Keylor Navas, el saltador de obstáculos

Keylor Navas, portero del Real Madrid.
Keylor Navas, portero del Real Madrid.
GTRES
Keylor Navas, portero del Real Madrid.

Tuvo un buen día. Una buena semana. Un buen mes. Definitivamente, está en racha. Pero le pesarán los partidos grandes. O las finales. O el menosprecio de su propio club. O la sombra de Casillas. Bien, pues no le pesó nada. Ni le pesa. Keylor Navas se ha sobrepuesto con aparente facilidad y con indudable elegancia a contrariedades inmensas, aunque no parezcan tanto enumeradas en el primer párrafo de un artículo cualquiera.

Otro se hubiera dejado la confianza por el camino. Otro habría sido vencido por el desaliento o la venganza. Navas resistió. Y resiste. Me refiero, en primer lugar, a lo que se encontró en España después de ganar seis títulos con el Saprissa, el Monstruo del fútbol costarricense (32 ligas y seis títulos de la Concacaf), el club al que dio nombre Ricardo Saprissa (1901-1990), promotor deportivo, empresario, mecenas, tenista olímpico y futbolista del Real Club Deportivo Español durante diez temporadas.

En 2010, el único encanto de aquel Albacete Balompié en recesión es que allí había jugado, veinte años antes, el también costarricense Luis Gabelo Conejo, segundo mejor portero del Mundial de Italia 90 (tras Walter Zenga). Keylor, de 23 años, no tardó en comprobar que el romanticismo alimenta el alma, pero no el cuerpo. El Albacete descendió a Segunda B y el viento le llevó cedido al Levante, que ya contaba con un portero titular, el uruguayo Gustavo Munúa.

Apenas jugó durante su primera temporada en el Levante. Ni en la segunda. Fue en la tercera cuando se destapó como un portero ágil y de reflejos extraordinarios, condiciones que exhibía generosamente, exigido a cada poco por los delanteros rivales. De repente, cambió la suerte. Keylor fue nombrado Mejor Portero de la Temporada 13-14 por delante de Courtois y Caballero y con esa medalla se presentó en el Mundial de Brasil, donde prosiguió su escalada.

Costa Rica alcanzó los cuartos de final y sólo Neuer le arrebató el Guante de Oro. El Real Madrid, siempre atento a las figuras descollantes de los grandes torneos, apostó por su contratación.

Aquello no fue un final feliz, sino el inicio de otra historia. Keylor regresó a la tortura del banquillo mientras alrededor de Casillas se concentraba la guerra civil que hizo estallar Mourinho. Hasta que llegó el 31 de agosto de 2015. Fue en esa fecha cuando Keylor, abandonado en un aeropuerto a la espera de destino, se vio amenazado por el desaliento y la venganza. Y no fabulo con los sentimientos.

El pasado mes de julio, el periódico costarricense La Nación publicó, casi en coincidencia con el aniversario de su no fichaje por el Manchester United, dos artículos que reflejaban dos estados de ánimo. Jacques Sagot, pianista, escritor y diplomático (poco diplomático, en este caso) escribía lo siguiente: "La afición merengue adora a Keylor, pero está claro que Florentino Pérez no comparte este fervor. Tanto peor para él, pomposo burocratilla glorificado, especie de déspota administrativo acostumbrado a brillar con la luz prestada de "sus" estrellas. Baja el pulgar, y su gladiador es ejecutado, lo alza y la vida le es perdonada. ¡Ave Caesar, morituri te salutant!. ¿Quiere tener en su pulpería al ordinario, irregular, intermitente De Gea, que en la Eurocopa tragó goles inaceptables ante Croacia e Italia? ¡Pues que lo envuelva en papel satinado, le ponga un primoroso lacito rosa y se lo auto-envíe!".

El periodista Eduardo Baldares, también en La Nación, defendía la resistencia como método de insumisión. "Con su temple de taladro, Keylor Navas perforó las rocas que le pusieron dentro y fuera del club merengue, desde Florentino Pérez hasta periodistas ultranacionalistas que aborrecen ver a un portero no español bajo el larguero del Real Madrid, pasando por los antiguos adoradores de Iker Casillas mutados en religiosos del De Geísmo. Cuando la afición del Santiago Bernabéu lo ovaciona, cuando el técnico Zinedine Zidane lo nombró hombre de su confianza, ¿va a agarrar sus tiliches y darle gusto a una sola persona... ¡a una sola persona!, que prefiere vender camisetas que ganar títulos? ¿Sería bueno que dimitiera solo porque hay un pelo en la sopa?".

Convendrán conmigo en que tener un océano de por medio favorece la perspectiva general, aunque distorsione algunos detalles concretos. Lo que se transmite desde Costa Rica es la ofensa no superada que significaron los acontecimientos ocurridos el 31 de agosto de 2015, cuando el Real Madrid negoció con el Manchester United el intercambio de Keylor Navas por David de Gea. Un año después, en la prensa costarricense, y entiendo que en la opinión pública del país, permanece la indignada desconfianza. Las dudas persisten a pesar del formidable rendimiento de Keylor en la temporada anterior, valorado sin fisuras por la totalidad de los aficionados del Real Madrid y culminado con el triunfo en la Champions.

Tengo por seguro que los temores crecieron cuando, al inicio de la presente campaña, Kiko Casilla ocupó con acierto la portería del Real Madrid, a la espera de la recuperación de Keylor. La teoría de la conspiración quedó desmontada cuando Zidane le devolvió la titularidad el 27 de septiembre, nada menos que en la caldera del Borussia Dortmund.

Sepan en Costa Rica que no hay animadversión alguna contra su portero, ni periodistas "ultranacionalistas" que defiendan el fichaje de De Gea. Más bien al contrario. Y no es por la bondad de la prensa o de la afición, dos gremios de carácter de volátil. Es porque Keylor Navas se ha ganado el favor de entrenador, compañeros y entorno a fuerza de trabajo y de talento, también de humildad. Ni desaliento ni venganza. Sólo portero. De los grandes.

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