Una alimentación inadecuada influye inexorablemente en el buen funcionamiento del organismo y, por tanto, en nuestra calidad de vida. Si a esto sumamos otras condiciones previas, como el sobrepeso o la obesidad, aumentamos los riesgos de sufrir diversas patologías. Por su sintomatología silente, la acumulación de grasa en el hígado suele pasar desapercibida para la persona. Es importante evitar factores desencadenantes ya que puede desembocar en cirrosis e incluso cáncer.
La patología hepática más grave junto al cáncer, la cirrosis, suele identificarse con el hígado alcohólico. Sin embargo, desde las sociedades científicas y organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), se está llamando la atención sobre el aumento de casos de hígado graso no alcohólico, que afectaría ya a más de una de cada tres personas adultas y al diez por ciento de la población infantil.
Un hígado no alcohólico reacciona ante el aumento del depósito de grasas en sus tejidos, es decir, ante su inflamación, formando áreas con cicatrices o fibrosis. Si no se actúa sobre estas cicatrices, además de afecciones hepáticas se desencadenan otras reacciones en el organismo:
- Estómago: acumulación de líquidos (ascitis).
- Esófago: inflamación de venas o várices esofágicas que pueden romperse y sangrar.
- Encefalopatía hepática: confusión, somnolencia y habla arrastrada.
- Bazo hiperactivo o hiperesplenismo que puede provocar un recuento muy bajo de plaquetas
- Cáncer de hígado.
- Insuficiencia hepática terminal: el hígado ya no funciona.
¿Cómo saber si mi hígado es graso?
Lo más habitual es que, pese a la inflamación, el hígado graso no alcohólico no dé señales. En todo caso los síntomas pueden ser cansancio, malestar general y dolor o molestia en la parte superior derecha del abdomen. En consulta médica se indagará sobre el consumo de alcohol, si hay una dieta rica en azúcar y grasas, y si existen otros factores del estilo de vida del paciente que puedan influir, como la falta de ejercicio físico.
Para confirmar el diagnóstico hay tres pruebas fundamentales: el análisis de sangre con los correspondientes indicadores hepáticos, diagnóstico por imagen (ecografía) y, si es necesario, se puede recurrir a una biopsia.
Alimentos prohibidos
Huelga decir que habiendo sido diagnosticados o no de hígado graso, lo recomendable es seguir una dieta saludable que pasa por eliminar el alcohol (aumenta los triglicéridos con la consecuente reacción hepática) y reducir a la mínima expresión el aporte de grasas saturadas, sal y azúcar. Estos tres últimos son elementos frecuentes en la dieta española, por lo que habría que poner especial atención sobre ellos de cara a los efectos que provocan:
- Azúcar: contribuye a que la grasa se deposite en el hígado.
- Sal: propiciamos la retención de líquidos y por ende el aumento de peso, factor de riesgo clave de esta patología.
- Carne roja y embutidos: la grasa es lógicamente la gran enemiga. Debe reducirse su consumo y apostar por alimentos ricos en ácidos grasos omega 3.
- Lácteos con base de leche entera: la leche y los quesos con más presencia de grasa y colesterol (gouda, brie, emmental, parmesano).
- Bollería y alimentos procesados en general: al igual que el azúcar y la sal, que estén presentes en nuestra dieta supone un alto de riesgo de provocar obesidad y sobrepeso.
Referencias
Asociación Catalana de Pacientes Hepáticos (2023, 24 de mayo). Llamada urgente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para actuar en la salud del hígado. https://asscat-hepatitis.org/llamada-urgente-de-la-organizacion-mundial-de-la-salud-oms-para-actuar-en-la-salud-del-higado/
Mayo Clínic (s.f.). Enfermedad del hígado graso no alcohólico. https://www.mayoclinic.org/es/diseases-conditions/nonalcoholic-fatty-liver-disease/symptoms-causes/syc-20354567
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