Isabelita, la mujer que nunca debió llegar a presidente

  • Su pasión era la danza, pero terminó dirigiendo un país convulso sin estar preparada para ello.
  • Firmó los decretos que autorizaban al ejército a reprimir y fue depuesta por los mismos militares que ella encumbró.
  • Su exilio en Madrid estuvo rodeado de lujo.
  • Ahora está detenida y podría terminar sus últimos días presa.
Mª Estela Martínez, 'Isabelita' Perón. (EFE)
Mª Estela Martínez, 'Isabelita' Perón. (EFE)
Mª Estela Martínez, 'Isabelita' Perón. (EFE)

La ambición y el azar tienen esas cosas: a veces terminan encumbrando en el poder a las personas más inadecuadas. Las consecuencias de ese cóctel, se sabe, suelen ser catastróficas.

María Estela Martínez Cartas (conocida también como Isabelita) fue la primera mujer en ocupar el cargo de presidente de la Argentina (1974 -1976) y la primera en subirse al sillón presidencial de un país latinoamericano.

María Estela Martínez Cartas fue la primera mujer en ocupar el cargo de presidente de Argentina
Nació en 1931, en la provincia argentina de La Rioja. La menor de seis hermanos, a los tres años, su padre, empleado bancario, fue destinado a Buenos Aires.

Su verdadera pasión era la danza, tanto que con 20 recién cumplidos se encontraba ya de gira por América con una compañía,

Empezó a pedir que la llamaran "Isabel", nombre de guerra tomado de la persona que habría cuidado de ella durante su infancia.

La bailarina y el hombre poderoso se conocen

El folklore y los mitos que rodean a Perón hacen prácticamente imposible rastrear una historia fidedigna sobre cómo se conocieron. Lo que sí está claro es que el primer encuentro habría sido en Panamá.

Sobre el resto hay mil historias: algunos dicen que se conocieron durante una visita de Perón a su show (también hay historias de todo color sobre qué clase de show se trataba), otros aseguran que se conocieron durante una fiesta privada y otros que los presentó un conocido conductor de televisión.

Perón se encontraba exiliado desde 1955, tras ser depuesto por la dictadura conocida como "Revolución libertadora". Aún en el exilio, Perón seguía siendo un personaje clave de la política argentina.

Lo cierto es que a los pocos días del encuentro, Perón e Isabel ya vivían juntos. Primero en Panamá, luego en Venezuela y finalmente en Madrid.

El exilio en Madrid

Aunque él prácticamente la doblara en edad, Perón e Isabelita se casaron en 1960 en Madrid. Aseguran que fue por consejo de Francisco Franco. Durante aquellos años, Isabel habría trabado amistad con Pilar (la hermana del dictador) y con Carmen Polo.

Años más tarde, ya como presidenta de la Argentina, Isabel envió una maleta llena de regalos para la familia Franco, con un abrigo de visón y una escopeta de caza incluidos.

El matrimonio compró un terreno en Puerta de Hierro, valorado en ese entonces en 750 mil pesetas. Luego construyó la residencia 17 de octubre por la que habrían pagado otros dos millones y medio de pesetas, según fuentes periodísticas.

En rigor, otro misterio de la política argentina es la fortuna de Perón (si es que la tuvo) y cómo pudo llevar ese caro estilo de vida durante su exilio.

En 1965 Isabel dio sus primeros pasos en política al viajar a la Argentina en carácter de delegada personal de Perón para atender a sus asuntos. A partir de ahí el ascenso fue imparable.

Durante su matrimonio, Isabelita se vio atormentada por las cientos de comparaciones (inevitables, por otro lado) con Eva Duarte, segunda esposa de Perón y considerada como la "abanderada de los humildes" por millones de argentinos.

Influenciado por un secretario de Perón llamado López Rega, el matrimonio habría comenzado a practicar distintas prácticas esotéricas. A López Rega se lo conocía por esos días como "El brujo".

Regreso a la Argentina y presidencia inesperada

Tras el regreso del caudillo a la Argentina, la bailarina, ahora aficionada a la política, acompañó a Perón como vicepresidenta. Obtuvieron una victoria aplastante con más del 60% de los votos. Perón se encontraba ya viejo, enfermo y fallecería un año más tarde.

Si el país ya estaba convulsionado con Perón al mando, el ascenso de Isabelita no hizo más que empeorar las cosas. Durante su gestión se produjo el apogeo de la Triple A, la Alianza Anticomunista Argentina, liderada por López Rega, por entonces ministro de Bienestar Social.

En el plano económico las cosas tampoco fueron mejor. Tras un paquete de medidas conocidas como "El rodrigazo", tuvo que soportar la primera huelga general de la historia contra un gobierno peronista.

Isabelita era una mujer débil, tanto de ideas como de carácter. Tristemente célebre es su frase "no me atosiguéis", que repetía a sus colaboradores. Incluso llegó a pedir licencia del cargo durante algunos días.

Pero lo más grave del gobierno de Isabel fue sin duda la firma de los decretos que autorizaban al ejército a reprimir células de izquierda opositoras al gobierno. Aquellas normas, aunque 30 años más tarde, produjeron su reciente detención en Madrid.

Ocaso de la democracia y comienzo de la dictadura

Irónicamente, Isabelita fue depuesta por la junta militar encabezada por Jorge Rafael Videla, militar al que ella misma había nombrado como jefe del Ejército. La noche del 24 de marzo de 1976, Isabel era detenida y traslada mediante de un helicoptero desde los mismos techos de la Casa Rosada, palacio de gobierno de la Argentina.

Estuvo presa durante cuatro años en El Messidor, un castillo francés de la provincia de Neuquén, que a lo largo de su historia tuvo también como huespedes al emperador de Japón y al Rey Juan Carlos. Más de 500 gendarmes contrololaban la propiedad para evitar que Isabel se escapara y se convirtiera en otro símbolo peronista en el exilio.

Finalmente fue liberada y se trasladó a Madrid. Mientras tanto, Argentina sufría de la mano de junta militar uno de sus períodos más oscuros.

De regreso en Madrid y el final menos pensado

En 1981, Isabelita se radicó en Puerta de Hierro, (Madrid). Años más tarde y tras perder un juicio se vio obligada a vender la propiedad para repartir el dinero con el resto de los herederos de Perón. Esto no le permitió cambiar su tren de vida, que incluye secretaria privada y chofer.

Regresó en contadas ocasiones a la Argentina. Ahora, si el juez Del Olmo autoriza la extradición regresaría como imputada en un juicio por delitos de lesa humanidad podría obligarla a terminar su vida en prisión, algo que seguramente no imaginaba cuando era una simple bailarina de gira por Centroamérica.

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