Serpenteante, cristalino, lleno de tanta vida como historia, misterio y leyenda surca el río Piedra entre acantilados, musgosas rocas, vegetación y hoces. Al llegar al Monasterio que lleva su nombre el río se enorgullece y brota aún con más fuerza. Inunda de cascadas este paraje de España y regala melodías que hipnotizan. En días nublados la bruma enigmática habla de las leyendas monacales y lo místico se confunde con secretos centenarios.
El icónico monasterio de la comarca de Calatayud fue fundado en 1194 por trece monjes cistercienses venidos desde Poblet
Ochocientos son los años de este oasis muy cerca de Calatayud. Tras la Reconquista, el rey Alfonso II de Aragón donó los terrenos y una fortaleza musulmana a los monjes cistercienses del monasterio de Poblet. Eran los cister hijos del agua, por lo que aquel lugar era perfecto.
Pionero del turismo
En un primer momento y mientras duraron las obras del magnífico edificio, los monjes se instalaron en un pequeño cenobio cercano y llamado de Piedra Vieja. A principios del siglo XIII, en la transición del románico al gótico, tenían terminado el sobrio Monasterio de Piedra Nueva y durante más de 600 años vivieron en él. Como en tantos otros escenarios religiosos de España, tras los franceses primero y Mendizábal después, iglesias y monasterios de nuestro país fueron saqueados.
El hotel habilitado dentro del monasterio está declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento
Los hermanos Muntadas compraron las ruinas y los terrenos del monasterio en el siglo XIX y fue el hijo de uno de ellos, Juan Federico, quien tuvo la visionaria iniciativa de crear un jardín único en el mundo en lo que antaño fueran las huertas de los monjes. Aprovechando viejas acequias y la erosión del agua en las rocas cársticas, ideó el jardín, los saltos de agua y las cascadas que ahora tanto admiramos. Fue quien escribió la primera guía turística hablando de su fabuloso jardín, y llevó a mucha gente influyente, músicos e intelectuales que rápidamente pusieron de moda el Monasterio de Piedra. Todo un pionero del turismo como forma de protección del patrimonio.
También hotel
Del Monasterio (también hotel, por cierto, uno de los hoteles más antiguos de España, declarado Bien de Interés Cultural) destaca su claustro y diferentes estancias como el refectorio, la cocina o la Sala de Gloria, es decir, el calefactorio, única que tenía calefacción (gracias a una gran hoguera en una habitación justo debajo) y donde llevaban a los monjes enfermos.
Una de las estancias alberga una muestra sobre la historia del chocolate, ya que dicen que fue aquí el primer lugar adonde llegó desde América
En una de las estancias se ha instalado una muestra sobre la historia del chocolate, ya que dicen que fue aquí el primer lugar adonde llegó desde América el cacao y la receta para licuarlo y beberlo. Para los monjes era perfecto: calentito, entonaba y aportaba energía. En tiempos de ayuno podían tomarlo pues, obviamente, su prohibición no constaba en la Biblia…
La boda de "Pocholo"
Otro de los pocos “placeres” que tenían los monjes del “ora et labora” era el vino, y en este sentido un Museo del Vino DO Calatayud aporta datos y curiosidades. En su iglesia abacial a cielo descubierto, en ruinas que aún permiten admirar su belleza, todavía pueden celebrarse ceremonias y matrimonios, en un entorno casi irreal. Tal fue el escenario de la boda entre Sonsoles Suárez y José María Martínez-Bordiú (conocido en la prensa rosa como Pocholo); su amor no fue eterno, pero el marco del lugar hizo del enlace algo inolvidable.
Demonios y exorcismos
Se podrán saquear, robar y quemar obras de arte, como sucedió en el monasterio, pero las leyendas perduran generación tras generación como parte inmaterial de una historia centenaria. Cuentan las crónicas legendarias que, con fama de buenos exorcistas, a los monjes acudió una mujer poseída por varios demonios. Al comprobar las fuerzas del mal el éxito de los exorcismos, se desencadenó una lucha entre monjes y diablos, que intentaron quemar el templo y lo atacaron con todo tipo de satánicas maniobras. Uno de ellos a punto estuvo de aplastar el monasterio con una gran peña, pero las oraciones lograron que esta cayera cerca pero no encima, y hoy se la conoce como La Peña del Diablo.
Un demonio quiso aplastar el monasterio con una gran peña; las oraciones desviaron a la que hoy se conoce como La Peña del Diablo
Otros cuentan que las noches de Luna llena los muros del cenobio dejan traspasar los lamentos endemoniados de los exorcizados y una novia despechada deambula melancólica por los jardines; su suicidio también la sacó de esta vida, pero no de los cuentos.
Tesoro escondido y libro maldito
Dicen también que al monasterio no le falta un libro maldito ni un tesoro escondido; quien lea el libro tendrá una vida de infortunios y tragedias, y el tesoro de los monjes nadie lo ha encontrado: espíritus sobrenaturales lo tienen a buen recaudo. Y entre la exuberante vegetación se oculta una fuente de la eterna juventud. El folclore y los cantos populares han custodiado estas leyendas y alentado el misterio de este lugar que, amén de los cuentos, resulta impactante.
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