La compleja relación entre trabajo y salud mental: "Hay que evitar que las condiciones sean tan precarias"

Tanto el trabajo como el desempleo pueden ser fuentes de problemas de salud mental.
Todos estamos sujetos a riesgos psicosociales en el trabajo.
ELISA VENTUR / UNSPLASH
Tanto el trabajo como el desempleo pueden ser fuentes de problemas de salud mental.

El empleo es la única manera de procurarse las necesidades básicas a largo plazo de la que dispone en el sistema económico actual la grandísima mayoría de la población mundial, y por tanto se convierte, en sí mismo, en una necesidad. 

Ocupando un lugar tan central en nuestra supervivencia y una cantidad tan extensa de tiempo (para la mayoría de las personas, cerca de un tercio o más del día a día), no es de extrañar que tanto su ausencia como él en sí mismo ejerza una fuerza mayor en lo que respecta a nuestra salud mental. Examinar ambas vertientes del problema puede ofrecernos claves para establecer relaciones más sanas con el trabajo como individuos y como sociedad.

"Los efectos del desempleo en la salud son inevitables"

"El desempleo afecta negativamente a las funciones manifiestas del trabajo (seguridad, función económica, necesidades vitales básicas) y sobre las latentes (integración social, sentimiento de utilidad, identidad, autoestima, pertenencia social, estatus, estructuración del tiempo, etc.)", explica a 20Minutos Carlos María Alcover, catedrático de Psicología de los Grupos y las Organizaciones en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid: "En consecuencia, sus efectos sobre la salud mental (y física) son prácticamente inevitables: ansiedad, síntomas depresivos, preocupación por el futuro, incertidumbre y sentimientos de falta de control, disminución de la autoestima y la autoeficacia, problemas de sueño, irritabilidad (con el consiguiente deterioro de las relaciones interpersonales y familiares), etc.".

"Es destacable que la desesperanza ante el futuro, acentuada durante la pandemia, puede conducir en mayor medida a ideaciones suicidas, a intentos de suicidio y a suicidios consumados", añade.

Lógicamente, el problema del desempleo no afecta a todos por igual, pero hay muchas personas que, por sus circunstancias vitales, pueden ser especialmente vulnerables a ello: "Si la persona desempleada es la única fuente de ingresos familiares, su efecto negativo es mucho mayor", ejemplifica Alcover.

"La desesperanza ante el futuro conduce a ideaciones suicidas, intentos de suicidio y suicidios consumados"

De manera similar, "si se trata de alguien de más de 45 años, la probabilidad de encontrar empleo es significativamente menor que en otras edades; a lo que se añade la permisividad del sistema con las 'alegales' prejubilaciones, que fuerzan a estos grupos de trabajadores a aceptar esas salidas en contra de su voluntad en muchos casos y desincentivan la búsqueda de empleo o el emprendimiento senior", prosigue.

Por contra, "el impacto es diferente para una persona joven, ya que puede contar todavía con la red de apoyo de la familia (muy importante en nuestra cultura), puede tener menos o ninguna carga familiar y opciones de trabajo a tiempo parcial o precarios que les permiten incorporarse al mercado de trabajo, aunque sea de forma aún muy precaria".

"Las circunstancias que pueden incrementar el riesgo de padecer problemas mentales", continúa, "se relacionan tanto con las características personales (estrategias de afrontamiento ineficaces, peores habilidades sociales, menor resiliencia, pesimismo y fatalismo) como con factores del contexto (oportunidades de empleo en contexto inmediato, medio rural/urbano, niveles de desempleo generales...)".

"Cualquier persona está sujeta a riesgos psicosociales laborales"

La situación contraria, como señalábamos, tener trabajo no es una panacea para proteger nuestro bienestar psicológico. De hecho, no son pocos los riesgos psicosociales que le van asociados, según indica Alcover: "son los derivados de la organización, del diseño y de la gestión del trabajo, de los estándares de rendimiento y los objetivos de cumplimiento, así como del contexto social, organizacional y relacional que cuentan con un potencial de daño o consecuencias negativas para los trabajadores", concreta.

"Además, los riesgos psicosociales también se asocian con violencia en el trabajo, bullying y otras formas de hostigamiento y acoso, incluido el sexual", apostilla.

Como ocurría en el caso del desempleo, el modo en el que afectan a una persona determinada está condicionado por múltiples factores: "sus impactos sobre el bienestar y la salud no son homogéneos, es decir, que no afectan de la misma forma ni con la misma intensidad a las personas que están sometidas a ellos, ya que la percepción, la interpretación y la vivencia subjetiva y la interacción de esos factores con las características y situaciones de cada persona provocará unos efectos diferenciados".

"En consecuencia", añade, "cualquier persona, sea cual sea su nivel jerárquico, puede estar sometida a estos riesgos y sus consecuencias".

