La llegada a la vicepresidencia de Sandro Rosell en 2003, de la mano de Joan Laporta, provocó un auténtico tsunami en las categorías inferiores del FC Barcelona. Solo Rodolfo Borrell (infantil) y Sergi Lobera (Alevín) se salvaron de la quema del actual presidente del club, que nombró responsable de la cantera a Josep Colomer, y dio vía libre para el desmantelamiento del fútbol base.
Puso en marcha el ‘proyecto Joan Laporta’, modificando todo el organigrama y echando a prácticamente todos los entrenadores de la Masía. Entre los damnificados, se encontraba tal Tito Vilanova. Exjugador y retirado hacía dos años tras militar en el Gramanet, se había hecho cargo del cadete B, donde no le iba nada mal con Piqué, Cesc Fàbregas y Messi en el campo.
El gran descubrimiento de Pep
Vilanova volvió al Barça de la mano de Guardiola en 2007, como segundo entrenador, después de conocerse cuando eran futbolistas y haberle seguido desde sus comienzos.
Hasta entonces, las carreras de ambos fueron muy diferentes. El Barça B de 1988-1989 de Ferrer, Busquets y Guillermo Amor se desmanteló poco a poco. A diferencia de estos tres, que continuaron en el primer equipo, Tito abandonó fichando por el Figueres hasta 1992. Posteriormente vistió los colores de Celta, Badajoz, Mallorca, Lleida, Elche y Gramanet donde se retiró diez años después.
Su primera experiencia en la pizarra del fútbol fue el Cadete B del Barcelona, un equipo invencible y todo un trampolín en su carrera como técnico. Tras ser despedido, entrenó a Figueres, Palafrugell y Terrasa.
La mano derecha de Pep Guardiola, el cerebro en la sombra, tiene nueve años después la oportunidad de mostrarle a Sandro Rosell por qué se equivocó llevando a lo más alto al primer equipo del FC Barcelona.
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