El pederasta abusó de su primera víctima en julio de 2013 en la misma casa en la que vivía la niña

  • Se trata de una niña china que llevaba las llaves de la casa colgadas al cuello.
  • Un año después, el 25 de agosto de 2014, intentó embaucar a una niña de 8 años también en Coslada, sin éxito. Fue su último delito antes de huir.
  • Una amante de Antonio conseguía los medicamentos tranquilizantes que daba a sus víctimas para narcotizarlas.
  • A FONDO: Claves de la 'Operación Candy'.
El presunto pederasta de Ciudad Lineal, Antonio Ángel O.M.
El presunto pederasta de Ciudad Lineal, Antonio Ángel O.M.
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El presunto pederasta de Ciudad Lineal, Antonio Ángel O.M.

Con una sonrisa, un tono bajo de voz e intentando demostrar simpatía. Antonio Ángel Ortiz Martínez, el supuesto pederasta de Ciudad Lineal, siempre intentó ganarse la confianza de las niñas para que subieran a su coche. Algunas veces con un plan preparado. Otras, improvisando. Lo que tienen muy claro los investigadores es que Antonio fue aprendiendo y perfeccionando sus métodos de engaño en el año y un mes que transcurrieron desde su primer intento de agresión hasta su último abuso consumado, periodo que oscila entre julio de 2013 y agosto de 2014. En julio de 2013 solo llevaba dos años en libertad tras cumplir su última condena, por violencia de género. Había salido de la cárcel de Aranjuez el 17 de junio de 2011. Había rehecho su vida, había encontrado un trabajo en un concesionario de segunda mano en el sur de Madrid, en el que además de vender y comprar coches se dedicaba a cobrar a los clientes morosos. Empezó una relación con una chica suramericana, retomó el contacto con su madre para intentar volver a vivir juntos y se apuntó a un gimnasio del distrito de Hortaleza, muy cerca de la casa familiar donde pudo cometer algunos de los abusos. Ironías del destino, para acudir a ese gimnasio, siempre tenía que pasar junto al gran complejo policial de Canillas donde más de un centenar de agentes trabajaban día y noche para apresarle.

Antonio está acusado de cinco abusos sexuales y tres intentos. De momento, ya que no se descarta que nuevos casos estén relacionados con él. En su primer abuso, perpetrado el 11 de julio de 2013, en Coslada, municipio del este de Madrid, Antonio abusó de una niña de nacionalidad china de 6 años en la propia casa de la menor. Antonio, un "depredador sexual", según el Ministerio del Interior, había salido de "caza". Los investigadores no saben si se trata de su primera víctima, o pudo haber otras con anterioridad. La pequeña llevaba las llaves de casa colgadas al cuello, detalle que no pasó desapercibido para Antonio. Se ganó su confianza y engañó a la pequeña, diciéndole que sus padres le habían pedido que la llevara a casa y que sabía que llevaba las llaves de la vivienda con ella. Una vez en el domicilio, abusó de ella.

Una agresión arriesgada, pero con éxito. Quizás en ese momento Antonio empezó a pergeñar que era fácil embaucar a las niñas, pero que le hacía falta un lugar seguro donde abusar de ellas. Pensó en la casa que su familia tiene en el número 3 de la calle Santa Virgilia, un piso vacío y apenas sin muebles. El lugar idóneo. A diez minutos de la casa de su madre, en la calle Montearagón número 5, también en el distrito de Hortaleza. Y de Coslada, Antonio trasladó su 'territorio de caza' a Madrid, a los distritos que conocía desde su juventud. El segundo abuso se produjo el 24 de septiembre de 2013. En la confluencia de la calle Hermanos García Noblejas con Alcalá. La víctima, una niña de cinco años de origen dominicano. La embaucó con chucherías, la montó en su coche y se la llevó, seguramente al piso de Santa Virgilia. La soltó pocas horas después. La Policía no sabía que se encontraba ante un pederasta en serie.

