No cantan y bailan como Marisol ni, por suerte, son adultos fingiendo ser críos como Joselito, pero algo es cierto: hay una epidemia de niños en el cine. En la cartelera actual encontramos, entre otros, a Elle Fanning en Somewhere, Ella Purnell e Izán Corchero en Intruders o toda una pléyade de criaturas en El sueño de Iván. El "mamá, quiero ser artista" sigue estando de moda.

Óscar Casas y Carla Campra son, precisamente, los protagonistas de El sueño de Iván. A sus 13 años, el primero ya ha desfilado por largos (El orfanato o Fuga de cerebros) y series (Abuela de verano o Águila Roja), además de ser hermano de Mario Casas (que también fue actor infantil). Campra también tiene tablas a sus 12 años, y otro hermano actor (Guillermo, de Águila Roja), anuncios, cortos, series y hasta una web oficial propia.

¿Cómo es su vida? Según Casas y Campra, como la de cualquier otro niño. Colegio. Deberes. Juegos. Y, claro, una diferencia: una profesión. Porque el Estatuto de los Trabajadores impide trabajar a los menores de 16 años, pero hace una excepción con ellos. Hay unas reglas generales (tener un cuidador-tutor en el rodaje, no repetir cursos...) y, después, autorizaciones y leyes de cada comunidad. La de Madrid, por ejemplo, les prohíbe trabajar más de dos días a la semana y ocho horas cada día.

"A veces es un poco difícil", reconoce Casas, "porque hasta las ocho grabo Águila Roja y luego, en casa, he de hacer los deberes y estudiar. Como el resto, pero más tarde". Campra añade que "no siempre es guay": "Te puedes perder alguna explicación necesaria, pero nunca he tenido problemas". ¿Y con los otros chicos? ¿Cómo se lleva en el recreo ser famoso? "Los primeros días", dice Campra, "te hacen muchas preguntas y te sientes incómoda. Pero luego se acostumbran y eres uno más. Alguna vez me han dicho que soy rica... ¡Pero es mentira!". ¿Y los profesores? "Tenemos que esforzarnos más que el resto", dice Casas, "porque no vale aprobar: en el instituto te piden, como mínimo, notables, y si no le echan la culpa a la actuación. Y, si repites, directamente se acabó la actuación".

En un segundo plano, mirando con orgullo a sus hijos, están Patricia Elizalde y Heidi Sierra, madres respectivas de los Campra y los Casas. "Mi hijo quería hacer televisión desde muy pequeño", explica Elizalde, "lo llevé a una agencia y lo cogieron para anuncios. Carla se colaba, porque tenía mucha cara, y se quedó". ¿Y los Casas? "Mario empezó con 7 años", dice su madre. "Tienes niños monos, los llevas a una agencia y mira: Mario protagonizó casi 100 spots, los pequeños ven a su hermano y quieren lo mismo". Las dos dicen haber sacrificado mucho por sus hijos: "Se pierde mucho tiempo esperando en castings", asegura Sierra, "y dejas de trabajar muchos días para llevarlos a pruebas".

¿Y en casa? "A veces hay que pararles los pies", reconoce Sierra. "Por ejemplo, a veces Mario se harta de tanto revuelo, y tengo que recordarle que es parte de su trabajo". Para Elizalde "depende de la familia", pero asegura que les transmite que, "además de lucha y talento, han tenido mucha suerte. Y, sobre todo, que esto puede terminarse mañana: son muchos más los que se quedan en el camino que los que llegan". Por eso tienen un plan B, como lo llaman Óscar y Carla: "Estudiar mucho". El primero para ser médico y la segunda, psicóloga. O actores, por supuesto.

La psicóloga infantil Marta Rodríguez advierte de las "posibles dificultades de romper una rutina escolar": "Además, la fama puede crear un ego desmesurado que dificulte las relaciones con sus iguales, crear falsas expectativas y cargar a los niños con demasiada responsabilidad". Una representante que prefiere mantenerse en el anonimato explica cómo tuvo que tomar cartas en el asunto "porque era una explotación": "He visto empujar a niños a la actuación: más que querer ser actores, eran los padres los que deseaban un famoso en casa", y recuerda un caso extremo: unos padres a los que les quitaron la custodia de sus tres hijos por someterlos a sesiones interminables de rodaje.

Pablito Calvo. Con solo siete años, el éxito de Marcelino, pan y vino (1955) lo convirtió en el niño actor por antonomasia del cine español. Murió en 2000 tras un derrame cerebral.

Ana Torrent. Nacida en 1966, una inolvidable películasde Víctor Erice (El espíritu de la colmena (1955) y El nido, de Jaime de Arminán ( 1980) la hicieron famosa. Ya adulta, optó al Goya gracias a Tesis (1995), de Amenábar.

Juanjo Ballesta. Ganó el Goya en 2000 gracias a El Bola, que protagonizó con 12 años. Ha seguido trabajando como actor en series como Hispania y películas como Bruc, el desafío.

Ivana Baquero. Impactó, con 12 años, a las órdenes de Guillermo del Toro en El laberinto del fauno (2006), por la que ganó el Goya. Después ha actuado con Kevin Costner en La otra hija.

Marisol. Josefa Flores, nacida en 1948, deslumbró en los años sesenta cantando y bailando en títulos como Un rayo de luz (1960) o Tómbola (1962). En 1984 abandonó la actuación.

Nerea camacho.  Nacida en 1996, debutó en 2008 y ganó el Goya por su trabajo en Camino, de Javier Fesser. Después la hemos visto en Héroes y Tres metros sobre el cielo.

Joselito. José Jiménez nació en 1943 en Jaén. Debutó en 1956 en El pequeño ruiseñor: aunque se aseguró que tenía 9 años en la película, había cumplido los 13. Después vino una época más que turbia.

Francesc Colomer y Marina Comas. Nacidos en 1997 y 1996, respectivamente, los dos protagonistas infantiles de Pa negre (2010) han ganado el Goya de este año como actores revelación. Son los últimos niños en lograrlo: la Academia de Cine ha decidido que los menores de 16 años ya no podrán ser candidatos.