El Papa Benedicto XVI resucita el infierno y entierra el limbo

  • Contradice las palabras de Juan Pablo II en 1999.
  • Benedicto XVI dijo: "El infierno existe y es eterno".
  • El Vaticano eliminó también el concepto de "limbo".
Representación artística del infierno (Imagen: Grabado de Doré).
Representación artística del infierno (Imagen: Grabado de Doré).
Grabado de Gustavo Doré.
Representación artística del infierno (Imagen: Grabado de Doré).

Benedicto XVI ha decidido retomar la línea más clásica de la Iglesia resucitando la idea del infierno, desestimada hace años por Juan Pablo II, sobre el que ha dicho que existe "y es eterno".

Hasta hace casi ocho años, cuando en 1999 el Papa Juan Pablo II se desmarcó de la concepción clásica del infierno, la idea de la salvación se había basado siempre en una dualidad "bien-mal": existe gente buena porque existe gente mala, y existe premio porque existe castigo; al menos, esa era la base sobre la que se edificaba la idea de "salvación" en la religión cristiana.

Pero Wojtila lo ligó más a un estado espiritual que a un castigo físico con estas palabras: "El infierno indica más que un lugar, la situación en la que llega a encontrarse quien libremente y definitivamente se aleja de Dios, fuente de vida y de alegría".

El debate del Vaticano sobre el limbo

El Vaticano, tras años de debate interno, también ha resuelto eliminar la idea de "limbo", un lugar "sin tormento pero alejado de Dios", al que iban los niños recién nacidos que no recibieron el sacramento del bautismo.

La muerte no suponía, hace unos años, un trámite doloroso desde el punto de vista cristiano: con el cielo como objetivo y el limbo como consolación, no existía un castigo para el pecado; ahora el Papa Ratzinger ha decidido enmendar la situación y ha restituido la situación clásica, aunque sin el limbo: o te salvas, o te condenas.

La salvación desde el punto de vista cristiano

El limbo tenía su explicación teológica en una suerte de "estado permanente" para quienes las aguas del bautismo no habían lavado las culpas del "pecado original" del hombre en el Paraíso, pero suponía para los teólogos "una visión restrictiva" de la salvación, por lo que de ahora en adelante, los bebés no bautizados "se salvan".

Mucho se ha escrito sobre qué es el infierno, una de las principales obsesiones del hombre a lo largo de la Historia; los relieves de las catedrales románicas plasman con todo lujo de detalles el miedo al Juicio Final y a su consecuente castigo a los pecadores, y eran reflejo de una fe vivida desde el temor a Dios y a la culpa de los hombres.

¿Qué es el infierno?

Etimológicamente la palabra "infierno" viene del latín "infernus", que se relaciona con "inferior" en el sentido de un lugar tradicionalmente ubicado bajo la tierra o dentro de ella; y en lo referente a la fe, según la traducción de la Enciclopedia Católica, es un lugar "oscuro, escondido y alejado de Dios".

La representación más conocida del infierno es la que Dante Alighieri imaginó en "La Divina comedia", con nueve círculos con distintos castigos en función de la gravedad del pecado cometido, muy en la línea de la visión Helénica del Hades, un infierno escondido tras la laguna Estigia.

Pero la idea de este lugar no es exclusiva de la religión cristiana, sino que otras creencias la han desarrollado: sin ir más lejos, los otros dos grandes cultos monoteístas tienen su propio Averno, el "sheol" en los inicios del judaísmo, más vinculado a la "oscuridad tras la muerte" que a un castigo por las malas acciones, mientras que en el Corán existen múltiples referencias.

Las grandes religiones y las culturas históricas

En la antigüedad también se temió al infierno: así los egipcios describían en el "Libro de los muertos" algunos rituales para salvar al difunto; existen también representaciones del juicio a los muertos en presencia de Anubis, que escoltaba las almas y las protegía de Osiris.

En las culturas precolombinas también existió el infierno: para los mayas Ah Puch era el dios de la muerte, su regente, con cabeza de calavera y el cuerpo en descomposición, muy en la línea del dios azteca de la muerte, Mictian.

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