Profetas sin mucho tino: la humanidad sobrevive al fin del mundo una vez más

Imagen de la película de Roland Emmerich '2012'.
Imagen de la película de Roland Emmerich '2012'.
Columbia Pictures
Imagen de la película de Roland Emmerich '2012'.

"Don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras". Así define la RAE el término "profecía", un poder sobrehumano que desde antiguo se ha encontrado entre las más utópicas ambiciones del hombre (y de la mujer). No son pocos los profetas y aspirantes a futurólogos que a lo largo de la historia han llenado páginas y páginas con supuestas adivinaciones de acontecimientos venideros.

Ya en la Antigua Grecia y en Roma, las sibilas se encargaban de transmitir a los mortales los oráculos del dios Apolo, predicciones muy acertadas en obras clásicas como la Eneida pero no sabemos hasta qué punto precisas más allá de la ficción. Pero la adivinación tiene muchísimos más exponentes.

Entre los profetas más conocidos se encuentran los mayas, los egipcios, los profetas bíblicos, un supuesto mago Merlín del que se dice que sí existió, Rasputín, la vidente Jeane Dixon (que predijo el asesinato de John F. Kennedy)... Aunque el mayor responsable de la proliferación de locos y fanáticos que vaticinan el fin de la humanidad es Nostradamus.

El médico y consultor astrológico del siglo XVI Nostradamus es conocido mundialmente por sus textos proféticos. Según algunos, sus escritos han predicho con gran exactitud algunos de los más grandes sucesos de la historia, mientras que otros creen que las constantes traducciones y reinterpretaciones de su obra han modificado intencionadamente los contenidos para ajustarlos a sucesos ya pasados. Sea como fuere, lo cierto es que Nostradamus nos ha hecho mucho mal. Desde hace tiempo, especialmente a partir del último cambio de milenio, no hay año en el que no se acabe el mundo.

¿El fin del mundo? Si usted está leyendo esto, es obvio que de momento nadie ha acertado en este punto. A este ritmo de anuncios fatalistas, algún día alguien dará en el clavo, por supuesto... aunque se quedará sin entonar el satisfactorio "os lo dije". Se trata de una predicción muy poco grata y aún así los profetas insisten en que la mayoría de sus visiones tengan tintes apocalípticos. Hay mucho gusto por el mal agüero en este gremio: grandes catástrofes naturales, grandes asesinos, grandes meteoritos que se estrellan contra la Tierra... Incluso en los cuentos las profecías suelen acabar con la desgracia de alguna infortunada jovencita de sangre azul. Y no hablemos de cine... ¿alguien recuerda La profecía?

En los últimos años, en España hemos contado con un buen repertorio de individuos bendecidos con el don de la profecía: Rappel, Paco Porras, la pitonisa Lola, Aramis Fuster... Ninguno de ellos ha dudado en realizar predicciones de asuntos tales como el número de hijos que tendrá tal o cual pareja de famosos o el sexo de esos futuros bebés. El porcentaje de éxito no es muy elevado en ninguno de los casos (quizá un poco más en las cuestiones con un 50% de posibilidad de acierto), pero al menos estos personajes no hacen daño mucho más allá de las ondas televisivas.

No se puede decir lo mismo del astrónomo aficionado y sismólogo autodidacta italiano Raffaele Bendandi, cuya profecía sobre la destrucción de Roma desató la psicosis en la capital italiana en mayo de 2011. Según la predicción, el 11 de mayo de 2011, un terremoto de gran intensidad iba a derrumbar la ciudad, desplomando el Coliseo e incluso la basílica de San Pedro. Lo cierto es que Roma sigue intacta. A alguno le gustaría pedirle explicaciones al tal Bendandi, pero es complicado ya que el tipo murió en 1979, quizá después de echarse unas buenas risas pensando en el mal rato que iban a pasar sus hijos y sus nietos unas cuantas décadas después. Si tales nietos existen, seguro que en este día se acordaron de su abuelo.

Aunque la madre de todas las profecías catastrofistas es sin duda la de los mayas, esa que decía que no habría un mañana después del 21 de diciembre de 2012. Como ya ha sucedido antes con un buen puñado de vaticinios, este negro presagio —que muchos han aprovechado para hacer caja (Roland Emmerich y su orgía de efectos especiales llamada 2012 es un buen ejemplo)— no se ha cumplido. Seguro que hay quien habría preferido un gran final de caos y destrucción, pero la llegada del 22 de diciembre no ha traído más que un nuevo sorteo de la Lotería de Navidad.

Jugársela a corto plazo

Menos inteligente fue Paco Rabanne, que reveló una profecía a demasiado corto plazo y, cuando no se cumplió, tuvo que asumir que medio mundo se burlaría de él hasta el día del juicio final (ése que los mayas aplazaron la última vez hasta 2012). El modisto Francisco Rabaneda Cuervo, mediante una interpretación personal del antes mencionado Nostradamus (obviamente una mala influencia), predijo que el 11 de agosto de 1999 la estación MIR caería sobre la Tierra y, convertida en una gran bola de fuego, destruiría París.

Si recurrimos a la ironía, podemos decir que la asociación de ideas que llevó a Paco Rabanne a elaborar esta teoría es propia de uno de los mayores genios que la humanidad ha dado. El diseñador concluyó que 1999 era el año del demonio, puesto que el 999 invertido es el demoníaco 666 y el 1 representa a Dios, es decir, un evidente enfrentamiento entre el bien y el mal que por necesidad iba a acabar con unos cuantos millones de franceses fritos.

A un nivel más mundano, tampoco es sencillo acertar. Un caso evidente es el sector tecnológico, también muy dado a la predicción. ¿Dónde están los coches voladores?, ¿y los robots humanoides casi imposibles de diferenciar del ser humano?, ¿y las mochilas-ordenador en los colegios? Los ejemplos serían interminables, pero sirvan de ejemplo dos memorables sentencias de Bill Gates: "Nadie va a necesitar más de 640 Kb de memoria en su PC" (1981) y "El spam estará resuelto en dos años" (2004).

Analizando todos estos casos se puede sacar una clara e irrefutable conclusión: es muy difícil ser un buen profeta. Ni las sectas, ni los fanáticos religiosos, ni los videntes de pacotilla, ni las celebridades iluminadas por la luz divina han sido capaces de vaticinar el fin de la vida en el planeta. Ni siquiera los mayas y su cultura milenaria, en los que muchos agoreros tenían puestas sus esperanzas, han logrado dar en el clavo. Habrá que seguir esperando a un nuevo profeta que nos dé la oportunidad de seguir haciendo literatura apocalíptica.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento