Las campañas electorales prolongadas producen efectos secundarios en sus protagonistas. Puede que haya mala conciencia por el tiempo perdido, porque casi todos los partidos, de un modo u otro, ponen a España en el centro de sus lemas. También están obsesionados con mostrarse más pactistas que nadie. Es una confesión de culpa indirecta. Y no es para menos. Vienen curvas. Y España, o el país, como quieran llamarlo, no está para bromas.
OPINIÓN07.10.2019 - 06:49h
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