Entre el trueque y la solidaridad: ¿Qué hacer con los regalos de Navidad que no queremos?

  • Tras la Navidad, acumulamos regalos que no queremos pero podemos dar salida.
  • ONG`s, bibliotecas, iniciativas privadas, mercadillos... son lugares donde donarlos.
  • Una alternativa a la socorrida y cada vez más extendida tarjeta regalo.
Un empleado de un centro comercial coloca un juguete.
Un empleado de un centro comercial coloca un juguete.
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Un empleado de un centro comercial coloca un juguete.

Regalar es un arte. Deshacerse de un regalo de dudoso gusto, repetido o inapropiado es, si cabe, un arte todavía mayor. La sociedad de consumo ha inventado para este no tan improbable caso las tarjetas regalo; un comodín con cada vez más adeptos, sobre todo mientras dure la resaca navideña.

Pero si lo que se pretende es soltar lastre con un barniz de altruismo, lo más conveniente es acudir con aquel regalo por desgracia sobrante a la sociedad civil. ONG's, bibliotecas públicas, originales iniciativas privadas, novedosos proyectos digitales… Todo vale para quien quiera empezar el año haciendo realidad el propósito de la generosidad.

Existen opciones para todos los gustos. Una de ellas, poco conocida y que consigue aprovechar al máximo los recursos de Internet, es presenttube. Se trata de una web española, de reciente creación, que se presenta con el atractivo lema de "dar y disfrutar regalando". La idea, inspirada en el ancestral trueque, consiste en intercambiar regalos de forma libre.

Funciona, según su creador, subiendo dos regalos a la web para recibir otro a cambio (el valor de los regalos lo decide el usuario). Juguetes, aparatos de gimnasia, gadgets tecnológicos… casi cualquier cosa se puede intercambiar en esta "red social" del intercambio.

Otra opción, a la que todavía se puede uno apuntar antes de acudir a las organizaciones sin ánimo de lucro, que ya han dado por finalizados sus proyectos navideños pero siguen con las acciones habituales, es la campaña bautizada como 'Cacambiator'.

'Cacambiator', ideada por la agencia Shackleton, es ni más ni menos que una "máquina que mejora los regalos". Durante parte del mes de diciembre y todo el mes de enero, una furgoneta recorre puntos vitales -grandes empresas, oficinas, instituciones públicas- para que todo aquel que quiera, introduzca en ella su regalo y reciba a cambio otro. El beneficio es doble, para el que recoge su nuevo regalo, y para la ONG Acción Contra el Hambre, beneficiaria final de la iniciativa.

La última, pero no menos interesante, de las opciones es acudir a un mercado de pongos. Un pongo es aquel regalo del que lo primero que te preguntas es ¿dónde lo pongo? A partir de esta universal frase hecha han proliferado los conocidos como mercados de pongos, lugares donde reírse de buena fe de la mala suerte ajena y, por qué no, llegar a intercambiar algún que otro de estos 'imponibles'.

En Barcelona, desde hace unos años se viene celebrando uno. Este año no, pero no pasa nada, siempre será posible guardar en algún rincón durante un año aquel 'regalazo' inoportuno para probar suerte al que viene.

¿Y con los libros?

La cárcel, la biblioteca pública o una ONG que luego se encargue de distribuirlo son las mejores opciones para darle una segunda oportunidad a ese libro que, de otro modo, pasaría a engrosar la lista de masas inanimadas sin fin particular. Así, cada vez más bibliotecas públicas habilitan un rincón de expurgo, normalmente una estantería o mueblecito, donde previa revisión de los trabajadores del centro cualquiera puede dejar (o llevarse, claro) cuantos ejemplares quiera.

Quien no tenga una biblioteca cerca y prefiera el hospital o la cárcel, también puede hacerlo. En estos casos, la donación no es directa, sino que hay que contactar previamente con algún intermediario. Por suerte, hay ONG's que se encargan de ello, siempre y cuando la cantidad y la calidad (el estado de conservación) de los libros lo merezca.

Otra tercera opción, con cada vez más adeptos, es el conocido como bookcrossing, una iniciativa que combina el amor por los libros y el altruismo con la cultura entendida como compromiso cívico. El bookcrossing consiste en etiquetar un libro, es decir, registrarlo, y soltarlo allí donde más te apetezca (una cafetería, un banco del parque, una parada de bus) para que otra persona lo encuentre, pueda leerlo y, luego, hacer lo mismo.

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