Kore-eda, cada vez más cerca de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián

  • El cineasta japonés se vislumbra como gran favorito de la muestra.
  • Su película 'Milagro' parece haber eclipsado a algunas de las más esperadas de la competición: la divertida 'Le Skylab' de Julie Delpy y 'Happy end' de Runge.
Los actores japoneses Oshiro Maeda (dcha) y Koki posan tras la proyección de la película 'Kiseki (Milagro)' de Kore-eda, en la 59 edición del Festival de Cine de San Sebastián.
Los actores japoneses Oshiro Maeda (dcha) y Koki posan tras la proyección de la película 'Kiseki (Milagro)' de Kore-eda, en la 59 edición del Festival de Cine de San Sebastián.
Juan Herrero / Efe
Los actores japoneses Oshiro Maeda (dcha) y Koki posan tras la proyección de la película 'Kiseki (Milagro)' de Kore-eda, en la 59 edición del Festival de Cine de San Sebastián.

El realizador japonés Hirokazu Kore-eda, ninguneado en San Sebastián hace tres años con su magistral Still Walking, vuelve sin rencores a por la Concha de Oro con la deliciosa Milagro, que ha eclipsado en la competición a Le Skylab, de Julie Delpy, y Happy End, de Björn Runge.

El maestro nipón, capaz de encontrar la belleza solo con dejar transcurrir la vida ante su cámara, vuelve a realizar en Kiseki (Milagro) una reverencia a la complejidad de la psicología infantil como la que le diera la gloria en la impactante Nadie sabe, pero reduciendo su sinopsis no al brutal abandono de aquella, sino a la cotidianeidad de un matrimonio separado.

"Yo de pequeño siempre estaba preocupado. Era más adulto que un adulto normal. Ahora que soy mayor me doy cuenta de que a veces hay que asumir que las cosas no funcionan y ya he aprendido a renunciar", explica en una entrevista con Efe.

El milagro de Milagro es, por un lado, la transparencia interpretativa de los dos jovencísimos actores, hermanos en ficción y realidad, que son Koki Maeda y Oshiro Maeda, y que dan dos versiones distintas de asunción de esa realidad mucho más terrenal de lo que les gustaría. Por otro, una calidad ingrávida y exquisita.

"El hijo que se va a vivir con su madre sabe perfectamente lo que está pasando y de hecho lo entiende mejor que sus padres, pero el que se va a vivir con el padre acepta lo que está pasando e incluso disfruta de las pocas cosas buenas que tiene la nueva situación", explica el director.

Para él, en cambio, el milagro es ese anhelo que nunca se realiza y que desemboca en entender el mundo tal y como es. "En principio pensé que era un título demasiado directo, pero luego me gusta que el público, al ver que ninguno de los deseos imposibles se cumplen, busque pequeños milagros en la película", asegura Kore-eda.

Con otra obra proyectada en San Sebastián, el producto para televisión The Days After que se verá en Zabaltegi, Kore-eda vuelve así a componer una delicada radiografía de lo entrañable, en la que la naturalidad florece impertérrita sin importarle la presencia de la cámara de cine.

Una pompa de aire y carcajadas

Algo así, pero con resultados menores aunque todavía notables, es lo que propone Julie Delpy en Le Skylab, una comedia ambientada en el barullo de unas vacaciones en pelotón familiar en las costas de Bretaña en 1979, cuando el satélite del título amenazaba con caer sobres sus cabezas.

"Esta película es como una pompa de aire. Odio las películas que te dicen que es una película inteligente, hecha por un director inteligente y plagada de un ramillete de personajes inteligentes. A mí me interesa la idea de no analizar nada, simplemente captar el momento e introducir al espectador, hacerlo convivir con la situación y los personas", define Delpy a Efe.

La protagonista de dos títulos bandera de los noventa -Blanco" de Krzysztof Kieslowski, y Antes del amanecer, de Richard Linklater- viaja a la época en la que era niña, pero al igual que sucedía el lunes con Terence Davies y la Inglaterra de los cincuenta, sin afiliarse a la nostalgia.

"Recuerdo tan bien esa época que no la considero mi pasado, es todavía mi presente", explica una actriz y directora que, tras la fallida Dos días en París, no confunde la ligereza con la superficialidad y crea una espléndida sensación de realidad vacacional de lo mas disfrutable.

"No es que eche de menos ese tiempo, porque los niños antes también eran azotados y ahora hay más conciencia de la protección infantil. Pero la idea de familia para mí es una gran fiesta, no tiene nada que ver con un núcleo conservador", concluye sin ánimo de ser premiada pero satisfecha por recibir las carcajadas más sinceras oídas en la platea esta edición.

Incomunicación escandinava

Mucho más dramática es la tercera película en concurso de la jornada de  este martes, una cinta sueca titulada, curiosamente, Happy End que, dirigida por Björn Runge, retoma los conflictos troncales escandinavos de incomunicación emocional.

Protagonizada por Madeleine Eman, Martin Persson y el hijo de Stellan Skarsgard, Gustaf Skarsgard, la cinta ha teñido de drama una jornada celebrada por su capacidad para quitar al cine festivalero la losa del sufrimiento.

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