Así, para aliviar el sudor, el inventor coloca tela de toalla alrededor de la base del capirote y empapa el sudor. La refrigeración se consigue con 25 agujeros dispersos por todo el capirote.
El oriholano asegura que comenzó a elaborar estos capuchones por hobby, pero que ahora «hago unos 500 ó 600 capuchones al año, al precio de 15 euros cada uno», dice Cabrera, que se entretiene elaborando esta pieza de la indumentaria de Semana Santa en el salón de su casa.
A pesar de que no ha patentado el invento ni piensa hacerlo, Francisco Cabrera piensa que no pueden copiarle su capirote, pues «uso materiales de forma que nadie hoy día sabría cómo hacerlo».
Su vitalidad y vena empresarial le han hecho soñar con difundirlo, e incluso ha pedido a su hijo, que es informático, que le construya una web para darlo a conocer. Su esposa se opone, pues asegura que Francisco «ya es mayor».
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