Golosinas con Orfydal

Antonio desapareció todo el otoño y el invierno; al menos de momento no hay nuevos casos que hagan pensar que se mantuvo activo durante esos meses. Reapareció el 10 de abril de 2014. Por la mañana intentó raptar a una niña japonesa en la calle Torrelaguna, en el distrito de Ciudad Lineal. La menor, desconfiada, no se fio y no se acercó a Antonio. Pero se fijó en su verruga, la primera víctima que lo hizo. Antonio no desistió. Por la tarde, sí consiguió su objetivo. El pederasta abordó a una niña española de 7 años en la calle Cidamón, junto a otro parque infantil. La niña estaba comprando gominolas y el agresor le dijo le acompañara, que tenía que ir con él porque ya había hablado con su madre y tenía que ir a probarse ropa. El agresor sabía el nombre de la niña, lo que indica que la vigilaba y que seguramente se lo oyó a alguien. La menor apareció desorientada cinco horas después (fue encontrada a la 01.28 de la madrugada, junto a la boca de metro de la estación de Canillejas). Había sido duchada y narcotizada, ya que Antonio metía un potente relajante, el Orfydal, en las golosinas que ofrecía a las niñas, según ha adelantado El Mundo y han confirmado a este diario fuentes policiales. Un Orfydal que conseguía gracias a una amiga, compañera de gimnasio, que trapicheaba con sustancias dopantes.

Saltan las alarmas policiales. No es un caso más. Hay un pederasta en Madrid. Los detalles que relata esta menor ofrecen las primeras pistas. La pequeña pudo contar a la Policía que su agresor la tumbó en la parte posterior del coche y se fijó en un número de cuatro cifras en la ventanilla posterior. ¿Cuatro cifras? No era la matrícula. Los investigadores descubrieron que se trataba de un código de homologación que revela el grosor del cristal, en función de la capacidad de frenar los rayos ultravioletas. Solo una marca lo lleva: Toyota. La menor también se pudo fijar en una mancha en la cara del agresor, otra vez la verruga, y el ascensor de piso donde abusó de ella.

Yiyu, delante de sus padres

Vuelve a actuar el 17 de junio de 2014. La víctima fue Yiyu, una niña china de 6 años, muy menudita, que fue secuestrada a las 19.30 horas en la calle Luis Ruiz, también en Ciudad Lineal, mientras jugaba cerca del comercio que regentan sus padres. Al parecer, para entablar contacto con la niña, de la que ya sabe su nombre, el secuestrador se interesó por la confección de pulseras con gomas que realizaba la menor. La pequeña también fue narcotizada y agredida en un piso, seguramente en la calle de Santa Virgilia. Después fue bañada y abandonada cuatro horas más tarde en el número 44 de calle Jazmín, a 7 kilómetros de donde se la llevó, al final de la calle Arturo Soria. Estaba en muy mal estado y pocos datos ha podido aportar. La niña pasó tres semanas en el hospital. Casi la mata.

Pero hay un dato significativo. La niña aún tenía el pelo húmedo cuando una vecina la encontró aturdida en la calle Jazmín, lo que indica que el agresor tenía el domicilio lo suficientemente cerca como para bañarla, bajarla a su coche sin que nadie les viera y dejarla en la calle con el pelo aún mojado. Este jueves, la Policía científica ha desmontado las tuberías de la casa de Santa Virgilia para hallar pelos, ya que se sabe que la duchó y la peinó. Antonio dejó un rastro muy débil de ADN en la prenda de la chica, un fallo. El ADN no sirvió para encontrarle, pero sí para descartar a otros sospechosos.

Vómitos en una casa

La Policía cree que Antonio llevó a tres menores a la casa de la calle Santa Virgilia. Una de ellas vomitó allí. Este jueves, la Policía Científica está levantando tuberías, lavabo, bañera y hasta las baldosas de la casa para encontrar todo tipo de restos que le incriminen aún más. Aparte de la casa de su madre en la calle Montearagón, y el piso franco donde abusaba de las menores en la calle Santa Virgilia, Antonio se movía también con sus conquistas femeninas, con sus ligues, en un apartamento turístico de la calle Samaniego.

En la caseta de un descampado

Agosto es el mes más frenético para él. Intenta secuestrar el 8 de agosto a una niña, un poco más mayor que las demás, de 11 años, en la avenida de Moratalaz. Las informaciones sobre el pederasta ya están en todos los medios. Hay una alarma generalizada entre los padres y la menor no se deja engañar. Pero el 22 de agosto sí logra su objetivo. Es viernes, y sobre las 18.30 horas, en un pequeño parque infantil que hay entre la calle de Gomeznarro y la carretera de Canillas, Antonio, con sus golosinas, consigue llevarse a una chica dominicana de 7 años aprovechando un descuido de sus abuelos. Este secuestro no está preparado. Antonio acaba de salir del gimnasio y decide "actuar". No puede llevarla a casa y abusa de ella en una caseta abandonada de un descampado de Canillejas, donde la soltaría poco después.

