptivos de las bellezas naturales y grandezas históricas de las zonas de España, permitieron al reportero recorrer el país palmo a palmo. Según Conesa, fue el fotógrafo que enseñó a las generaciones posteriores de reporteros españoles a "construir la realidad" pese a las dificultades de mostrarla frontalmente en los años más oscuros del franquismo.

Hasta su jubilación a los 68 años, el reportero se mantuvo fiel a los principios de la fotografía documental. "El fotógrafo tiene una ventaja sobre los demás artistas: la credibilidad de su obra. El pintor al fin y al cabo pinta lo que quiere, el fotógrafo está sólamente reproduciendo la realidad. Hoy esta credibilidad está menguando. Lo que llamamos fotografía creativa, que es la manipulación de una foto dentro o fuera del laboratorio, ha creado una imagen que poco tiene que ver con la realidad y tampoco necesita ser creíble. Esto, naturalmente, es perfectamente lícito. Lo que pasa es que el fotógrafo, que previamente podía ser considerado como cronista de su tiempo, ha ido por otro camino acercándose a la creación de una imagen soñada", escribió en un textro inédito publicado por El Mundo durante el paso de la exposición por Madrid.

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