El Báltico, mar de días eternos

La llegada del solsticio de verano es una de las celebraciones más arraigadas de Finlandia.
La llegada del solsticio de verano es una de las celebraciones más arraigadas de Finlandia.
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La llegada del solsticio de verano es una de las celebraciones más arraigadas de Finlandia.

No hay rastro de hielo. Y un sol generoso preside la escena. En el corazón del Báltico, la frontera entre Suecia y Finlandia es invisible: una sucesión de 25.000 islas descansa sobre las aguas para constituir un único conjunto, un refugio para miles de personas –autóctonas y foráneas– que acuden a celebrar la experiencia de los días eternos durante la fiesta estival.

Los archipiélagos de Turku y Åland son estos días una postal. Una estampa de luz tamizada, donde el sol se acuesta apenas un par de horas y ofrece, a su sombra, un marco incomparable en el que es posible realizar un sinfín de actividades al aire libre. El sueño puede esperar en este remanso de paz, de aspecto bucólico y virginal, en el que el idilio con el entorno natural está garantizado.

Horizontes del nuevo solsticio. En el archipiélago de Turku, punto de partida de nuestro trayecto, el verano dibuja nuevos horizontes. Desde allí, una travesía por mar y tierra conecta a centenares de islas mediante decenas de puentes y ferrys a lo largo de 150 kilómetros de carreteras y 50 kilómetros de vías acuáticas. Aunque el recorrido es una realidad, solo durante tres meses –entre junio y agosto–, ya que, poco después, el invierno solidifica las aguas y las vías quedan selladas. Quizá por ello, los lugareños, conscientes de la caducidad del privilegio, disfrutan sin reservas el momento en una suerte de homenaje a Ukko, el antiguo dios del tiempo y las cosechas, al que los finlandeses honraban ya en la era precristiana encendiendo hogueras en la playa.

Desde Turku, la ruta por el suroeste finlandés puede comenzarse en coche o a dos ruedas, en bicicleta, ya que es posible alquilar una en cualquiera de las localidades del llamado archipiélago trail.

Tras cruzar varios puentes, accedemos en ferry a las aldeas de Pargas y Nagu, dos de los rincones predilectos de los artistas que estos días se trasladan a las islas en busca de inspiración al abrigo del nuevo sol. En el pueblecito de Nagu, las embarcaciones  amarradas a su muelle invitan al viajero a adentrarse en su interior y disfrutar de una de las actividades preferidas de los finlandeses: la navegación. Un paseo en kayak, o unas horas de pesca o de inmersión submarina son otras de las propuestas al alcance del visitante en este medio anfibio, a caballo entre el agua y la tierra.

El trayecto continúa hasta Korpo y Houtskär, donde es posible hospedarse en uno de los idílicos hotelitos de la zona. A orillas del mar, Hyppeis Värdshush, una antigua escuela reconvertida hoy en hostal, nos ofrece el reposo necesario para continuar con el viaje. Durante la estancia, se confirma una sospecha: la excelencia de esta tierra rebasa a sus paisajes. Y alcanza también a su mesa. Guisos de pescados como el salmón o la perca se sirven acompañados de las exquisitas patatas y tomates que los isleños cultivan.

En los postres no faltan las manzanas ni las berrys –frambuesas, grosellas...–. Ni tampoco los brindis con vodka que los lugareños verbalizan con un sentido "skål!", el vocablo sueco –lengua materna para la mayoría de los insulares– equivalente al "¡salud!" de los convites españoles. Una guerra sin cuartel en pro de los sentidos que fulmina el tópico del hedonismo como patrimonio exclusivo del Mediterráneo.

Un desierto de mar

De nuevo a bordo, la ruta prosigue hacia el segundo archipiélago señalado en el mapa, Åland, una región finlandesa aunque autónoma desde 1921.