"Los recursos sanitarios en salud mental son insuficientes"

Actuar ante estas situaciones, desde el punto de vista del trabajador que las sufre, puede ser complicado: "Además de los servicios y comités de prevención de riesgos y de salud y seguridad de las empresas, que deberían atender estos problemas, también los servicios de salud mental en atención primaria deberían ser accesibles para tratar estos problemas", explica este experto, que sin embargo matiza: "La gran dificultad se encuentra en que estos recursos sanitarios en salud mental son completamente insuficientes. Además, la atención primaria y las mutuas son muy reacias a tratarlos como enfermedades laborales, y los consideran como enfermedad común".

"La salud mental en el trabajo es igual de importante que la salud física, y no debería ni estar estigmatizada ni ser un obstáculo en mayor medida que cualquier otro problema de salud", lamenta.

"La mayoría de estos problemas no tienen causa individual"

Además, se añade la dificultad de que, estos problemas de salud dependen de factores externos a la persona, que la mayoría de las veces no dependen de su control.

En el caso de quienes sufren problemas derivados del desempleo, desarrolla Alcover, "esos problemas suelen desparecer rápidamente al volver a la actividad laboral; es decir, no son problemas que se cronifiquen, sino que están solo asociados a la situación puntual". Por tanto, cuanto mayor sea la dificultad estructural para encontrar un empleo, mayor es la dificultad para solucionar esos problemas.

En cambio, dice, "los datos nos indican que la inseguridad en el empleo suele tener consecuencias aún más negativas que el desempleo, ya que sitúa a las personas en una posición de incertidumbre, de temor, de ansiedad o angustia, ante un futuro incierto o probable, pero ante el que no puede hacer mucho, salvo esperar y temer".

"La mayor parte de los problemas de salud mental en el trabajo no tienen una causa 'individual', no se deben 'psicologizar' esos problemas", argumenta, "sino identificar su verdadero origen, que se encuentra habitualmente en el contexto de trabajo: excesivas demandas laborales, escasez de recursos, falta de apoyo de la organización y de supervisores, liderazgo inadecuado (autoritario, abusivo, acosador), precariedad, y especialmente, algo cada vez más frecuente, la sensación de inseguridad en el empleo, tanto cuantitativa (miedo a ser despedido) como cualitativa (empeoramiento de las condiciones de trabajo, aunque no se pierda el empleo)".

"El verdadero origen de los problemas de salud mental en el trabajo se encuentra en el contexto de trabajo"

"En consecuencia, las medidas no son tanto individuales como de la empresa y del contexto, quienes deben reducir o eliminar esas condiciones laborales negativas que provocan los problemas en los trabajadores", defiende. 

"Culpar a las personas con estos problemas es injusto e incorrecto"

Por todo ello, y al tratarse de un problema de dimensiones tan eminentemente sociales, los medios para combatir esta problemática pasan a menudo por el ámbito de la política más que por el de la clínica.

En opinión de Alcover, "Las personas desempleadas deberían tener recursos públicos (sistemas de apoyo, asesoramiento, capacitación, etc.) más eficaces que los actuales para afrontar esta situación y tener más capacidad para encontrar empleo".

"Y hay que evitar que adopten un rol “pasivo” ("esperar a que me llamen”), lo que genera dependencia externa, la creencia en la “suerte”, el sentimiento de indefensión...".

De forma parecida, para luchar contra los problemas de salud mental en el trabajo, señala el experto, "los cambios son obvios: evitar e impedir que las condiciones de trabajo sean cada vez más precarias, demandantes, exigentes, abusivas y explotadoras por parte de las organizaciones, tanto privadas como públicas".

También, Alcover cree que es necesario un cambio de percepción sobre la naturaleza de esta clase de problemas, para lo que destaca el papel de los medios de comunicación: "Creo que es muy importante que eviten transmitir a la ciudadanía que los problemas mentales derivados del trabajo son problemas 'individuales', cuyo origen está en la 'personalidad', la 'debilidad' o las características de las personas".

"En la inmensa mayoría de los casos su origen es externo: la 'vulnerabilidad' de las personas es construida socialmente por las estructuras y las condiciones en las que trabajan y en las que viven", prosigue. "Culpabilizar y estigmatizar a las personas con problemas mentales derivados del trabajo es, además de injusto, incorrecto y falso, lo peor que se puede hacer, ya que es la interpretación y la “explicación" utilizada por quienes defienden que nada tiene que cambiar ni mejorar en las empresas y en el mundo laboral, y que son las personas las que tienen que adaptarse a 'lo que hay'".

"Por ejemplo, ser resiliente está muy bien, pero, cuidado, no se debe exigir a las personas que sean resilientes ante cualquier situación laboral, especialmente las injustas, las abusivas o las explotadoras", concluye.   

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