JAMES R. HANSEN. HISTORIADOR
OPINIÓN

El primer hombre en pisar la Luna: así se tomó la decisión de que fuera Neil Armstrong

Momento en el que Neil Armstrong pisa la Luna el 20 de julio de 1969 al viajar con el Apolo 11.
Momento en el que Neil Armstrong pisa la Luna el 20 de julio de 1969 al viajar con el Apolo 11.
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Momento en el que Neil Armstrong pisa la Luna el 20 de julio de 1969 al viajar con el Apolo 11.

La primera pregunta que formuló un periodista en la rueda de prensa organizada en Houston para presentar a la tripulación del Apolo 11, el 9 de enero de 1969, fue directa al grano: «¿Quién de ustedes será el primero en pisar la superficie de la Luna?». Deke Slayton respondió: «Creo que todavía no hemos decidido esa cuestión. Hemos realizado muchas simulaciones, y el primero en salir probablemente dependerá de otras simulaciones que lleve a cabo esta tripulación en particular».

De ese modo afloró un aspecto crítico en la vida de Neil Armstrong que ha suscitado preguntas, especulaciones y controversia. ¿Cómo decidió exactamente la NASA cuál de los dos astronautas del módulo lunar sería el primero en pisar la Luna?

En los primeros meses de 1969, Aldrin, sin duda, creía que sería él. «Durante la corta historia del programa espacial, el comandante del vuelo permanecía en la nave y era su compañero el que se movía —afirmaba Buzz—. Suponía que yo abandonaría el módulo y pisaría la Luna antes que Neil.» Destacados periódicos metropolitanos publicaron un artículo de un corresponsal especializado en la carrera espacial, cuyo titular rezaba: «Aldrin será el primer hombre en pisar la Luna». Semanas después, durante la misión del Apolo 9, el doctor George E. Mueller, administrador adjunto de la NASA para vuelos espaciales tripulados, mencionó a varias personas, entre ellas algunos periodistas, que Aldrin sería el primero en salir del Apolo 11.

Buzz se sentía confiado hasta que, en los días posteriores al amerizaje del Apolo 9, oyó rumores en el Centro de Naves Espaciales Tripuladas. Según dichos rumores, se había tomado la decisión de que Neil Armstrong fuera el primero en salir. Al principio, la noticia solo le desconcertó. Sin embargo, cuando supo que la NASA quería que lo hiciera Neil porque era civil, en contraposición a alguien que todavía servía en el ejército, se sintió molesto.

Durante varios días, un disgustado Aldrin meditó la situación y solo habló de ello con su mujer. Considerando que «el tema podía ser demasiado explosivo para realizar incluso la maniobra más sutil», decidió afrontarlo de cara y fue a hablar con Neil.

Si Aldrin esperaba una resolución definitiva por su parte, estaba muy equivocado. «Neil puede ser enigmático cuando quiere, y así fue —recordaba Buzz—. Desde luego, el tema también le preocupaba, pero pensaba que en aquel momento nos conocíamos y nos caíamos lo suficientemente bien como para comentarlo cándidamente.» En su autobiografía, Return to Earth, publicada en 1979, Aldrin escribió: «[Neil] se mostró ambiguo durante un minuto y luego, con una frialdad desconocida para mí, dijo que la decisión era bastante histórica y no quería descartar la posibilidad de que él saliera primero». Más tarde, Aldrin afirmaría que la descripción del incidente fue exagerada por el coautor del libro: «Yo sabía que era normal no llegar a ninguna conclusión al hablar con Neil, sobre todo porque la decisión no estaba en sus manos. La observación sobre la importancia histórica de salir el primero, que sí hizo, era perfectamente válida, y así la interpreté. También tuve claro que Neil no quería hablar más del tema. Nada de lo que dijo indicaba que fuera a presionar a alguien para que tomara una decisión. No había nada en absoluto que apuntara a que iba a suceder algo así».

Buzz Aldrin intentó en vano contener su creciente frustración, esforzándose «en todo momento por no enfadarse con Neil». Como siempre, recibió presiones de su padre. En una conversación telefónica, Buzz mencionó que era muy posible que Neil Armstrong acabara saliendo el primero del módulo lunar. Aldrin padre se «enojó al instante» y aseguró que «pensaba hacer algo al respecto». Según Buzz, tuvo que esforzarse «mucho en convencerlo, pero al final prometió que se mantendría al margen». Sin embargo, Gene Aldrin no cumplió su promesa y llamó a varios amigos influyentes con contactos en la NASA y el Pentágono.

