Desde que fundé Bodegas Familiares Matarromera hace ya 30 años, siempre he apostado por la innovación como herramienta de competitividad para el desarrollo de la empresa. La constante adaptación ha sido esencial en mi actividad empresarial y en la manera en la que entiendo mi trabajo al frente del grupo de empresas que presido. La innovación es un pilar básico y el compromiso en el que están involucrados todos los departamentos de la compañía.

Por ello, observo con preocupación noticias que denuncian la falta de innovación en España, como el informe mundial GEM (Global Entrepreneurship Monitor) que sitúa a nuestro país a niveles muy bajos, solo por encima de Portugal y por debajo de la media europea y otras economías más competitivas como son las de Holanda, Francia y Austria. En España apenas invertimos el 1,22% de nuestro PIB en investigación y desarrollo, muy lejos de las recomendaciones internacionales que establecen entre el 2 y el 3% como porcentajes aceptables.

Sin innovación no hay progreso, ni desarrollo, ni posibilidades de mayor bienestar social. Hace falta otorgar a la innovación un papel protagonista en la economía del futuro, invertir menos en el ladrillo y más en el conocimiento. Reconozco mi inquietud hacia esta realidad que evidencia que no se está trabajando de la manera que se debería hacer, pero soy optimista con nuestro espíritu innovador.

Contrariamente a los mensajes agoreros que resaltan nuestra supuesta atonía hacia el emprendimiento, creo profundamente en nuestro talento y en una innovación muy válida, que en ocasiones nace con muy pocos medios. Concretamente, en el sector vinícola hemos venido empleando los medios que teníamos a nuestro alcance para convertir nuevas ideas en productos, con un respeto profundo al medioambiente. Esta cultura corporativa nos ha llevado a poner en marcha en la empresa más de 60 proyectos de I+D+i y nueve patentes englobadas en diferentes líneas de investigación en campos alejados, en principio, del vino. Entre ellas se encuentran la mejora de procesos, el diseño de vinos sin alcohol, la extracción de polifenoles y el desarrollo de cosméticos funcionales de alta gama y de complementos beneficiosos para la salud, entre otros.

Con estos productos hemos salido de nuestra zona de confort y nos hemos acercado a un público ajeno al natural del mundo vitivinícola; hemos traspasado fronteras, superado obstáculos y asumido riesgos. El definitiva, nos hemos atrevido a innovar. Y ese atrevimiento, ese descaro que, en ocasiones, nos ha llevado a lanzarnos al vacío es, precisamente, el que nos ha hecho ocupar un puesto privilegiado en el sector agroalimentario de nuestro país y ser referentes a nivel internacional.