Marruecos: un país con esencia

El blanco y el azul de sus casas se mezclan con el olor a azafrán y almizcle.
El blanco y el azul de sus casas se mezclan con el olor a azafrán y almizcle.
GTRES
El blanco y el azul de sus casas se mezclan con el olor a azafrán y almizcle.

Cuando la princesa Sherezade narraba sus historias para captar la atención del sultán y evitar ser decapitada noche tras noche, durante mil y una jornadas, su imaginación transportaba al monarca a países de Oriente donde florecían hermosas flores, discurría abundante agua y olía a sándalo, almizcle o canela. Un trocito de ese lejano oriente le espera a tan solo 14,4 kilómetros de España.

Esa es exactamente la distancia que separa Algeciras (Cádiz) de la ciudad de Tánger (Marruecos). La ciudad podría ser, al igual que Tetuán o Chefchaouen (Chaouen), el escenario perfecto de un cuento por sus rihads (casas-palacio con estancias en torno a un patio) o sus laberínticas medinas, donde se trabajan pieles, sedas y perfumes, y abundan las especias. Y, si no, por su gastronomía: cordero y frutos secos, cuscús, queso de cabra, ensaladas frescas, aceitunas, higos y uvas... Imposible resistirse aunque se quiera conservar la línea.

El norte de Marruecos parece haber despertado de un largo letargo. El boom inmobiliario e industrial de Tánger y su área metropolitana lo atestiguan. Su nuevo puerto es uno de los más importantes del norte de África y atrae a grandes multinacionales (50.000 personas trabajan en su zona franca). Se construyen autovías, paseos, un tren de alta velocidad y un puerto turístico para grandes cruceros y embarcaciones privadas de lujo. Tánger quiere recuperar el esplendor de los años en los que atrajo a escritores como Truman Capote, pintores como Francis Bacon o Matisse, diseñadores como Yves Saint Laurent y a personajes como la multimillonaria Barbara Hutton, apodada por la prensa americana como La pobre niña rica.

Los fenicios establecieron en Tánger un puesto comercial al mismo tiempo que construían Cádiz. Fue capital del reino de Mauritania tras caer Cartago (146 A. C.) y, luego, de una provincia romana. Por ella han pasado vándalos, árabes, ingleses (XVII)... Su situación geográfica, en la unión del Mediterráneo y el Atlántico, la hace muy atractiva. Por eso, la llaman la Perla del Estrecho. Pero su época dorada llegó entre 1923 y 1956. En esos años estuvo considerada zona internacional, lo que permitió la cohabitación de religiones, culturas y razas, o ser base para el espionaje y las conspiraciones tras estallar la II Guerra Mundial.

Su oferta es amplia, pero atrae por su esencia

Playas, golf, ocio nocturno... El tiempo se detiene en su kasbah, la zona fortificada donde residía el sultán y la nobleza, y donde estaba el Tribunal de Justicia y la prisión. Su mezquita es del siglo XIII. Su medina, la zona del pueblo, del mercado, es más pequeña que la de Fez o Marrakech, pero sus calles están repletas de hornos y baños comunitarios, moravitos (mausoleos dedicados a personas que dedicaron su vida a la religión) y fuentes. En los años 60 el agua corriente aún no había llegado a ella.

En las medinas marroquíes, los artesanos convierten la piel en calzado, bolsos y complementos. Transforman la cachemira en chilabas; los hilos de seda, en los bellos vestidos que lucen las novias el día de su boda; y la plata, en piezas con firma bereber. El colorido lo ponen los pigmentos que se utilizan para teñir la cal y conseguir el añil característico de las casas y calles de Chaouen. Pero también lo dan las especias. Azafrán, pimentón, canela... son base indispensable de la cocina marroquí. Rasel Hanut, por ejemplo, es una de las mezclas (32 especias) más exitosas para condimentar carnes. Garam Masala (nuez moscada, cardamomo, comino y laurel), muy demandada también en los platos hindúes, enriquece los pescados.

Tampoco faltan en las medinas un lugar dedicado a la cosmética. El aceite y las cremas a base del reputado aceite de argán se utilizan contra arrugas, manchas solares o para hidratar la piel y el cabello. Es de lo más consumido tanto por autóctonos como por extranjeros. El olor lo regalan el almizcle (se usa como perfume y para conservar el ajuar de la casa), el sándalo, el agua de azahar y de rosa mosqueta. El kohol o khol, utilizado desde el antiguo Egipto para embellecer los ojos de la mujer, también está en el top ten de los productos más solicitados por unos y otros.

No hay que dejar atrás el té verde o la medicina natural: pócimas y jugos realizados con extracto de hierbas que se recomiendan para combatir acné juvenil, jaquecas, dolores articulares y congestión nasal, así como para acabar con los molestos ronquidos o, incluso, potenciar el vigor sexual.

Una historia común

Los centros históricos de las ciudades del norte de Marruecos casi no han sufrido modificaciones urbanísticas. En Tánger o Tetuán, los europeos construyeron barrios residenciales y zonas de ocio a imagen y semejanza de las que habían dejado en sus ciudades natales.

Pasear por la parte antigua de Tetuán (significa Los manantiales), es hacerlo por una ciudad andalusí. Cuando los Reyes Católicos llegaron a Granada (1492), muchos habitantes (árabes y judíos) se refugiaron en ella. Por eso, también se la conoce como la Hija de Granada. En sus edificios blancos, en los que resalta el verde de los azulejos que los engalanan, aún está muy presente la firma española. Y es que la zona del Ensanche, su parte moderna, se construyó durante el Protectorado Español (hasta 1956). El Rif, la cordillera que cruza el norte de Marruecos, la protege del viento del Estrecho, del frío y el calor, favoreciendo el cultivo de caña de azúcar, olivo y frutales, como en Andalucía.

Pero donde de verdad se aprecia la firma andaluza es en Chaouen. Construida en la ladera de la montaña, guarda un gran parecido con pueblos de la Alpujarra (Granada), de claro trazado árabe. Sus calles y casas de azul intenso lo enamorarán. Como dicen por allí, seguro que regresará, inshallah (si Dios quiere).

Datos prácticos

  • Cómo llegar: En avión desde Madrid o Barcelona. En ferry desde el puerto de Algeciras o Tarifa, en Cádiz. alojamiento Si puede, en alguno de los rihad existentes o en el Minzah de Tánger. Guarda el esplendor de primeros del siglo xx y  ha alojado a  numerosas personalidades.
  • Documentación: Indispensable pasaporte actualizado. Tendrá que rellenar, en el barco o al llegar al aeropuerto, una tarjeta con todos sus datos (nombre, apellidos, profesión, lugar de nacimiento o dirección en Marruecos) que debe sellar la  Policía marroquí.
  • Moneda: La moneda oficial del país es el dirham marroquí. La mayoría de hoteles, restaurantes y comerciantes aceptan euros sin ningún tipo de problema, pero debe tener en cuenta que un euro equivale aproximadamente a 11,25 dirhams marroquíes (cálculos realizados según datos de junio).
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