Como si pretendiera adelantarse a su padre, Buzz habló con otros astronautas, en especial gente como Alan Bean y Gene Cernan, quienes pensaba que serían comprensivos, ya que, como pilotos del módulo lunar del Apolo 10 y 12, estaban en la misma posición que él. No obstante, en lugar de una reacción constructiva a sus propuestas, las conversaciones privadas de Aldrin provocaron la sensación generalizada de que estaba presionando entre bastidores para ser el primero. Según Gene Cernan, Aldrin «estaba histérico» por quién sería el primer hombre que caminaría sobre la Luna. «Un día entró en mi despacho del Centro de Naves Espaciales Tripuladas hecho un basilisco, cargado con gráficas y estadísticas, aduciendo lo que él consideraba obvio; que él, el piloto del módulo lunar, y no Neil Armstrong, debía ser el primero en bajar por la escalera del Apolo 11. Puesto que yo compartía despacho con Neil, que aquel día estaba entrenándose, los argumentos de Aldrin me parecieron ofensivos y ridículos. Desde que supo que el Apolo 11 acometería el primer alunizaje, Buzz había hecho ese peculiar esfuerzo por entrar en los libros de historia y, en todo momento, se topó con miradas de ira e insultos mascullados por los demás astronautas. No entiendo cómo Neil aguantó tanto tiempo esa estupidez antes de ordenar a Buzz que dejara de ponerse en ridículo.»

Mike Collins, su compañero del Apolo 11, recordaba un incidente similar. «Una vez, Buzz se me acercó vacilante para hablarme de lo injusta que era la situación —explicaba—, pero lo esquivé rápidamente. Ya tenía suficientes problemas como para meterme en eso. Aunque Buzz nunca lo dijo a las claras, creo que su queja, básicamente, era que Neil iba a ser el primero en poner los pies en la Luna.» Aldrin insistía en que sus compañeros habían malinterpretado sus motivos. «No es que quisiera ser el primero —afirmaba—, pero sabía que debíamos tomar una decisión.»

Ante los comentarios sumamente desagradables que circulaban por el Centro de Naves Espaciales Tripuladas sobre lo que muchos consideraban una campaña de presión por parte de Buzz Aldrin, Deke Slayton trató de atajarlo. Fue al despacho de Buzz para decirle que probablemente sería Neil Armstrong quien saliera primero. Al menos, le ofreció una razón más aceptable sobre el orden jerárquico. «Neil era miembro del segundo grupo de astronautas, el que iba por delante del mío —relataba Aldrin—. Por tanto, era justo que él fuera el primero en pisar la Luna, como habían hecho Colón y otros comandantes de expediciones históricas. Si la decisión hubiera sido otra, si el comandante se hubiera quedado allí sentado viendo cómo salía su subalterno, cogía la muestra de contingencia, pronunciaba las famosas palabras y todo lo demás, la misión habría recibido críticas de gente de todo tipo. Habría sido muy inapropiado.»

Según Aldrin, se tomó bien que Slayton le dijera que sería Neil; lo que le frustró en todo momento fueron los efectos de que nadie lo supiera: «Ser o no el primero en pisar la Luna no me suponía un gran problema. Desde un punto de vista técnico, el gran logro era culminar el primer aterrizaje, y lo haríamos dos personas». Buzz entendió por fin que «la mayor parte de los aplausos y la atención serían para quien diera el paso» y, según su testimonio, le parecía bien que fuera Neil, porque él no buscaba reconocimiento. Sin embargo, lo que le molestaba era que «la decisión se estancara hasta el punto en que se convirtió en motivo de cotilleos, especulaciones y encuentros incómodos» en los que amigos, familiares y periodistas no dejaban de preguntarle quién sería el primero. A diferencia de Aldrin, Armstrong tenía una personalidad estoica que gestionaba con facilidad esa ambigüedad e incertidumbre.

Buzz se sintió obligado a hacer una última apelación a la claridad: «Finalmente fui a ver a George Low, director de la oficina del programa Apolo, y le expliqué lo que había oído. Le dije que creía entender su necesidad de pensarlo detenidamente y añadí que aceptaría gustoso lo que decidieran. En lo personal no me supuso ningún problema, pero lo más adecuado, tanto para la moral como para el entrenamiento, era que lo hicieran lo antes posible». Low aseguró a Aldrin que así sería.

En una rueda de prensa del Centro de Naves Espaciales Tripuladas celebrada el 14 de abril, George Low indicó que «los planes requieren que el señor Armstrong sea el primero en salir después del alunizaje [...]. Minutos después, el coronel Aldrin seguirá al señor Armstrong». Desde entonces, Aldrin consideró que, al final, la NASA había decidido el orden de salida de los astronautas basándose únicamente en el interior del módulo lunar y la posición de ambos astronautas dentro de la cabina, un criterio de ingeniería que parecía tener mucho sentido y casi satisfizo sus sensibilidades. Según Aldrin, había hablado de ello con Neil y juntos habían «especulado» sobre cómo debía tomarse la decisión. «Nuestra conclusión —decía—, fue que la decisión sobre quién debía ser el primero vendría determinada por la asignación de tareas en la superficie lunar y por nuestra ubicación en el módulo lunar. A menos que hubiera cambios, como piloto del módulo lunar yo estaría a la derecha, la posición habitual de un piloto, y Neil a la izquierda, junto a la escotilla. Cambiar de posición con Neil después del alunizaje no era práctico y constituía una complicación añadida. Y, hasta donde yo sé, fue así cómo se dirimió finalmente el asunto. Aldrin afirmaba también que, inmediatamente después del anuncio, se quedó tranquilo. Mike Collins lo recordaba de otro modo: «Poco después, la actitud de Buzz dio un giro palpable hacia la melancolía y la introspección». Otros directivos de la NASA también recordaban que Buzz se sintió extremadamente decepcionado, incluido Guenter Wendt, el jefe de preparativos para el lanzamiento en Cabo Cañaveral: «Buzz pensaba que debía ser el primero en salir del módulo lunar y estampar la histórica huella. Se enemistó con mucha gente al defender sus argumentos; directivos y astronautas por igual. Neil, el comandante de la misión, siguió adelante, matándose a trabajar e intentando concentrarse en lo que tenía entre manos».

Imagen de la primera huella de Neil Armstrong en la Luna, a su llegada el 20 de julio de 1969.
Imagen de la primera huella de Neil Armstrong en la Luna, a su llegada el 20 de julio de 1969.

Neil aseguró siempre que jamás había hablado detalladamente con Buzz sobre el asunto y que en la semanas previas a la decisión tampoco lo comentó con nadie, ni siquiera con Janet. La versión de Neil Armstrong sobre esa decisión en realidad difería de la de Buzz Aldrin en varios aspectos importantes. En primer lugar, a Neil nunca le preocupó tanto la cuestión como Aldrin creía. En cuanto a la conversación descrita por Aldrin (o su escritor), Armstrong dijo: «No recuerdo la conversación exacta. Sí recuerdo un momento, y no sé si fue por la misma época, en que me pidió mi opinión y le respondí: “No voy a adoptar ninguna postura en ese sentido. Se decidirá a partir de las simulaciones y de otras personas”. La verdad es que no me parecía muy trascendente. Siempre me ha sorprendido que existiera tanto interés ciudadano en pisar la superficie lunar y más aún en quién lo hacía primero. Para mí, lo importante era plantar cuatro patas de aluminio en la superficie de la Luna mientras seguíamos dentro de la nave. Yo no veía demasiada diferencia entre que nos separaran de la superficie lunar tres metros de aluminio o tres centímetros de suela de neopreno o plástico».

«En el programa Gemini —proseguía—, el copiloto había sido siempre el que realizaba las maniobras extravehiculares, sobre todo porque el comandante tenía tantas tareas que era poco práctico que se encargara de todos los preparativos necesarios. El copiloto disponía de mucho más tiempo, y era lógico que lo hiciera él. En las primeras simulaciones para las actividades de superficie intentamos hacerlo así, probablemente a consecuencia de la experiencia del Gemini. Tratamos de hacerlo igual. Por tanto, es posible que Buzz creyera que, como se había hecho así en el Gemini, ese sería el procedimiento y la responsabilidad recaería en él. Quizá lo consideraba importante.» Sin embargo, a medida que se realizaban más simulaciones, fue quedando claro que sería más fácil y seguro que el primero en salir del módulo lunar fuera el comandante. Al final, las simulaciones en tierra demostraron que hacer salir primero al hombre situado a la derecha, esto es, a Aldrin, no funcionaría muy bien. Según Neil: «Creo que la mayoría de la gente consideraba que el hecho de que el piloto del módulo lunar pasara por detrás del comandante y saliera el primero por la escotilla entrañaba un riesgo inherente que podía evitarse haciéndolo de la otra manera». Cuando los principales encargados de las simulaciones, en especial George Franklin y Raymond Zedecar, ingenieros del Centro de Naves Espaciales Tripuladas, llegaron a la conclusión de que el riesgo era mucho menor cuando el comandante salía primero, los planificadores de la misión descartaron los procedimientos del Gemini y redactaron unos nuevos para el Apolo. «Así lo hicimos —explicaba Armstrong—. En vuelos posteriores del Apolo, donde no importaría ni simbólica ni históricamente quién salía primero, lo hicieron todos de la misma manera; el comandante era el primero en abandonar la nave.»

