Los políticos españoles son ambiguos y no argumentan, pero comunican "relativamente bien"

José Luis Rodríguez Zapatero, de espaldas en el Congreso.
José Luis Rodríguez Zapatero, de espaldas en el Congreso.
Paco Campos / EFE
José Luis Rodríguez Zapatero, de espaldas en el Congreso.

Cuando un político dice algo, millones de personas escuchan. Esto condiciona, inevitablemente, su discurso, su lenguaje y sus intenciones. Durante la campaña electoral del 20-N, que empieza el 4 de noviembre, veremos a los políticos españoles hablar más de lo normal y prodigarse como nunca en los medios y los actos públicos. Todos ellos comunican relativamente bien, aunque no siempre se les comprenda, pero carecen de una cultura de la argumentación, según los expertos consultados por 20minutos.es: el uso de muletillas o el habitual andarse por las ramas son sus principales defectos.

El máximo exponente de la "perfección lingüística y discursiva" no está en activo: es Manuel Azaña, que fue presidente de la Segunda República española, "un prodigio de la claridad expositiva, del orden y la lógica", apunta José Jesús de Bustos Tovar, catedrático en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid. En este caso, parece que cualquier tiempo pasado fue mejor, señala, sobre todo si escogemos como "prototipo" de la oratoria política el discurso parlamentario, "extremadamente pobre" en España. Sus señorías suelen hacerle "un mal favor al lenguaje" en algunas de sus intervenciones en el hemiciclo y se olvidan de algo imprescindible, "hablar con propiedad".

Las frases de nuestros políticos están llenas de "tautologías -redundancias- innecesarias" como, por ejemplo, la expresión "sí o sí" y de abusos semánticos, como la palabra "reto", que utilizan para todo. Son, además, ambiguos -"es una falta de respeto al ciudadano"- y no incluyen cultismos. Los políticos "no quieren parecer petulantes" y por ello, entre otros factores, se terminan a veces olvidando del "decoro lingüístico", dice De Bustos a 20minutos.es, que hace hincapié en la "responsabilidad" que supone hablar para un colectivo tan grande y plural -todos los españoles-, con tantas diferencias culturales, sociales o de mentalidad.

La "claridad" de Uxue Barkos

Es muy importante ver "con qué propósito" elabora un político su discurso. Puede tener una intención argumentativa (aunque no es algo que abunde), dialéctica (cuando se dirige a un adversario político) o propagandística (en los mítines). La argumentación como eje de los discursos, explica el catedrático De Bustos, se rompió con en franquismo y "no se ha vuelto a recuperar". Aun así, y al margen de ideologías, hay discursos modélicos, destaca De Bustos, como el de la navarra Uxue Barkos (Geroa Bai), "lleno de claridad, sin anacolutos -inconsistencias gramaticales- o muletillas" y con propiedad "desde el punto de vista lingüístico", como ocurre también con el del presidente del Congreso, José Bono, añade.

Aquellos políticos que, por ejemplo, han recibido "formación eclesiástica", dice De Bustos sin dar nombres, suelen emplear una "fraseología hiperbólica", es decir, dan muchos rodeos hasta llegar a lo que quieren decir. Del candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, señala que posee "habilidad y claridad de pensamiento y discursiva" ya que, por su formación -es doctor en Ciencias Químicas-, ha sido "educado en la argumentación científica y lógica".

De Mariano Rajoy, líder y candidato del PP a las elecciones generales, dice que ofrece un discurso bien construido, aunque los contenidos semánticos sean "más o menos vagos", algo que incluso podría ser "deliberado".

Para Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicación y consultor político en Ideograma, esto se resume en una frase: "Rajoy habla, Rubalcaba comunica". Comunicar implica más cosas que hablar correctamente o tener un discurso armado, "sin comunicación no hay política, al menos política democrática", añade. Pero no siempre se consigue. El problema de los políticos es que, aunque comunican relativamente bien, "no siempre se les comprende"; los ciudadanos tienen la impresión de que hablan para ellos mismos, "de sus cosas". De ahí que utilicen herramientas adicionales para lograr que su mensaje cale: "persuadir, convencer y seducir".

