La Galería de la Magdalena, una sala de exposiciones callejera que regala todas sus obras

  • Sin sede física, la galería utiliza  "espacios públicos infravalorados" para crear instalaciones artísticas que los viandantes pueden llevarse.
  • Ahora exponen de manera periodica en la calle Príncipe de Madrid, en la valla que cubre las obras del Teatro de la Comedia.
  • Sus muestras mezclan la denuncia social con el optimismo y exploran el "efecto curativo" de hacer "regalos urbanos" a desconocidos.
Uno de los proyectos de la Galería de la Magdalena, la 'Nevera Urbana'
Uno de los proyectos de la Galería de la Magdalena, la 'Nevera Urbana'
La Galería de la Magdalena - Luis Daza
Uno de los proyectos de la Galería de la Magdalena, la 'Nevera Urbana'

En una de las vallas de obra que pasan desapercibidas en el centro de Madrid se alinean, adheridas con un imán, un centenar de cajas de medicinas pintadas de amarillo anaranjado. Los envases de cartón representan un remedio contra las preocupaciones diarias y tienen nombres como Ohnolunes inhalador, Jefestoline y Futuro doble accción.

Los viandantes se acercan a curiosear y, animados por un cartel escrito a mano que hay junto a la instalación, se llevan la caja que más les conviene. Delante de una farmacia y anunciada con una cruz rosa, la improvisada botica es una de las muestras temporales de La Galería de la Magdalena: un proyecto que combina el arte, la reivindicación del espacio público y un ánimo optimista que se traduce en la acción generosa de ofrecer "regalos urbanos" a desconocidos.

La iniciativa artística —creada por Reichel Congosto e Isa Arenas, dos arquitectas madrileñas— no tiene una sede permanente, fomenta la participación y regala todo lo que expone. La Galería de la Magdalena rompe con el oficialismo de los museos y la soberbia de los creadores cotizados: está pensada para el disfrute general. Aparece y desaparece en los lugares menos cuidados, en paredes olvidadas y castigadas, en "espacios públicos infravalorados".

Productos reciclados o muy baratos

El funcionamiento es tan sencillo como atractivo. Muchos domingos, previo aviso en las redes sociales, la actual sede de la galería, que ahora está en las vallas que cubren la obra del madrileño Teatro de la Comedia (calle Príncipe 14), se convierte en una sala de exposiciones y de proyectos interactivos.

Desde que sus creadoras empezaron solas hace dos años en la calle Magdalena, en el centro de Madrid, han colaborado con 25 artistas que han aportado proyectos propios y han colaborado en el montaje, siempre con obras de arte hechas con materiales humildes y productos reciclados o muy baratos: cajas de huevos, imanes, velcro, acuarelas, fotocopias, estuches de plástico, pequeños marcos de fotos...

Recuerdan con cariño la Nevera Urbana —"una de nuestras instalaciones más interactivas"— para la que recortaron palabras sueltas de carteles de conciertos, las pegaron sobre cartón y les pusieron imanes para poder formar frases sobre la valla metálica. También sienten especial devoción por el Magdaupload, un proyecto para el que grabaron series de televisión en CD y las pusieron a disposición del público para que las copiaran y devolvieran o las cambiaran por otras que ya hubieran visto.

Uno de sus últimos proyectos es EnCinta, una colección de estuches de cassette con una nota que sólo contiene un listado de canciones y un vínculo de Internet, para que el usuario vaya a buscarlas y además se anime a confeccionar la suya. La única premisa es que dure 60 o 90 minutos, respetando el límite original de tiempo que permitían las cintas.

Sin pretensiones

Después de dos años de actividad y 71 exposiciones en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Alicante, Granada, Pamplona, Gijón e incluso México D.F, tienen fieles seguidores pendientes de la llegada de una nueva muestra. Cada intervención permanece en la calle hasta que ya no quedan objetos, eso suele ocurrir en sólo unas horas, "como mucho una semana".

"Parte del éxito es que no hay pretensiones detrás (...) Lo interesante son los efectos colaterales de nuestra acción", señalan Reichel e Isa, que resaltan la necesidad de atreverse a realizar un proyecto satisfactorio y se sienten fascinadas por el "efecto curativo" del regalo por pequeño que sea: "Tanto para la gente que expone como para nosotras y los paseantes, regalar supone un chute de felicidad instantánea. Proponemos regalar como actitud".

Tras los proyectos (alguno combativos y críticos con problemas olvidados como la Ley de costas o de candente actualidad como la corrupción política) La Galería de la Magdalena reflexiona sobre lo "poco accesibles" al  público que son las instituciones culturales y critican el uso "tan restrictivo" del espacio público "¡que es de todos!". Como no podía ser menos, invitan a cualquier artista que desee colaborar a exponer en su institución callejera: "No hay que reunir ningún requisito ¡Hay que querer!".

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