¿Qué es la cirrosis hepática? Estos son sus síntomas, sus causas y su tratamiento

Imagen de un hígado con cirrosis
Imagen de un hígado con cirrosis
AMADALVAREZ / WIKIMEDIA COMMONS
Imagen de un hígado con cirrosis

La cirrosis es una de las complicaciones graves más asociadas al alcoholismo, y un recuerdo de por qué es importante moderar nuestro consumo de esta sustancia. Sin embargo, es importante recordar que también puede sobrevenir por diversas circunstancias.

¿Qué es la cirrosis hepática? ¿Cuáles son sus causas?

La cirrosis es en realidad una etapa tardía de la fibrosis del hígado (cicatrización) como resultado de varias enfermedades hepáticas, como pueden ser la hepatitis alcohólica o algunas hepatitis víricas.

Se trata de un problema difícilmente reversible y a menudo mortal, si bien la detección a tiempo puede permitir frenar su avance.

La causa más frecuente es el abuso crónico de alcohol, en grandes cantidades y durante periodos prolongados de tiempo. Con todo, también puede ser resultado de otras patologías como la esteatosis hepática (enfermedad del hígado graso no alcohólica), la hemocromatosis, la fibrosis quística, la enfermedad de Wilson, malformaciones de las vías biliares, síndrome de Alagille, galactosemia, hepatitis autoinmune, enfermedades hepáticas infecciosas o el uso de ciertos medicamentos.

¿Cuáles son sus síntomas?

Uno de los grandes problemas de la cirrosis es que a menudo no produce síntomas hasta los estadios más avanzados de la enfermedad, en los que ya se han producido daños importantes e irreversibles.

En los casos en los que hay sintomatología, esta puede incluir fatiga, problemas de coagulación, pérdida de apetito, náuseas, hinchazón de piernas, pies o tobillos, pérdida de peso, picazón en la piel, ictericia (coloración amarillenta en la piel y en los ojos), acumulación de líquido en el abdomen, vasos sanguíneos visibles a través de la piel, enrojecimiento en la palma de las manos, alteraciones menstruales, ginecomastia, confusión, somnolencia y dificultad en el habla.

En virtud de ello, y especialmente en las fases más avanzadas de la enfermedad, la cirrosis puede producir hemorragias intensas, esplenomegalia, problemas inmunitarios que resulten en infecciones oportunistas, desnutrición, encefalopatía hepática, enfermedad ósea, aumento del riesgo de padecer cáncer de hígado, insuficiencia multiorgánica y la muerte.

¿Cómo se trata?

El tratamiento de la cirrosis se va a ver determinado por cuestiones como el origen de la enfermedad y el estadio de la condición.

Por ejemplo, en el caso de quienes sufren cirrosis a consecuencia de una adicción al alcohol deberán tratarse la dependencia de la sustancia, ya que el cese en el consumo de alcohol es crucial para evitar mayores daños. De manera similar, es posible que quienes sufran esteatosis hepática como resultado de la obesidad deberán atajar este problema.

Por otro lado, es común administrar distintos tratamientos para aliviar los síntomas si los hay y para hacer frente a posibles complicaciones, como la hipertensión portal, las infecciones oportunistas o la encefalopatía.

En los casos más graves, el trasplante de hígado puede ser la única manera de garantizar la supervivencia del paciente.

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