Jupp Heynckes, don Jupp le llaman en Alemania por sus años de entrenador en España, dimitió en el Borussia Mönchengladbach tras haber recibido tres amenazas de muerte que la policía tomó en serio.
Según informa elpais.com', Heynckes, de 61 años, declaró al periódico de Düsseldorf Rheinische Post que las amenazas "adquirieron el pasado fin de semana tal dimensión que yo no podía someter a mi mujer a semejante presión". Por este motivo cuando este miércoles presentó la dimisión a la directiva del Gladbach no consiguieron convencerle para que siguiera en el banquillo.
La policía lo confirma
La policía confirmó estas noticias. En los dos últimos partidos, en Bochum y Cottbus, Heynckes estuvo acompañado por dos policías de paisano.
Por eso su decisión de dimitir era firme, aunque también justificada por la mala marcha del equipo que ocupa una de las plazas de descenso y lleva 13 partidos sin saber lo que es sumar tres puntos. Heynckes justifica su dimisión y sostiene que no se considera fracasado: "Borussia está, en principio, en el camino correcto. Yo supe desde un principio que necesitaría mucho tiempo y paciencia llevar al equipo hacia arriba. Tuvimos mala suerte con las lesiones, pero en el fútbol sólo cuentan los resultados y por eso el Borussia está ahora en peligro de descenso".
Heynckes arremetió contra la prensa por la que sentía perseguido. Sus escasos nervios quedaron de manifiesto en la conferencia de prensa que siguió al partido del martes cuando empató 0-0 en casa con el Nuremberg. A la pregunta de si estaría sentado en el banquillo el próximo sábado en Bielefeld, Heynckes respondió: "Si usted sigue con su sucia campaña de prensa, me lo pensaré".
Al día siguiente dimitió. Mantenía una guerra permanente con varios periodistas que el entrenador consideraba sus enemigos y empeñados en una campaña en su contra.
En realidad lo que determinó el fracaso y dimisión de Heynckes fueron sus malos resultados. El otrora legendario equipo está en el puesto 16º a cuatro de los que se salvan, pero las perspectivas de juego y de corregir la marcha, al menos con Heynckes, eran casi nulas.
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