Comunicación no verbal

El barómetro del CIS del mes de octubre coloca a la clase política como el tercer "problema" más importante para los españoles, solo por debajo del paro y la economía. El hartazgo es evidente, por eso en muchas ocasiones la gente no presta atención a lo que dicen: son otros detalles los que acaparan en un 70% el llamado "recuerdo emocional", en el que las palabras terminan "jugando un papel relativamente pequeño", dice Gutiérrez-Rubí. Las impresiones del tipo "no recuerdo bien lo que dijo, pero estaba cabreado" son comunes. El tono, el timbre de voz y la actitud, es decir, la comunicación no verbal, son fundamentales.

Aquí juegan su baza Esperanza Aguirre (PP) o Josu Erkoreka (PNV). Yuri Morejon, asesor de comunicación y director de Yescom Consulting, dice que la presidenta de la Comunidad de Madrid domina la puesta en escena, "muy orientada a su personalidad", genera debate y ha innovado "al introducir el teleprompter en la política española". Por su parte, Erkoreka destaca por transmitir "una imagen serena y muy coherente con lo que la gente pide y valora de un político". Las personas "nos movemos por la percepción, sensación e impresión que tenemos de la realidad que nos rodea. Por eso es tan importante comunicar bien", explica.

Muchos políticos en España "se entrenan" para ello, aunque en otros países exista "mas tradición y conciencia sobre la importancia de prepararse cada una de las intervenciones publicas, con o sin periodistas". Un ejemplo es el primer ministro británico David Cameron, "quien en apenas año y medio ha logrado ganar en seguridad y convicción ante las cámaras", asegura  Morejon a 20minutos.es. Rubalcaba, en este aspecto, también juega con ventaja por "su capacidad para colocar titulares, marcar la agenda de los medios y por el dominio casi hipnótico de su lenguaje corporal".

Los ojos y la sonrisa

Los debates electorales que en pocos días podremos ver en televisión y, posiblemente, en Internet nos ayudarán a comprender la importancia de la comunicación en la política. Bastará una sencilla prueba: bajar el volumen de la televisión o el ordenador. ¿Qué nos dicen los políticos cuando no les escuchamos?

"Los ojos y la sonrisa son claves", dice Gutiérrez-Rubí, "son el pasaporte para la percepción de lo que luego vas a decir". El timbre, el tono de voz y el aspecto, más o menos desaliñado, captarán nuestra atención. Para Morejon, lo que más suele atraer es la coherencia entre lo que un político "dice, piensa y hace" y la convicción. Lo que menos, "la soberbia, la impostura y la artificialidad". A pesar de que los políticos suelen acusarse mutuamente de faltar a la verdad, mentir no es tan fácil, al menos con el cuerpo; "Hay que ser muy buen actor", añade Morejon, y normalmente, los políticos "desconocen que su cuerpo habla", recuerda Gutiérrez-Rubí.

Todo esto provoca que ante las cámaras, por ejemplo, los políticos a veces muestren una pose poco natural y acaben cayendo en la verborrea fácil, confundiendo "comunicación con reacción política", según Gutiérrez-Rubí. Pero no siempre es culpa suya, los medios de comunicación son exigentes y no recogen necesariamente "lo que es importante", sino aquello que resulta interesante, dice Morejon. En este sentido, los ciudadanos se están informando cada vez más sobre los políticos y los partidos a los que representan a través de "formatos no periodísticos", explica Gutiérrez-Rubí. Por ejemplo, con las redes sociales.

"Internet es conversación, produce nuevos estilos y actitudes", opina el asesor. La Red permite explorar "el ecosistema del relato político" y favorece las relaciones horizontales. Ahí es donde los políticos pueden ganar puntos aunque en este momento estén en un "momento iniciático".  Pero hay que ser prudente: "No por mucho tuitear ganas mas votos", advierte Morejon. "Se trata de mostrarse accesible, de demostrar autenticidad", pero también de aportar respuestas y de ser humilde y constante, porque "la gran mayoría de los ciudadanos que navega hoy en Internet y se mueve en las redes sociales... ni tiene ni quiere tener contacto con los políticos".

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