Carolina y Estefanía: los escándalos en el Principado

Las dos hijas de Rainiero de Mónaco, Carolina y Estefanía, de 48 y 40 años, tienen vidas y estilos muy distintos que las han llevado a chocar frecuentemente, pero hoy se muestran unidas por el dolor tras la pérdida de su padre, fallecido a los 81 años de edad tras una larga agonía.
Carolina y Estefanía de Mónaco junto a su hermano y Rainiero. (Foto: EFE)
Carolina y Estefanía de Mónaco junto a su hermano y Rainiero. (Foto: EFE)
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Carolina y Estefanía de Mónaco junto a su hermano y Rainiero. (Foto: EFE)

Sin el "glamour" de una época irrepetible que tenía su madre, la mítica y bellísima Grace Kelly,actriz fetiche de Alfred Hitchcock, las princesas de Mónaco hanmantenido las cámaras de los paparazzi enfocadas en el minúsculoEstado, un verdadero filón para la prensa rosa y sensacionalista.

Mónaco no sería el Mónaco de hoy sin ellas, tras latrágica muerte de la esposa de Rainiero en un accidente de tráfico en1982, un hecho que marcó sus vidas para siempre y que las convirtiódesde entonces en huérfanas del cariño y la educación de su madre.

Carolina, la primogénita de los Grimaldi, heredó de Grace su belleza clásicay su distinción, además de una imagen de mujer responsable y sabia, apesar del oscuro episodio de su primer matrimonio, en 1978. La boda dela joven princesa, de 22 años, con Phillipe Junot, un francés con famade play-boy mucho mayor que ella y a la que se oponían sus padres,acabaría en divorcio, pero Carolina aprendería de un error que novolvió a repetir.

Tras la muerte de su madre, ella asumió sus responsabilidades y, siguiendo su ejemplo, se convirtió en una "primera dama", admirada más allá de las fronteras del Principado.Como le había ocurrido años antes a su padre, la hija mayor de Rainieroperdió a su gran amor, el multimillonario italiano Stefano Casiraghi,en un trágico accidente en el mar en 1990.

Latraumática desaparición del padre de tres de sus hijos(Andrea, Charlotte y Pierre) sumió en un inmenso dolor a Carolina, quese retiró durante algunos años en una pequeña localidad de la Provenzafrancesa, donde se dedicó a cuidar de sus hijos en una vida de aparentenormalidad.

En 1999, Carolina vuelve a la actualidad tras su boda con el príncipe Ernesto de Hannover,un personaje de difícil carácter, a tenor de sus rabietas públicas,pero que da a la princesa su última hija, Alexandra, y le devuelve, almenos sobre el papel, la estabilidad emocional.

Eso es, precisamente, la mayor carencia de Estefanía, la pequeña de los Grimaldi, la rebelde, la indisciplinada, la extravagante de la familia, cuyas historias y desventuras amorosas, más o menos ciertas, han llenado cientos de páginas de la prensa del corazón.

Como para su hermana, la muerte de su madre fue un golpe terrible para ella, pero al contrario que Carolina, Estefanía parece no haberse recuperado nunca de ese fatal accidente en el que ella, con 17 años, se salvó milagrosamente.A partir de entonces, se alejó de la vida de Palacio y comenzó a darbandazos en el mundo artístico, en el que primero probó como modelo yluego como cantante, ante la frustración de su padre, que no sabía cómocontrolar la rebeldía de Estefanía.

La prensapublicó sus romances con actores, como Paul Belmondo, Antony Delon, Rob Lowe, pero también con deportistas, acróbatas e incluso domadores de tigres,mientras prefería vivir en un circo antes que en un Palacio. La rupturacon Rainiero llegó por su relación con el padre de dos sus hijos,Pauline y Louis, el ex guardaespaldas Daniel Ducret, artífice tambiénde la reconciliación filial, aunque sin desearlo, tras la publicaciónde unas fotos en las que aparecía desnudo con una bailarina de "strip-tease".

Estefanía, que aún tendría una hija, Camille, de otro ex guardaespaldas, Jean-Raymond Gottlieb, antes de casarse y divorciarse con el propietario de un circo, el acróbata portugués Adam Lopez Peres, se convirtió en compañera inseparable de su padre en sus últimos años.

Ella fue la que acudió a su lecho de hospital a primera hora del 22de marzo, después de que durante la noche el estado de Rainiero seagravara bruscamente, lo que obligó a internarlo en la unidad dereanimación y, luego, someterlo a respiración asistida.

El rostro deshecho de Estefanía, captadofurtivamente por las cámaras a su salida de la clínica, mostraba suprofunda aflicción. Unas horas después, Alberto y Carolina volveríanprecipitadamente a Mónaco y se relevarían con su hermana menor en elcentro médico. Estefanía, que unas semanas antes había acogido a supadre bajo la carpa del Festival de Circo de Mónaco para un último adiós a los artistas, será sin duda la más desvalida por su desaparición.

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