En realidad, los aspectos técnicos del diseño de la escotilla y del interior del módulo lunar no eran los principales elementos que tuvieron en cuenta los directivos del Programa Espacial Tripulado a la hora de decidir quién salía primero. Dichos aspectos técnicos no tenían por qué determinar el resultado, tal como explicaba claramente Alan Bean, piloto del módulo lunar del Apolo 12: «Si fueras Buzz o yo mismo, podrías haberlo hecho de este modo: antes de colgarte la abultada mochila para la actividad extravehicular, estás allí dentro y puedes moverte como quieras. Buzz pasa de la derecha a la izquierda el primero en salir y deja allí su material, y Neil pasa de la izquierda a la derecha y deja su material donde está Buzz. Luego intercambian mochilas; Buzz coge la de Neil de la estantería y se la da, y Neil entrega a Buzz la suya. No tenía la menor importancia. Dijera lo que dijera la NASA en aquel momento, Buzz podría haber salido el primero tranquilamente; todo se reducía a dónde te pusieras la mochila». Lo que indicaba Bean era que la NASA recurrió a los aspectos técnicos del diseño de la escotilla y del interior del módulo lunar para acallar la controversia sobre quién salía primero y, de paso, calmar al enojado Aldrin: «En mi opinión, buscaron razones técnicas porque no querían decirle directamente a Buzz ni a nadie que preferían que Neil saliera primero. La NASA conocía a los dos. Probablemente, Slayton fue a ver a Neil en algún momento y le dijo: “Te hemos elegido para que lideres esta misión, y queremos que el comandante salga primero”. Neil no habría mencionado a nadie esa conversación, si es que llegó a producirse, pero es posible que Deke le dijera: “No quiero que hablemos de esto con nadie, pero he decidido que salgas tú primero. Y tampoco quiero que volvamos a mencionarlo”. Conociendo a Deke y a Neil, ninguno de ellos lo habría comentado y, hasta donde yo sé, no lo hicieron».

Al margen de lo que explicaba Al Bean, también hubo una decisión política a favor de Neil Armstrong. A mediados de marzo de 1969, en los emocionantes días posteriores a la exitosa finalización de la misión Apolo 9, Deke Slayton, director de operaciones de la tripulación de vuelo, Bob Gilruth, director del Centro de Naves Espaciales Tripuladas, George Low, director del programa Apolo (que en 1966 había viajado por toda Sudamérica con Armstrong), y Chris Kraft, director de operaciones de vuelo, mantuvieron una reunión informal. Kraft exponía las claves de dicho encuentro: «En la época de la misión Apolo 9, George Low y yo tuvimos la misma revelación; tal como iban las cosas, sería Aldrin el primero en salir del módulo en la misión Apolo 11, ya que él era el piloto y estaba realizando todo el entrenamiento con los científicos y con el paquete de experimentos que se llevarían a cabo en la Luna, y conocía todos los detalles. Cuando nos dimos cuenta, convocamos una reunión para comentarlo. En aquella época, normalmente nos reuníamos solo los cuatro: Gilruth, Slayton, Low y yo. Sabíamos de sobra que el primer hombre en pisar la Luna sería un Lindbergh. Sería la persona a la que en tiempos inmemoriales se conocería como la que pisó la Luna por primera vez. ¿Y quién queríamos que fuera? El primer hombre que pisara la Luna sería una leyenda, un héroe estadounidense incluso mejor que Lucky Lindbergh, mejor que cualquier soldado, político o inventor. Debía ser Neil Armstrong. Neil era Neil, tranquilo y callado, con una confianza absoluta en sí mismo. Todos sabíamos que era como Lindbergh. No tenía ego. No pensaba: “¡Voy a ser el primero en pisar la Luna!”. Nunca se le pasó por la cabeza. Lo máximo que dijo al respecto quizá fue que quería ser el primer piloto de pruebas que llegara a la Luna o el primero que aterrizara allí. Si le hubieras dicho que iba a ser el ser humano más famoso de la Tierra para el resto de su vida, habría respondido: “Entonces no quiero ser el primero que vaya la Luna”. Por otro lado, Aldrin ansiaba tener ese honor y no dudó en hacerlo saber. Neil no había dicho nada. No le gustaba ser el centro de atención. Neil Armstrong, reticente, comedido y heroico, era nuestra única opción».