En los 75 kilómetros de trayecto, la lancha en la que nos trasladamos se abre paso por entre un azul infinito salpicado de forma casi ininterrumpida por centenares de islas deshabitadas –el 90%, privadas–. En esta especie de desierto marino solo emerge, aunque rara vez, alguna de las casas rojizas de madera características de la zona. Es la antítesis absoluta del ya arruinado boom del ladrillo a orillas del castigado Mediterráneo.

Ya en tierra firme, el ritmo se apresura –aunque solo un poco– en la capital de Åland, Mariehamn, donde los veraneantes disfrutan del buen tiempo en las numerosas terrazas de sus bares y restaurantes. El propietario de uno de ellos, Christian Ekstroem, nos recibe en su local con una degustación de 13 tipos distintos de cerveza local. Si bien, la gracia del encuentro no radica tanto en la cata –deliciosa, por cierto– como en la popularidad del personaje. Y es que Ekstroem, además de restaurador, es el buzo que halló en 2010, en las ruinas de un barco hundido del siglo xix, 30 botellas intactas del champán más antiguo del mundo.

La cita soñada llega horas después en un rincón privilegiado del norte de estas islas finlandesas en las que sin embargo se habla sueco. La noche crepuscular adquiere tintes paradisiacos en el hotel Havsvidden (www.havsvidden.com), donde la velada puede culminar con una sauna o, mejor aún, en un jacuzzi que, con vistas al mar, permite contemplar el espectáculo lumínico de la madrugada estival.

El trayecto circular nos lleva de vuelta en crucero al lugar de origen, Turku, la ciudad más antigua de Finlandia. Declarada Capital Cultural Europea en 2011, Turku –que significa "mercado" en finés– rememora todavía hoy su pasado como enclave de comerciantes y navegantes desde su fundación, en 1229.

Pero además de su pasado marinero, un paseo por los animados cafés y los transitados mercados en torno a las orillas del Aura, el río que vertebra la ciudad, pueden despertar en el viajero una sensación: la de que los habitantes de Turku –al igual que los de las regiones insulares vecinas– profesan con veneración la religión epicúrea y reivindican en estos días eternos el placer sobre todas las cosas.

En el corazón del mar Báltico

Los archipiélagos de Turku y Åland se encuentran a mitad de camino entre Suecia y Finlandia. La ciudad de Turku, la más antigua de Finlandia, está situada a unos 170 kilómetros al oeste de Helsinki, la capital del país. Unas 20.000 islas e islotes componen un archipiélago que es, junto a Helsinki y Tampere, una de las regiones más pobladas de este país, que cuenta con una población de 5,3 millones de personas.

Las conexiones, tanto con Helsinki como con Estocolmo, son continuas por mar y tierra. Las compañías Tallin Silja y Viking Lines zarpan cruceros a diario desde la capital sueca hacia la finlandesa, con escalas, durante el trayecto, en el archipiélago de Åland. Este grupo de islas, cuya capital es Mariehamn, se localiza tan solo a pocos kilómetros de la costa oriental de Suecia.

Información de interés

  • Cómo llegar: La aerolínea Finnair opera a diario vuelos a Helsinki desde Madrid y Barcelona. Durante el verano, existen conexiones con otras ciudades españolas como Málaga, Las Palmas, Tenerife o Lanzarote. Una vez en Helsinki, es posible volar hasta Turku con la misma compañía, o bien desplazarse en barco. Para acceder y recorrer los archipiélagos de Turku y Åland es posible utilizar los transbordadores gratuitos –de color amarillo– que subvenciona el Gobierno finlandés.
  • Alojamiento: La oferta hostelera es óptima tanto en la ciudad de Turku como en las islas. Son numerosos los pequeños hotelitos emplazados a orillas del mar.
  • Consejos: La mejor forma de disfrutar del paisaje es sobre las ruedas de una bici. Para más información sobre transportes, alojamientos y otras cuestiones, visita www.scandinavianislands.com, www.turkutouring.fi, www.visitfinland.com, www.visitaland.com.
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