Una contraorden prolonga la angustia en el pesquero

«Madre mía, no puede ser...», exclamó a 20 minutos Bautista, segundo patrón, al conocer la contraorden que los paralizaba de nuevo en alta mar.
Una mujer aguardaba, junto con otros inmigrantes dentro del barco, en una imagen del pasado miércoles. Darrin Zammit/Reuters
Una mujer aguardaba, junto con otros inmigrantes dentro del barco, en una imagen del pasado miércoles. Darrin Zammit/Reuters
Una mujer aguardaba, junto con otros inmigrantes dentro del barco, en una imagen del pasado miércoles. Darrin Zammit/Reuters
A media tarde de ayer, una contraorden al pesquero Francisco y Catalina cancelaba el permiso obtenido 15 minutos antes para aproximarse a La Valeta (Malta) y entregar a los 48 inmigrantes a bordo. Aunque los aviones españoles volaban ya hacia la isla para recogerlos, el pesquero se encontraba, al cierre de esta edición (00.00 horas), de nuevo fondeado a 12 millas de la costa en el que fue el día más largo de su periplo.«Madre mía, no puede ser... Estamos otra vez parados, con dos mujeres enfermas a bordo. No soportaremos otra noche más. Esto es desesperante». Bautista Molina, segundo patrón, describía en el mismo momento de la noticia a 20 minutos el desánimo reinante al conocer la decisión. Poco antes narraba a este periódico la hazaña vivida durante estos seis días.

«Navegábamos hacia el caladero el viernes cuando avistamos una patera pidiendo auxilio. Alertamos para que viniesen a prestarles ayuda, pero, al ver que nadie se acercaba y que tampoco podíamos ponernos en contacto a través del satélite, decidimos recogerlos. Si no, morirían.

Imagínese, venían deshidratados, sin agua ni comida desde hacía cinco días. Tratamos de llevarlos a Malta, lo más cercano, pero nos lo impidieron porque la isla está saturada de inmigrantes. Nos ofrecieron víveres, ya que estábamos preparados para diez tripulantes y trajeron 20 kilos de arroz y diez de espaguetis. ¿Creen que es suficiente para tantas personas? Y ni siquiera había leche para la niña, de dos años... Era desolador verlos comer con las manos. ¡Tampoco tenemos tantos cubiertos!

Les prestamos nuestra ropa y tratamos de atenderlos en todo cuanto necesitan para hacer esto más llevadero, incluso con películas. Aunque a estas alturas nos gana el cansancio. Ellos duermen en la cubierta y apenas dos horas al día, esperando, con paciencia, noticias.

En un primer reconocimiento, todos se recuperaban bien, pero dos mujeres tuvieron fiebre y una de las embarazadas  sangraba. Así que en una segunda visita decidieron llevarla a tierra con la niña y su madre. La pequeña era el juguete del barco y no te creas, se marchó sin una lágrima. No sufrió, pero llevársela así...

El cariño ya es muy grande, son nuestra otra familia. Aunque no nos entienden, en inglés nos pudieron contar que salieron de Eritrea por la guerra. No quiero saber cómo están allí para tener que arriesgarse de esta forma.

El miércoles daban gritos de alegría al saber que todo había acabado.

«¡Viva España!», nos decían, nos hacía gracia. Hasta nos escribieron cartas de agradecimiento. Y, fíjate, ahora todo está parado de nuevo.

Pero lo volveríamos a hacer. El dinero es sólo material, aunque las pérdidas están siendo enormes».

El reconocimiento a una hazaña

Cruz Roja Española anunció ayer que otorgará su Medalla de Oro a la tripulación por «su humanidad y el compromiso». Estos marineros también serán propuestos para el Príncipe de Asturias a la Concordia 2006. Tras alcanzar ayer un acuerdo con varios países europeos y africanos, ocho de los inmigrantes permanecerán en Malta, mientras otros veinte viajarán a Italia y Libia y cinco, a Andorra. A España vendrán 18 y seis de ellos serán repatriados a Marruecos y Pakistán.

Sasia Sassken, socióloga

«La política de muros a la inmigración no funciona»

El éxodo de sur a norte parece imparable.

Cada vez emigran y mueren más personas. El control de las fronteras no funciona. Los muros son contraproducentes. En la frontera de México y EE UU, desde que está blindada hay menos detenciones y más muertes. Creo que igual que se echó abajo el muro de Berlín, la gente debe acabar con estos muros.

¿Cree usted en la teoría de la ciudadanía universal?

Yo prefiero pensar que los derechos son algo que la gente lleva consigo y que se deben respetar estén en un país o en otro.

¿Qué aportan los inmigrantes a las ciudades globales?

Son una ventana al mundo, se merecen mayor participación pública y no ser tratados con lástima.

¿Por qué cree que hay cada vez más racismo?

Porque encima surge en las clases más desfavorecidas. Es trágico reducir el conflicto al enfrentamiento ciudadano-inmigrante. Mi idea es convencerlos de lo que tienen en común, porque la lucha está en evitar que el neoliberalismo nos haga perder derechos a todos a diario. A. Larrañeta.

Bio. Holanda, 1949. Da clases en Chicago y en la London School of Economics. Acuñó el término ciudad global.

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