Carmen Linares, coordinadora del Grupo de Intervención en Emergencias y Catástrofes (GIPEC), es una de las profesionales que acompaña a los afectados por la erupción del volcán. Un pequeño consuelo para un sufrimiento que se veía venir desde el primer momento en el que la trayectoria de la lava se encaminaba hacia las casas. Aunque ellos nunca imaginaran que sus vidas volverían a empezar de cero. 

La incertidumbre y la ansiedad dieron paso al miedo la tristeza y la rabia de dejar todo, casas, cultivos y negocios, para siempre. “Es una especie de duelo porque nunca van a poder recuperar su vida”, dice. Resignados, solo les reconforta la ayuda que les ha dado fuerza y les ha arropado en los peores momentos. Un centenar de psicólogos están disponibles las 24 horas, pero aun así, los vecinos afectados no vislumbran el final, sin dejar de pensar: que será de ellos.