Es cierto que el maratón es el mito, el gran reto anhelado por todo corredor. Y por qué no decirlo, el más mediático. La distancia, su exigencia, sitúan a los 42,195 km en la cúspide. Un escalón debajo, los 21,097 km del medio maratón no dejan de ser un paso en esa progresión hacia la prueba reina, un paso que en algunas citas se merece el mismo carisma.

Se discute si el que se organiza en Elche, Alicante, desde 1968 es el más antiguo del planeta. El que nació en 2007 en Segovia se ha confirmado en apenas cinco ediciones, la última el pasado domingo con doble triunfo africano y más de 4.000 corredores, como un referente de la distancia por su trazado y su esmerada organización. El circuito, poco amigo de marcas, es muy duro (unos 640 m de desnivel positivo, 1280 totales) y está marcado por tres largas subidas, especialmente exigente la última, entre los kilómetros 11 y 16 por el barrio de Nueva Segovia. Pero también es más llevadero por la belleza del entorno, el paso por los grandes reclamos de una ciudad Patrimonio de la Humanidad y los ánimos de un público volcado y festivo.

Su acueducto romano, de eterno interés turístico, acoge la salida –marcada por un viejo cañón de la Academia de Artillería–, un primer paso y la meta más inolvidable para cualquier corredor popular.

Nada mejor que el título del directo de Siniestro Total para afrontar esta carrera en la que toda fuerza malgastada se paga en una última subida larga y engañosa y a la que llegamos con otras dos en las piernas. Pero los ánimos del público y la monumentalidad del entorno ayudan. Lo resumía un participante: "Es dura, pero preciosa".