Kike Maíllo, nacido en 1975 en Barcelona, ha debutado en el largometaje con la película de ciencia-ficción Eva, que se presentó en el Festival de Venecia y ayer inauguró el de Sitges. Profesor de la ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya), ha trabajado en el mundo de la publicidad, los videoclips o en televisión - en la serie de TV3 Arròs covat -; y es el autor de los premiados cortos Las cabras de Freud y El perro de Pavlov. Entre otras cuestiones, Eva nos habla sobre la posibilidad de crear a un niño robot con sentimientos y actitudes completamente humanas; y está protagonizada por Daniel Brühl, Marta Etura, Lluís Homar, Alberto Ammann y la joven Claudia Vega.

¿Hacer cine de ciencia-ficción aquí, en Cataluña o España, suena precisamente a eso, a ciencia-ficción?

Sí. Hay que romper algunos clichés, algunos tabúes de que no podemos, no sabemos. Que no tenemos talento o que es muy difícil. Es un muro alto que cuando logras traspasarlo hay mucha gente deseosa de invertir en este tipo de cine, y sobre todo de verlo. Presenciar algo que no es del todo real.

¿Se puede hablar de efectos visuales rompedores, en cuanto a lo que se hace en nuestra cinematografía, por los robots que aparecen o la forma de visualizar el cerebro de éstos? ¿Ha sido la parte más complicada?

La parte más difícil de plasmar no son los efectos. Ni siquiera ha sido rodar en ocasiones en temperaturas muy, muy frías. Lo más difícil es encontrar el equilibrio en la dramaturgia entre lo vistoso, de una película de ciencia-ficción, y una película de personajes. Algo que se ha hecho muy pocas veces no en Cataluña, no en España, ni en Europa o ninguna parte. Te sientes innovador porque se ha hecho poco, pero al mismo tiempo perdido porque no tienes referentes. Cuando hablamos de este tipo de películas tenemos Inteligencia Artificial y... poco más. Hay muy pocas referencias y hace que trabajar con este tipo de dramaturgia sea muy complejo.

Sin embargo, ¿se puede decir que sí son innovadores en nuestro tipo de cine?

Hay efectos que rayan a una muy buena altura, muchos que son preciosos; pero creo que hace mucho tiempo que se trabaja así en el campo de la publicidad en este país. No sé porque no hay ese trasvase entre lo industrial de la publicidad y el cine. Seguramente sea una cuestión económica. ¡En cine debes trabajar ocho veces más tiempo para cobrar mucho menos! (ríe) Pero estos efectos no nos los hemos sacado de la manga, están hechos por profesionales que los suelen hacer con frecuencia, pero en publicidad

¿Tengo entendido que te encantan especialmente los clásicos del género fantástico o ciencia-ficción de los 70 y 80?

Sí. Crecí mucho con series inglesas con ese componente de ciencia-ficción o imaginación que daban, sobre todo, en la televisión catalana; o con los blockbusters norteamericanos. Creo que muchos de los cineastas actuales hemos crecido con esa magia del cine. Pero no es tanto una referencia como una cuestión de formación. Para mí es mucho más un referente una película como Beautiful Girls que no una de ciencia-ficción.

¿Viendo 'Eva' uno puede acordarse también de títulos como 'Blade Runner' o 'Gattaca'?

De Gattaca tiene un punto de estilo que se parece o la manera de abordar la cuestión humana. Y Blade Runner, pues...  fue prácticamente la que inventó todo esto...

¿Crees que hacer cine de género, en este caso de ciencia-ficción, es también un modo de llegar a un mayor número de espectadores?

Lo difícil no es hacer un melodrama sino una película de ciencia-ficción. Yo cuando estaba estudiando en la ESCAC, con 18 años, ya pensaba ¡ojalá algún día pudiera hacer una película de robots! A veces hablamos de género, y de género hay muchas variedades, pero si te refieres al terror - porque de ciencia-ficción ha habido muy poca -, sí que es cierto que ha habido una corriente más cercana a la fantasía o al terror. ¿Tal vez ha habido un abuso en los últimos años? No lo sé, pero se siguen haciendo veinte películas más de realismo social que de terror.