La menor se fija en su verruga, en que fuma y en que hace una llamada telefónica, otra pista clave que sirve a la Policía para cribar llamadas producidas ese día, en esa franja horaria y en esa zona. Cruzan las llamadas con el dueño de un Toyota Yaris, un coche que ha utilizado en otras agresiones. Esta última agresión la ha consumado con un Citröen Xara Picasso. Comete varios fallos. Cuando ya tiene a la menor montada en el coche se arriesga a parar en la calle Machupichu y comprar una crema. Hace calor y deja parte de su huella en ella. La misma marca de crema que este jueves ha sido hallada por la Policía científica en la casa de la calle Santa Virgilia.

Hay más fallos. De camino al descampado para abusar de la menor, la cámara de un banco graba su vehículo. No la matrícula. En ese trayecto, un autobús de la EMT se cruza con su coche y la cámara del autobús le graba, pero en ese momento un destello del sol en el cristal del bus no permite ver con claridad la matrícula del Citröen que usa Antonio. Precisamente fue en el intento de tratar de definir la matrícula en esas imágenes cuando se recurrió al FBI, aunque los sistemas empleados por la policía norteamericana tampoco dieron resultados. Los investigadores han visionado en los seis meses de investigación 400.000 grabaciones de vídeos.

La toalla del gimnasio

La menor dominicana secuestrada el 22 de agosto dio otro detalle. En su coche Antonio llevaba una mochila y la toalla de un gimnasio, lo que parecía indicar que salía de hacer ejercicio. La niña se fija en la marca de la toalla. Los días siguientes, decenas de agentes peinan los gimnasios de los distritos de Ciudad Lineal, Hortaleza y San Blas. En esta operación, llevada discretamente, un agente se fija en él y en su verruga. Está en un gimnasio de la calle Malagón. El círculo se cierra. Desde entonces es controlado a diario. Incluso un día los mandos policiales de la operación deciden que agentes le paren en la calle y le pidan el DNI, como si fuera un control rutinario. Curiosamente en dos semanas que estuvo refugiado en Santander, también se apuntó a un gimnasio.

Su último intento, en Coslada

Tres días después del secuestro de la menor dominicana, Antonio lo vuelve a intentar el 25 de agosto. Pero amplía su radio de acción y vuelve a Coslada, donde había empezado un año antes. Se fija en una niña española de 8 años que regresa de comprar el pan. La casa de sus padres está a 50 metros. Se acerca a ella y la llama. Le pregunta su nombre y la menor se lo dice, Alex. "Ven niña", le dice con una sonrisa, "ayúdame a llevar unas bolsas al coche". La menor no acepta y se va. Días después Antonio se iría a Santander a casa de sus tíos. Se siente vigilado. Se ha deshecho del Toyota y de un Xara Picasso. La Policía ha encontrado este jueves en la casa de Santa Virgilia una multa de tráfico del Toyota que usó en el abuso cometido el 10 de abril.

Antonio también se estaba intentando deshacer del Citroën Xsara Picasso. Se exponía a la venta en una web. Aún así los investigadores insistieron y se toparon con una ayuda inesperada: sobre el coche constaba aún una orden de embargo por impago a partir de la cual pudieron conocer la identidad del dueño: Antonio.

La amiga que le conseguía el Orfydal

La Policía también aportará a la titular del juzgado número 10 el contenido de las conversaciones telefónicas del detenido. Se intervinieron sus comunicaciones por orden judicial cerca de las dos semanas que pasó en Santander huyendo de la presión policial escondido en casa de sus tíos. Fuentes de la investigación han relatado a Europa Press que de las escuchas realizadas se llega a la conclusión de que el detenido era "una persona violenta con las mujeres" a la luz del trato que dispensaba una chica con la que mantenía una relación. Precisamente esta chica ha aportado otro dato relevante para incriminar a Antonio. Esta mujer ha declarado a la Policía que fue ella la que proporcionaba los 'orfidales' (un opiáceo que sólo se puede adquirir con receta) al acusado.

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