Apenas un par de días después de la matanza de 11 personas en una sinagoga de Pittsburg (EEUU), Gab, la red social que alojaba las soflamas de su autor, Robert A. Bowers, ha tenido que echar el cierre, al menos de momento. El movimiento no se ha debido a la acción del Gobierno de Trump ni a la de algún juez en EE UU, sino a la iniciativa de varias empresas tecnológicas que daban soporte a Gab de una u otra manera.

Primero fue Apple la que, mucho antes del atentado, en diciembre de 2016, rechazó la inclusión en su tienda de aplicaciones de la app de Gab, una red social que se ha hecho popular como 'el Twitter de los racistas'. En agosto de 2017, Google hizo lo propio expulsando a la app de Gab de su Play Store, y Microsoft amenazó con retirarles el alojamiento (hosting) de sus páginas. «Creemos que este escrutinio extremo al que nos están sometiendo tiene que ver con el hecho de que nuestra comunidad es muy pro-Trump», protestaba la compañía.

La red social, sin embargo, siguió creciendo en seguidores durante los dos últimos años, especialmente tras la introducción de filtros más duros a los discursos de odio en Twitter. Incluyendo a Bowers, que se incorporó a Gab el pasado enero y encontró allí el caldo de cultivo ideal para su conspiranoia antijudía.

Hasta esta semana. Solo horas después del atentado, Paypal prohibía a Gab el uso de su plataforma de pagos. Poco después, Joyent, su nuevo hosting, suspendía el servicio dejando en negro a Gab y, al día siguiente, GoDaddy, su proveedor de dominio, dejaba el futuro de la compañía aún más en el aire. Pero Gab no se da por vencida y amenaza con volver pronto de la mano de otros proveedores. Su mensaje a la «oligarquía del Silicon Valley» es claro: «Todos vosotros habéis hecho de Gab una marca reconocida a nivel nacional», dicen. Esperemos que no sea internacional.