El Thyssen abre la temporada con el impresionismo como motor de la pintura al aire libre

  • La práctica de la pintura a cielo abierto no arraigó hasta el siglo XIX y sólo alcanzó la plenitud con los precursores y maestros del impresionismo.
  • La primera exposición del Thyssen en 2013 es la muestra temática "Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh".
  • Se muestran 116 óleos de, entre otros, Turner, Constable, Rousseau, Courbet, Daubigny, Monet, Sisley, Renoir, Seurat y Cézanne.
Van Gogh fue uno de los artistas que rompió más radicalmente con las normas del paisaje académico
Van Gogh fue uno de los artistas que rompió más radicalmente con las normas del paisaje académico
Fondation Socindec. © Courtesy Fondation Pierre Gianadda, Martigny (Suisse)
Van Gogh fue uno de los artistas que rompió más radicalmente con las normas del paisaje académico

Cuando en 1874 se abrió al público en París la llamada primera exposición impresionista, la pintura al aire libre había cumplido casi un siglo de vida. No fueron los impresionistas los que la inventaron pero sí quienes actuaron como impulsores del arte pictórico a cielo abierto y lo convirtieron en cotidiano. El Museo Thyssen-Bornemisza inaugura esta temporada dispuesto a sustentar el papel definitivo de los grandes maestros impresionistas como democratizadores de la figura del artista plantado en medio de la naturaleza y responsables de una nueva forma de ver lo que nos rodea.

La muestra Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh, que el museo albergará en sus salas temporales entre el 5 de febrero y el 12 de mayo, reúne 116 óleos de los impresionistas más señeros — Turner, Constable, Corot, Rousseau, Courbet, Daubigny, Monet, Sisley, Renoir, Seurat, Van Gogh, Cézanne...— y también de algunos de los precursores de la práctica de la pintura fuera del estudio, como Pierre-Henri de Valenciennes y Thomas Jones.

Paisajes sometidos a reglas clásicas

La muestra, que recorre la génesis y el desarrollo de esta nueva manera de abordar la creación plástica, desde su carácter formativo en los paisajistas de finales del siglo XVIII hasta sus derivaciones expresionistas de comienzos del XX, quiere demostrar la influencia radical para la pintura moderna de la salida al exterior de los artistas. La costumbre de pintar paisajes al aire libre, tal como la conocemos hoy, no arraigó entre los pintores hasta el siglo XIX, ya que tradicionalmente los paisajes se elaboraban en el estudio, siguiendo las reglas clásicas de composición, gradación tonal y perspectiva.

El arte de épocas anteriores no representaba la naturaleza tal cual era, sino tal como debía ser: un escenario idealizado de héroes y personajes legendarios extraídos de la historia, la mitología o las sagradas escrituras. Desde finales del siglo XVIII, sin embargo, fue frecuente que los jóvenes paisajistas se ejercitasen durante su formación en Italia con pequeños estudios al óleo pintados al aire libre.

Obras menores

Considerados por la teoría académica neoclásica como obras menores, la función principal de estas piezas era la de servir de ejercicios de destreza para el ojo y la mano. Indirectamente, se pretendía que a través de ellos el paisajista adquiriese un repertorio para las composiciones ejecutadas en el estudio y que no tuviese que recurrir tanto a la imaginación como a la memoria. En cualquier caso, los estudios al aire libre quedaban restringidos al ámbito privado del artista.

En la primera mitad del siglo XIX, la distinción entre obras del natural y composiciones de estudio se fue desdibujando. Desde la década de 1820 se produjeron trasvases entre ambos formatos que implicaron un acabado más cuidado de los óleos pintados al aire libre y la utilización frecuente de motivos tomados del natural en los cuadros llevados a cabo en el estudio.

Artistas como Corot y Constable extendieron la práctica de la pintura del natural al conjunto de su producción. Los estudios pintados en el exterior ganaron reconocimiento e incluso fue frecuente que algunos paisajistas optasen por presentar algunos de ellos en los certámenes oficiales junto a sus obras más acabadas.

Fontainebleau, punto de encuentro

Durante aquellos años el bosque parisino de Fontainebleau se convirtió en punto de confluencia de varias generaciones de pintores. Los paisajistas neoclásicos coincidieron allí con Rousseau, Daubigny, Corot, Monet, Sisley, Renoir e incluso Cézanne. Este encuentro contribuyó a dar continuidad a la pintura al aire libre y situarla en el centro del debate artístico francés del siglo XIX.

La espontaneidad y la rapidez de ejecución, que habían sido propias de los estudios del natural, pasaron a ser tenidas por consustanciales de los cuadros impresionistas. Con ello, los paisajes pintados al aire libre alcanzaron un estatus nuevo: el de obra definitiva.

Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh, dividida en los siete motivos más habituales de la pintura al natural (mar, cielo, ríos, árboles y plantas, montañas, rocas y ruinas), incluye paisajes de mar de Courbet, estudios de nubes de Turner —un pintor obsesionado en captar la expresividad del cielo—, macizos arbóreos de Monet, monumentales vistas montañosas de Hodler...

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