«Fue unánime —añadía—. Todos dijimos: “Cambiadlo para que el piloto del módulo lunar no tenga que ser el primero en salir”. Bob Gilruth trasladó nuestra decisión a George Mueller y Sam Phillips, de las oficinas centrales de la NASA, y Deke informó a la tripulación. En la reunión le habíamos pedido que lo hiciera y no lo cuestionó. Estoy convencido de que fue de lo más diplomático.

Los astronautas estadounidenses Neil Armstrong y Michael Collins y Edwin Aldrin (i a d), tripulantes del Apolo 11, cohete que los transportó hacia la Luna.
Los astronautas estadounidenses Neil Armstrong y Michael Collins y Edwin Aldrin (i a d), tripulantes del Apolo 11, cohete que los transportó hacia la Luna.

»Buzz Aldrin estaba destrozado, pero pareció tomárselo estoicamente. Neil Armstrong no aceptó su papel con presunción ni sorpresa. Él era el comandante y su labor debería haber sido siempre la de pisar primero la Luna. Probablemente Buzz pensaba que era el más preparado para la actividad extravehicular y que poseía más capacidades que Neil para desarrollar el trabajo en la superficie lunar y, francamente, puede que tuviera razón. Al final, Neil dio a Buzz mucha responsabilidad sobre las actividades en la superficie. Creía que lo haría bien y sabía que en eso era mejor que él. Pero esas actividades no eran el motivo por el que tomamos la decisión sobre quién debía salir primero.»

Al debatir la situación desde todos los ángulos, Slayton, Gilruth, Low y Kraft no mencionaron en ningún momento el diseño interior del módulo lunar o el de la escotilla. «Era un aspecto de ingeniería que ni siquiera nos habíamos planteado —decía Kraft—. Fue una excusa fortuita.» Slayton en particular quería que se explicara la decisión en términos técnicos. «Fue cosa de Deke —afirmaba Kraft—. No quería darse a conocer como la persona que había decidido que lo hiciera Neil en lugar de Buzz.»

De hecho, ninguno de los cuatro asistentes a la reunión de marzo de 1969 se sentía demasiado cómodo al confesar la verdad sobre lo que allí se dijo. Por ejemplo, en un memorando de septiembre de 1972, tras un encuentro personal con Buzz Aldrin en su despacho, George Low escribía: «Aldrin me preguntó si la decisión de quién sería el primer hombre en pisar la Luna la habían tomado en Houston o en las oficinas centrales de la NASA o si era una medida impuesta externamente a esta última. Le dije que la había tomado Bob Gilruth por recomendación de Deke Slayton». Obviamente, la versión de los hechos planteada por Low no coincidía exactamente con la historia que contó Chris Kraft en su autobiografía Flight: My Life in Mission Control, publicada en 2001.

Es patente que a Aldrin le costó olvidarse de aquello; en 1972 todavía se sentía lo bastante molesto como para preguntar a George Low cómo se había tomado la decisión en realidad. Eso solo puede significar que no estaba totalmente convencido de que las razones técnicas esgrimidas en 1969 fueran tan determinantes como él y el resto del mundo creían.

Buzz y Armstrong no supieron de la reunión entre Gilruth, Slayton, Low y Kraft hasta que Chris Kraft publicó su autobiografía. Aun conociendo los factores no técnicos que habían influido en la toma de decisiones, Neil seguía convencido de que las consideraciones de ingeniería relacionadas con el diseño interior del módulo lunar tuvieron un papel crucial a la hora de determinar quién saldría primero: «Me parece que el hecho de que los seis alunizajes se llevaran a cabo del mismo modo es una prueba bastante fehaciente de que esa era la manera correcta de hacerlo. En caso contrario, lo habrían cambiado. No me imagino a los otros comandantes, en especial a alguien como Al Shepard [comandante del Apolo 14], accediendo a algo si no era lo adecuado. Conociendo su naturaleza, los otros comandantes lo habrían hecho o habrían intentado hacerlo de otro modo si hubieran creído que había un sistema mejor. Yo habría opinado lo mismo».

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