JOAQUIM COLL
OPINIÓN

Algo más que un farol

Un momento del juicio del "procés".
Un momento del juicio del "procés".
Tribunal Supremo / EFE
Un momento del juicio del "procés".

La semana pasada fue protagonizada por dos decenas de guardias civiles que relataron graves episodios de intimidación y acoso por parte de multitudes que oponían resistencia a su labor. Hubo escupitajos, insultos, amenazas, patadas, lanzamiento de objetos y devastación de vehículos. Sin embargo, el conjunto de los hechos relatados tampoco son de una "violencia inusitada". No hubo muertos ni heridos de gravedad como todos sabemos. Como este lunes recordó Manuel Marchena, estamos todavía lejos de poder sacar conclusiones penales, entre otras cosas porque desconocemos el criterio que fijará el tribunal sobre qué significa alzarse "violentamente" en rebelión con el código penal de 1995. Si se exige que el daño afecte solo a personas o es suficiente con la destrucción de objetos materiales. Esta última tesis es la que defendía el magistrado Pablo Llarena en su escrito de acusación y que la Fiscalía ha hecho suya.

Es mejor, por tanto, no focalizar el interés de cada sesión en determinar el elemento de la violencia porque hay otros delitos en juego: sedición y malversación. De los dos guardias civiles que han declarado el primer día de la séptima semana, el capitán que lo hecho durante la mañana ha sido especialmente relevante. Ha vuelto a situar a Jordi Sànchez en la diana, señalándolo como la persona que ejercía el liderazgo sobre la masa ante la Consejería de Economía, cuyas instrucciones eran acatadas por la intendente de los Mossos, Teresa Laplana. El presidente de la ANC se negó a colaborar para que los detenidos pudieran acceder a sus despachos a fin de estar presentes en los registros. La comitiva judicial fue retenida en el edificio ante la amenaza que representaba la multitud congregada, percepción de riesgo que un mosso verbalizó con la frase, "si salís con las cajas, os matan". Y entrada la noche, hubo un intento de asalto.

Tampoco podemos olvidar el interés del material incautado en los registros. Aporta más elementos probatorios para completar el puzzle de la malversación, con los gastos de Diplocat en observadores internacionales. Los correos ratifican que este organismo estaba a las órdenes del Govern. Y, finalmente, porque en el despacho de Lluís Salvadó se localizó un documento en el que se detalla un extenso paquete de medidas, algunas a corto plazo, para apuntalar el nacimiento de la república catalana. No es la primera vez que se evidencia que la intentona secesionista iba en serio, creando estructuras de Estado y buscando ayuda en el extranjero. Es un error quedarnos con la caricatura del farol. Sencillamente les salió mal.

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